Mandalas: Yantra budista

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

• Mandala tomado de «El libro de los mandalas del mundo. Shia Green. Ed. Océano Ámbar




Mandalas: Flor cósmica

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

• Mandala tomado de «El libro de los mandalas del mundo. Shia Green. Ed. Océano Ámbar




Mándala

Un mándala es geometría sagrada y es arte, es también una expresión de una sensibilidad mística y una herramienta de concentración. Si la mirada en el mundo se dispersa en la multiplicidad, en el mándala la multiplicidad está siempre referida a un centro. Este centro es la expresión de una centralidad en el practicante, su mirada contaminada, su visión errática se sedimenta poco a poco en la quietud del centro donde corazón y mente respiran calma y serenidad.

El mándala actúa en la sutileza del símbolo que transita desde lo insconsciente para alumbrar la realidad en la comprensión de que lo macro y lo micro participan de una misma energía. El mándala está imbuido de cultura, a menudo de religión, es cierto, pero el fondo es siempre el mismo: doblegar la mente inestable, marcar un centro y una dirección. La elección del mandala no es tarea fácil, tiene que atraparnos sin provocar deseo ni aversión, pero tiene que hacer otra cosa más importante, evocar una realidad más alta, no dual, trascendente.

 

 

Por Julián Peragón

 




Mandalas: Gotas de lluvia

• Mandala tomado de «El libro de los mandalas del mundo. Shia Green. Ed. Océano Ámbar




Mandalas: Yantra tibetano

• Mandala tomado de «El libro de los mandalas del mundo. Shia Green. Ed. Océano Ámbar




Mandalas: Rueda solar

• Mandala tomado de «El libro de los mandalas del mundo. Shia Green. Ed. Océano Ámbar




Mandalas: Mandorla de la India

• Mandala tomado de «Energía y fuerza a través de los mandalas. Marion y Werner Küstenmacher. Ed. Obelisco»

 




Mandalas: El laberinto de Theobald

Todos estamos en el laberinto del mundo que es un calco perfecto de ese otro laberinto que está en nuestra mente. Una situación nos lleva a otra de la misma manera que un pensamientonos lleva a otro. El tiovivo del mundo nos arrastra de una circunstancia a otra y nosotros identificados con ellas nos movemos como una hoja en el capricho del viento, tal vez, en nosotros, a golpe de destino.

Dentro del laberinto, arriba y abajo, izquierda y derecha, engulle nuestros esfuerzos como si estuviéramos en las entrañas de un monstruo. Intuimos que el peristaltismo de la bestia de nuestros condicionamientos se detendrá en el centro. En el centro nos aguarda la calma, desde esta centralidad el mundo se mueve mientras nosotros estamos en la serenidad de nuestro ser, desidentificados de la inestabilidad de la existencia. Para alcanzar el centro se requiere coraje, perseverancia y fe. Sólo la falta de doblez, la inocencia sabia y la evanescencia de la ilusión nos servirán como brújula y báculo entre las tinieblas que apareceran.

Sigue el laberinto sin desviarte un milímetro, evita las tentaciones que hay en sus recovecos, persevera paso a paso y establécete en el centro. Respira y ábrete al Ser que habita en tu centro, en el centro de tu corazón.

 

 Por Julián Peragón

• Mandala tomado de «Energía y fuerza a través de los mandalas. Marion y Werner Küstenmacher. Ed. Obelisco»




Mandalas: las 4 estaciones

La meditación de los Mandalas

Las estaciones nos recuerdan que el tiempo no es sólo lineal, cronológico sino también circular. De la misma manera que el corazón late y el cuerpo respira rítmicamente, las estaciones son la respiración de la naturaleza. Año tras año se reproduce el más bello espectáculo, el nacimiento de la vida, su desarrollo, reproducción y decaimiento. Incluso en la muerte invernal, la vida se esconde en las raíces, un secreto guardado en el fondo de la tierra que en la primavera será desvelado.

En este tiempo cíclico todo se repite pero extraordinariamente todo aparece como nuevo, refulgente, fresco, impoluto. Nada es artificial pues en la sabia reconocemos nuestra propia esencia. Es por eso que el lenguaje natural nos dice que podemos reposar en lo que realmente somos, como el árbol, la nube o la piedra.

La tierra se nos aparece redonda pues girando sobre sí mismo el horizonte curvo marca con nitidez un círculo apenas fragmentado por montañas o precipicios. Este mandala que hemos representado arriba nos recuerda esta circularidad no sólo del horizonte sino también de las cuatro fases que en nuestras latitudes se expresan con carácter. La fuerza de la primavera se hace plena en el verano, y el marchicho otoño se refugia en la soledad del invierno. Ninguna fase puede sobrevivir por sí sóla. Pensar en una eterna primavera es olvidar que hay un tiempo para marchitarse y otro para morir. Querer siempre la templanza es desterrar la belleza de la flor que rompe por primera vez la escarcha del frío invierno. Nuestra parte infantil sueña con el verano en medio del frío y con el fresco en pleno calor. Aceptar cada una de las fases es aceptar con plenitud la vida y su transformación.

• Mandala tomado de «Mandalas, ventanas del alma. Varda Fiszbein. Ed. Obelisco»

 

Por Julián Peragón




Mandalas: la gran cruz anual

Un nudo sin fin, varios hilos que se enzarzan de la misma manera que las circunstancias de la vida confluyen produciendo una densidad en la experiencia. Pero los problemas están creados por una óptica determinada. Vistos desde la altura son eso, mera confluencia, aparentemente irresoluble.
Pero el problema no está fuera sino en la impaciencia de nuestro deseo o en la estrechez de nuestra injusticia.
Déjate llevar por la líneas y fluye en cada nudo sin perseguirlo pero tampoco sin huir, desde la aceptación plena pero sin resignación. Atraviesa las densidades como lo que son, oportunidades de crecimiento.

• Mandala tomado de «El libro de los mandalas del mundo. Shia Green. Ed. Océano Ámbar