Recetas de amor

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¿Será el Amor una afección insufrible del alma, una atracción inherente de los cuerpos o, quizá, la octava superior del deseo?. ¿Será el amor una simple alegría, la nostalgia de un olvido o un doloroso, pero feliz, desprendimiento del ego?. ¿Es el deseo al amor lo que la sal a la comida, o tal vez, son opuestos, o vecinos, fronterizos con el ombligo?. ¿O son solubles e intercambiables?. ¿Amará ella cuando desea él –o viceversa?. ¿Dará ternura uno para conseguir sexo, o sexo el otro para conseguir amor?. Él y ella, ellos y ellas, con el amor galante, el amor platónico, el filántropo y el nutricio. El amor narciso, el canibal, el fogoso, el amor entrega y hasta el amor odio. Todos tienen su cabida en el Amor.

Sobre él está todo dicho, y aunque quieran los filósofos, los poetas, los místicos, el Amor no se puede agotar. Imposible clasificar lo informe, encerrar lo inconmesurable, desterrar lo que vive por doquier. Por eso gentes amorosas, antes de decir nada, oler su esencia, descifrar su misterio, jugar a su juego y probar bocado.
De estas recetas que si bien no son de la abuela, si son de la experiencia, de la imaginación, de la creatividad. Recetas ¿por qué?, porque el amor no es fácil encontrarlo, y porque el deseo se aburre después de una cuarentena, y porque los problemas invaden las almohadas, y porque jugando somos como niños, y porque una receta se parece a un rito que pone señales a la nueva experiencia, y porque, digámoslo claramente, a nadie le amarga un dulce. ¡Que lo disfruten!.

Inventando el Kama Sutra
Compre una hamaca colombiana de muchos colores, cuélguela en la pared y asegure los ganchos. Después prepare una deliciosa cena e invite al más deseado. Procure que la hamaca rebose de cojines. Cuando se acerque intrigado, no dude, pídale el favor de comprobar la resistencia al peso, claro, sin zapatos, él, con falda, usted. Aunque quiera escapar, ya verá como no necesitan imaginación para las posturas.

Permutación de cuatro
Póngase en maceración cuatro pies fríos y cansados. Cuando el agua caliente haya templado los nervios, búscanse los pies unos a otros, con sorpresa, con júvilo, sobre un recipiente blando de lino blanco.

Submarinismo
Coja un trozo de mar antillano con sales y estrellas y métalo en su bañera. Bien llena. No lo desaprovechen. Métanse con la piel erizada, el suspiro prolongado y los dedos desatados de placer. Caliente. Dejen que la piel sonrosada se libere, que los ojos busquen el cielo del techo que las costillas respiren como flotadores. Con el agua al cuello y los ojos chisposos, las miradas cálidas dejen que las cuatro manos hagan olas o maremotos, que busquen tesoros sumergidos, peces de colores. Aunque si no saben bucear siempre pueden quitar el tapón de la bañera.

Revuelto de manos
Ingredientes: 4 manos por persona, 100 ml de aceite de almendras dulces con esencia de jazmín, 30 grados de temperatura y silencio.
Extiendan el aceite libremente por el cuerpo, rehoguen pies y manos con apretones. Los costados sazonados con arrastres y las abundancias que encuentren en nalgas, cintura y vientre amasados con ternura. Presionen los lomos, friccionen los muslos y jalonen la piel como a un gatito. Triturar los puntos duros, machacar las rigideces y cuando esté a punto de romper el hervor déjese reposar 10 minutos, también en silencio.Tango
Una música insistente despacha envites a diestra y siniestra. La estancia a media luz, los zapatos ajustados y livianos. No pierdan el ritmo, lento, lento, rápido-rápido y lento. No pierdan la concentración, no invadan el terreno del otro, no tensen la pelvis, que las piernas no flaqueen, que los pies no tropiecen. No hagan caso al sofoco, no naufraguen todavía, no se suelten de las manos, no se miren fijamente pues perderán el compás lento, lento y lento.

Puzzle anónimo
Hágase una foto desnudo, cuerpo entero, y trocéala en 20 trozos de diferentes tamaños. Busque, si quiere, asimetrías engañosas, perfiles ambíguos y sombras misteriosas de esas que conserva sin querer el cuerpo. Meta, con el tiempo, cada uno en un sobre –guarde para el final aquellos que más le delaten– con una nota anónima. Con la nota una fantasía, un deseo guardado, un secreto obsceno que nunca se atrevió a contar.Mándelas a su propio dirección pero a nombre de ella y espere. ¿Quién se resiste a completar un puzzle?.

Arrebato
En cualquier momento inesperado, detrás de la puerta, subiendo las escalera, fregando platos, aprovechando un inoportuno apagón, o hastiado de la programación televisiva, descórchese una o dos pasiones y déjese llevar por un arrebato loco.
Si la espuma se desborda, no se preocupe, bébaselo sorbito a sorbito lo que aún queda.

El bello durmiente
Ponga unos gorriones domingueros en el balcón. Deje que las sábanas se vayan encendiendo de blanco y que el vaho onírico se esfume como la niebla. No obstante conserve el calor del letargo de los cuerpos, el magnetismo inconsciente y acerquese imperceptiblemente a él, aún enroscado y callado por el sueño. No lo despierte. Péguese a su espalda y deje las manos deslizar por el perfil inclinado, los labios vencidos, por el pecho fuerte, por el vello algodonado, por el vientre de bebé plácido, por las nalgas prietas hasta encontrar el nido. Ahí remueva el fondo, ordene las partes y deje que crezca, aún a costa de despertarlo.

Regueros
Vayan a la frutería y compren la sandía más grande. Cuando el tórrido sol lo permita suban a la azotea con la fruta partida en dos. Ya sin ropa, atrapen su mitad entre las piernas y con las manos desnudas arranquen el rojo corazón frugal. Goteando azúcar ofrézcanselo al otro. Llénense la boca de frescura y déjen deslizar las pieles entre los regueros múltiples que las risas derraman.

Sin carrete
Busque su antigua máquina fotográfica aunque no tenga carrete. Invite a su pareja a una sesión fotográfica. Pregúntele por su fotogenia mientras las primeras prendas se desprendan, clic. Entonces, cuando las expresiones divertidas e inocentes surjan, clic, cuando las posturas atrevidas y maliciosas se desgranen, clic, déje la máquina fotográfica en una esquina y aprete el automático, clic.

Nuevo paisaje
Comience el juego amoroso como siempre, con las mismas estrategias, aún en las desganas de ella —si así lo ha hecho otras veces—. No se preocupe, siga el mismo recorrido trazado, los mismos puntos, los mismos acercamientos… pero en el momento clave, quédese a las puertas, sienta su respiración y no penetre. A lo mejor, ella se aturde por lo inesperado, usted tampoco desespere, vaya arriba y abajo, discurra de delante hacia atrás, considere el derecho y el revés que ella le vaya ofreciendo. Con el tiempo verá que ambos gozan de más espacio y que el paisaje es mucho más amplio.

Tropiezo
Algunas veces, con el traqueteo del tren o el guagua de un autobús, la mirada entretenida tropieza con otra y los reflejos esquivos fallan. Se congela el tiempo, el primer segundo tartamudea, en el segundo después las miradas se paralizan, un resquemor perfora el vientre, una punzada que ahoga, un nudo en la garganta, pero… aparece un otro, su mirada, alguien que abre una ventana.
El tiempo se deshace en presencia, la complicidad hace un guiño a lo humano y, sin querer, una sonrisa se escapa por las hechuras de la moralidad. ¿Acaso tropezar no es humano?

Julián Peragón

 

 

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