En el centro del laberinto

Cuando logramos entrar en un laberinto estamos pisando una imagen de la totalidad, construida con el cuadrado de la tierra y con el círculo del cielo. Cada día vemos como el sol se alza en los cielos tocando las cuatro esquinas de la tierra. Al pisar el laberinto con nuestros pies descalzos y nuestra cabeza descubierta estamos completando esa totalidad, el ser humano es el mediador entre el cielo y la tierra, entre el espíritu y el cuerpo. Será por tanto nuestro empeño y nuestra lucidez la que reintegre de nuevo la ilusoria separación.

En el laberinto uno se pierde para luego encontrarse. Los brazos del laberinto nos acercan al hipotético centro haciéndonos creer que el camino es fácil, para enseguida despedirnos a la periferia donde reconocemos nuestro límite y con él nuestra humildad.

La rutina de los pasadizos nos invita a una seria reflexión acerca de la pregunta fundamental. Cuando ya hemos perdido la ansiedad de la meta, inesperadamente aparece el centro. La respuesta se desvela por sí sola, dando vueltas sobre el propio eje se resuelve el enigma. En el centro la serenidad da pie al reconocimiento del alma.

El camino de entrada es un camino de muerte, aparece el miedo, la incertidumbre, el desasosiego. En sus múltiples meandros uno teme ser devorado por la ilógica del camino, por la complejidad del vientre del dédalo.

Tan complejo es el laberinto como el mundo en el que nos movemos, tan enrevesado es el mundo como la mente que lo recrea. Atravesar el laberinto es atravesar los vericuetos de la mente, los circunloquios de nuestro discurso, las estrategias de nuestro carácter. La construcción del laberinto es fruto de la mentira a diferencia de la verdad que es un camino recto. Tal vez por eso en las esquinas del laberinto suenan los rumores, las opiniones no contrastadas, las supersticiones, las difamaciones. Y es que la espada de Teseo tiene dos hojas al igual que la boca tiene dos labios. Podemos con la palabra alimentar al monstruo del engaño o volverlo loco con la veracidad.

Para no quedar apresado en sus garras nuestro corazón tiene que dejar la doblez y nuestra ética tiene que fortalecerse. Tendrá que ser Teseo quien combata al monstruo con su espada y su coraje. El camino de entrada es un camino heroico, de confrontar la mentira desde nuestra nobleza, vencer la traición con nuestra sinceridad.

La resolución del laberinto se encuentra en el centro. En el centro el monstruo dormita, ha perdido su ferocidad, ha calmado su ira. Cuando hemos sido capaces de mirar frente a frente al Minotauro nos damos cuenta que el engendro, mitad toro mitad persona, es nuestra sombra, nuestra parte negada, la carencia de amor inconfesada. Es necesario soltar la espada y dejar la guerra cruenta. Abrazar al monstruo es reconocer que somos luz pero también sombra, incorporar la sombra es la única manera de ampliar lo que somos.

Las once galerías del laberinto gótico nos hablan de imperfección, pues entramos en el laberinto imperfectos. Es el orgullo del ego el que avanza en los pasillos del laberinto donde está encerrado el constructor Dédalo, que simboliza la imaginación perversa. Nos lo recuerda Ícaro, su hijo, cuyas alas no son de verdad, apenas sujetadas por la cera de las abejas. Ícaro desobedece la prudencia de su padre y se eleva prepotente a los cielos donde el calor del sol derretirá la cera de las alas artificiales, cayendo al abismo.

Atrapados en el laberinto no es posible ir hacia atrás, el ego tiene que dejar la piel de la compulsión, tiene que abandonar su codicia y su aversión, tiene que cambiar la piel de la ignorancia. El laberinto es una espiral que nos lleva de lo superficial a lo esencial, de lo literal a lo profundo en una concentración progresiva. Dejaremos caer las armaduras y los ropajes, las defensas y las culpabilizaciones, hasta quedarnos desnudos.

Si el camino de entrada es un camino de muerte, el camino de salida es un camino de vida, de renovación. Muere el ego y renace el espíritu. Se disuelve el pecado y aparece la virtud. Para entrar habíamos necesitado la espada de la valentía, para salir necesitamos el ovillo de Ariadna, un verdadero gesto de amor. Faltaba el amor para disolver la mentira. Los dos caminos son necesarios, la construcción de una firme voluntad tiene que dejar paso a la disolución, el abandono y la gracia.

Hay que desandar el laberinto, volver sobre lo vivido para encontrar el hilo que le da sentido a las circunstancias. Recapitular sobre la experiencia para sacarle un jugo de sabiduría.

