RITUAL SEXUAL
Está claro que es un tema delicado en nuestras sociedades por la carga de pecado, tabú y represión que hay en torno al cuerpo y al placer. La sexualidad es como una taza delicada que si no se trata con delicadeza puede romperse. Tenemos una asignatura pendiente con nuestro cuerpo y con la potencialidad de disfrute, goce y juego que éste nos permite. Pero no se trata sólo de desinhibirse sino de rescatar toda esa fuerza instintiva y elevarla hacia las cotas más altas de lo humano, de la misma manera que un poeta coge palabras huecas y las rellena de mágia.
La sexualidad es un cajón de satre que tiende a llenarse de cosas, sean éstas de órden emocional, mental, familiar, etc, que no le corresponden. Proponer un ritual de vez en cuando es un buen momento para hacer limpieza de toda esa carga, aterrizar en el momento presente donde se encuentra el otro y, evidentemente, uno mismo, y florecer.
Si más no, un ritual es también una excusa para investigar territorios ignotos en la propia sexualidad y para volver a encontrarse con el otro que, paradógicamente, en la vida cotidiana tan lejos se siente.
El trabajo del ritual sexual nos ayuda a:
• A romper la monotonía y la desgana en la relación sexual.
• A despertar la sensibilidad, el placer y la belleza con nuestro cuerpo.
• A canalizar la ternura y el amor hacia el otro.
• A despertar la energía y sublimarla hacia lo amoroso y meditativo.
Trabajo previo:
• Cambiar los hábitos de la relación sexual durante un mes.
• Despertar el deseo en uno y en el otro. Ponerse más seductores.
• Inhibir los encuentros automáticos. Ponerse un tiempo de contención.
Trabajo del ritual sexual:
Tomar el siguiente texto como evocativo, adaptar el ritual a las propias necesidades y al momento. Buscar los elementos adecuados para el simbolismo que ambos quieran rescatar. Hay una vía individual, sin pareja, desde la aceptación del cuerpo, la sensibilidad y la búsqueda de placer.
Bodas Divinas
Con luna llena, cuando el sol se ha ocultado y deja tras de sí una hora violeta encuéntrense en secreto
hombre y mujer para unirse en el ritual del maithuna.
Se exigirán intensa atención y entrega, con deseo y recíproca admiración.
Después del baño ritual mutuo y de perfumar el cuerpo con almizcle en el pubis y pachuli en mejillas y senos,
se harán un masaje distendido en todo el cuerpo.
Se vestirán con los colores tántricos, ella de rojo como su sangre y él de blanco como su semen.
En la penumbra de una habitación cálida, iluminada con velas, habrán rosas rojas, incienso y música.
Sin olvidar telas, cojines y espejos. En una bandeja de porcelana o de plata tendremos buen vino,
algo de carne, pescado y cereal, una jarrita de agua y una almendra con su piel.
Elementos que representan al universo, desde el fuego al aire, desde la tierra al agua.
En la unión sexual, ella será la diosa, Shakti, él su dios, Shiva.
Ambos celebrarán las bodas divinas en el juego eterno de la energía y la consciencia.
Meditarán en la luz y los sonidos, en el sabor y los aromas.
Cuando ella cierre los ojos, él la envolverá con su mirada.
Cuando lo haga él, ella sensibilizará su piel con delicadas caricias.
Llenarán las copas y beberán aspirando previamente el aroma del vino.
Tomarán en forma ritual la carne, el pescado y el cereal intercalando el vino.
En ese momento meditarán sobre la energía kundalini y su ascención desde la base de la columna hasta la punta de la lengua.
Enjuagándose la boca beberán agua.
Él tomará la almendra y le dará la mitad a Shakti como símbolo de que la dualidad del mundo no es más que pura apariencia.
Después él danzará ante ella como Nataraya, el danzarín cósmico.
Ambos se tenderán en el lecho uniendo su respiración, lenta y profundamente, en un estrecho abrazo.
La mirada en el otro aspirando de su boca el aliento, las manos entrelazadas, el pene parcialmente introducido.
Ella contrayendo su vagina succionará dulcemente el pene, él permanecerá pasivo.
Sentirán crecer una marea de sensaciones agradables, el calor aflorará en el pecho,
la excitación sexual se irá transformando en un destello luminoso sin eyaculación.
Desaparecerán él y ella en pos de un tú inmenso, se vaciarán sus cáscaras humanas para llenarse de infinito.
La alegría y el amor serán como torbellinos, la paz interior dará paso al sueño reparador.
Julián Peragón (Recetas de Amor: Bodas divinas)
Oración
Completamente desnuda ante un gran espejo, sacralice el cuerpo.
Toque sus cabellos y sienta que son antenas que captan vibraciones;
espumas desatadas que cabalgan sobre la ola del cuerpo; aureola seductora de energía vital.
Déje que los dedos recorran los pabellones de las orejas y diga que sus oídos son caracolas marinas que recogen los susurros necesarios del amor.
Toque sus ojos que son la luz del alma y que captan las formas sinuosas del cuerpo,
las partes secretamente escondidas.
Acaricie la nariz que percibe antes que la forma la esencia,
que deja entrar sin moralidades las fragancias voluptuosas que encierra cada rincón excitado del cuerpo.
Resiga la esponjosidad de cada labio que conjuga en cada beso pasión y ternura,
y sienta la lengua que cómplice de aquéllos estimula recovecos insospechados.
Lengua donde todos los hilos invisibles del cuerpo están atados.
Junte las manos en señal de oración. Dedos que gracilmente transforman la masa amorfa
de sensaciones planas en aguas cantarinas de nuevas sensibilidades. Manos que esculpen olvidadas turgencias.
Palpe también los pezones que son estremecimientos de sendos volcanes.
Y los senos que son promesas de placer, cabecera de dioses, sueños de leche y miel.
Redondee su vientre que es ante todo misterio, entrañas sabias cual tierra fecunda
y recóndito ombligo donde todo tiende a centrifugarse.
Sienta las nalgas, cercano contrapeso y agarre de amantes; redondeces simétricas con despensa.
Toque el sexo y sienta los estratos de labios en sonrisa generosa y la húmeda acogida virtual que protegen.
Acaricie su clítoris, efervescencia de placeres que las rugosidades envuelven; propio tesoro también de amantes expertos.
Y no se olvide de los pies que se arquean de puro placer componiendo arpegios con los mismos dedos.
Del cuerpo sagrado haga un templo de amor, y de la fugacidad de la vida un arte para los abrazos. Ore en cuerpo y alma.
Julián Peragón (Recetas de Amor. Entre amores. www.concienciasinfronteras.com