El laberinto nos enseña que llegar al centro requiere un esfuerzo de la misma manera que encarnar nuestros sueños o darle consistencia a nuestros proyectos es difícil. Nos recuerda en el serpenteo impredecible de su intestino que todo cambia, que la vida es impermanencia. Y señala, en esa totalidad que representa, que somos apenas un pequeño eslabón dentro de una cadena infinita.

Comprendemos que la vida no gira a nuestro alrededor como nos muestra el laberinto al zarandearnos de esquina a esquina. Y por último, que no hay ninguna certeza que en cualquier vuelco del camino no nos espere la muerte.

 

Julián Peragón

Antropólogo,
Formador de profesores de Yoga,
Director de la revista Conciencia sin Fronteras,
Creador del proyecto Síntesis, cuerpo mente y espíritu.

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Centro simbólico: Marga Galtés

L, ARBRE DEL IOGA x el seu simbolisme (tronc=asana, fulles=pranayama…) i perque m´inspira fortalesa, fermesa.Aixi com a traves dels seus anells podem saber la seva vida, nosaltres tambe ens queden les nostres experiències grabades en la nostra personalitat y estructurades en el nostre cos.

El tronc recargolat simbolitza el sofriment que vivim psicològic,tortura interior, angoixes,

Moltes vegades necessitem el do del coratge x tirar endevant, i no el tenim.

Reflexa lo reprimit, el que no es pot expandir.

CAMINS tots tenim un cami per recòrrer, una lliçó x apendre. Cadascú té el seu(els que es resignen, no lluiten, – els que están influenciats i no veuen el cami a fer – gent accelarada – com jo – caminen molt ràpid i no poden gaudir del paisatge-els que estan encallats en el passat incapaços de donar un pas ..etc.)

No podem estalviar res a ningu.nomes caminar al seu costat.

Malgrat tot, al final de cada un dels camins , sempre hi ha la LLUM

Com deia E.Bach: cuantas mas dificultades aparezcan en nuestro camino, mas seguros podemos estar de que nuestra misión vale la pena.

SOCA Simbolisme del final del cami.

Hauríem de recordar que sóm això.

L, inconsciència fe que sembli que tot és per sempre, però tot te una fi. TOT MENYS L´ANIMA.

 




Centro simbólico: Sebastià Montero

¿Qué crees que es el yoga?

Trascender las emociones.

Ignorar las sensaciones.

Sublimar los instintos.

Acumular conocimiento.

Dejar la mente en blanco.

Salir del laberinto.

Mantener un estado de conciencia elevado.

 

Quizás estamos equivocados.

Quizás el yoga sea:

Liberar las emociones.

Experimentar las sensaciones.

Permitirse los instintos.

Desechar conocimiento.

Colorear la mente.

Perderse en el laberinto.

Ser consciente de todos los estados de conciencia.

Entonces sería tan simple, tan osado, tan compartido,

tan trabajado, tan mejorable, tan verdadero, tan deseado, tan misterioso, como tocar la flauta.

 

Un abrazo a todos los compañeros de SADHANA.

 

 




Centro simbólico: Luz Marina Segura

 

A mis compañeras y compañeros, a los maestros (Arjuna y Alex) de Sadhana.

Cuando llegué a la formación, y vi un centro por primera vez en esta sala, caí en cuenta de que no tengo ninguna figura o pequeña escultura que represente una deidad, un símbolo sagrado, quizá porque lo asociaba con imposiciones católicas de las que me liberé hace años con la ayuda del materialismo dialéctico pero sobretodo de toda la rebeldía de la que fui capaz. Sin embargo desde hace un par de años ando queriendo encontrar un buda que me guste. Tengo encargado uno a una amiga escultora pero ahora mismo no los está haciendo … todo se andará.

Sí tengo por toda mi casa, piedras de diferentes procedencias, que han llegado hasta mí como regalo desde la orilla de un río, de una playa, de una mano amiga que me la ha traído de un viaje… allí están en un rincón de mi habitación, en las estanterías al lado de los libros… Piedras pequeñas como yo. Impregnadas del amor de las amigas, del amor de un día o del amor que perdura.

Mis piedras están acompañadas de flores o de una planta, a veces rodeando la foto de un ser querido; y como una niña que juega las voy cambiando de disposición. Ahora en un círculo, ahora un montoncito aquí otro grupito allá… últimamente las dispongo cerca a un hermoso detalle de la virgen que incluyo en este centro.

 

Resignificar los símbolos. (La virgen)

En un momento dado, en algún punto de mi proceso espiritual, he conseguido dar un nuevo significado a algunos símbolos como por ejemplo la virgen, aquí me remito a la adaptación que hicieron los celtas cuando fueron obligados por la iglesia católica a abandonar sus propios ritos con la Diosa madre y la naturaleza y abrazar los ritos y los iconos de adoración cristianos. ellos, trasladaron el significado que tenían sus dioses a los de la religión Católica –( igual que lo hicieron los cubanos con sus ritos y dioses africanos que tienen equivalentes en el santoral cristiano)- Así la virgen pasó a tener el mismo significado y valor que antes la diosa tenía para ellos. Por supuesto no fue tan sencillo porque el proceso fue largo y doloroso para los celtas. Lo que intento decir es que la espiritualidad, mi espiritualidad está dentro de mí y aspiro a reconocerla, a ser respetuosa y darle el espacio necesario para desarrollarla y manifestarla con libertad.

El árbol como símbolo

Soy conciente y me entusiasma el efecto de transformación que voy experimentando, con la práctica de yoga, con el crecimiento lento tal vez, – espero que irrefrenable- de apertura a otra conciencia que se está operando en todo mi ser. Busqué un símbolo que representara esta transformación. Evoqué… e inmediatamente la imagen del árbol se hizo presente y desde entonces no ha parado de crecer en mi interior.

Me identifico con la lenta e incesante actividad renovadora de los árboles: hunden sus raíces en la tierra en busca de alimento y agua pero también asegurando una base de apoyo firme para su crecimiento. Me gusta su presencia pacífica y dadivosa, la verticalidad de su tronco buscando la luz y la frondosidad de su follaje ofreciendo belleza, sombra y frutos.

Encontré mucha información relativa a la simbología del árbol:

“Desde el principio de los tiempos el árbol ha mantenido una relación vital con el ser humano al proporcionarle, aparte de sus frutos, hogar, leña, sombra y alojamiento para las aves que podían convertirse en caza para alimentar a la tribu.

Es uno de los de los símbolos más rico en significado. Comunica por medio de las raíces, el mundo subterráneo con el de la superficie de la tierra y levanta sus ramas al cielo en busca de luz. También reúne los cuatro elementos: el agua circula por su cuerpo con la savia, las raíces se adentran en la tierra, el aire alimenta las hojas y el fuego surge de la fricción de la madera. Es un símbolo presente en muchas religiones y tiene un amplio abanico de significados según los rituales en los que participa. Representa diversos conceptos como la unión del cielo y la tierra (el tronco) y la femenina (el follaje)”

Y más… en Internet se encuentra todo.

Deciros que me ha gustado tener la vez del centro, que ha sido como una especie de meditación a lo largo del mes centrada en la imagen del árbol y del propio centro. Hoy, al escribir estas líneas, siento la ilusión de una niña ante la perspectiva de compartir con vosotras y vosotros esta experiencia íntima y hermosa: De qué manera es sagrado lo que para mí es sagrado.

Un abrazo con mucho amor.

 




Centro simbólico: Anna Mir

 

Cada año, cuando llega el Otoño…siento que es momento para revisar.

Al igual que el Árbol siento que tengo que dejar atrás hábitos que a uno ya no le sirven, o relaciones, situaciones, objetos… y me enamora observar como los árboles, sin temor y con gran elegancia dejan caer sus hojas que yo no le sirven, con serenidad y con una suave danza. Sin resistencias, miedos ni apegos (siento que la naturalaza me enseña…). Por eso en el centro hay hojas (representa lo que ya no nos sirve…apegos, sufrimientos, preocupaciones, malos hábitos….) forman un espiral y en el medio se encuentra Buda: que representa el Yo.

Buda es calma mental, la serenidad, y está por encima de les hojas…ha dejado atrás sus egos. También he querido que el buda simbolizara la tradición, el respeto a los ancestros.

Se encuentra rodeado de cuatro velas, las del lado he querido que representaran los guías o maestros…que te acompañan y vas encontrando en el camino. Atrás hay otra vela mayor…el buda no la ve, pero está ahí y la intuye: quería representar la Conciencia que esta en todos y cada uno de nosotros. Finalmente la vela pequeña que se encuentra delante mismo del buda, es la luz misma que desprende el buda, o sea yo o cualquier ser, es la luz, la fuerza, la fe para seguir caminando.

A un lado, hay un pequeño colgante que me pareció bonito compartirlo con los compañeros, me lo regalo un niño el cual me explico que el colgante tenia en él todos los elementos; agua (puso una concha), tierra (el colgante esta hecho de fango), fuego (colores amarillo, naranja, azul) , y aire (una pluma). Me pareció de gran sabiduría y desde el momento que me acompaña en mi centro personal.

Finalmente, ya que el centro tenía como principal simbología las hojas, la naturaleza, el otoño…elegí un cuento que me parece precioso por su mensaje y que hace referencia a un árbol. Se llama el “arbre generós”.