Bhagavad Gita: el Atman

Coomaraswamy:

Krishna le dice a Arjuna que no es el mero vivir y morir del individuo lo que es importante, ya que en cada individuo hay un centro interior, el Atman (literalmente «aliento» o «espíritu») que puede ser «conocido».

La confusión viene porque nosotros usamos la palabra «alma» en una amplia variedad de sentidos. Así, Filón habla de «el Alma del alma», y Platón del «Hombre en el hombre». Guillermo de St. Thierry (contemporáneo de San Bernardo y su hijo espiritual) habla de la diferencia entre anima y animus (ambas traducidas libremente como alma) y se refiere al animus vel spiritus (alma o mejor espíritu) que es la imago Dei (la imagen de Dios) en nosotros. San Pablo habla de la Palabra de Dios que «penetra hasta la división del alma y del espíritu» (Hb 4,12) y nos dice que Dios es «el único que posee la inmortalidad» (1 Tm 6,16) y también habla «del Espíritu de Dios que habita en vosotros» (1 Cor. 3, l6). San Pablo es claro, como el hindú diría, al negarse a sí mismo, o su alma inferior, cuando dice «no vivo yo, sino Cristo quien vive en mí». Esto distingue a los dos yoes, el Yo interior (también llamado por varios autores nuestro «Hombre común», la interna «Razón verdadera», la Conciencia, Syneidesis, Synteresis, «Intelecto increado», y el «daimon» de Sócrates), y el yo exterior contingente que se refleja en nuestra herencia lingüística.

La postura cristiana bien podría expresarse con las palabras del Aitareya Aranmaka: «este yo se entrega a aquél Yo, y este Yo a aquél yo; ellos se funden». Esto es por lo que Bel Shem Tov, el fundador del movimiento Hasídico en el Judaísmo dijo que «no hay lugar para Dios en el que esté lleno de sí mismo»; esto es por lo que Platón dijo que «la causa de todos los pecados reside en el excesivo amor de las personas hacia sí mismas»; esto es por lo que Santa Teresa de Lisieux dijo que «sólo Jesús es, todo lo demás no es» y que «nuestra misión es olvidarnos de nosotros mismos, para aniquilarnos a nosotros mismos» (la cursiva es de ella);. esto es por lo que Santa Catalina de Siena dijo que «el amor de sí mismo… es el principio y el fundamento de todo mal». Finalmente, esto es por lo que San Euvardo dice que la vida espiritual «requiere que declaremos la guerra al ego humano, al amor de uno mismo». Es a la luz de estas palabras como las palabras de Krishna acerca de la persona «cuya mente es engañada por el egoísmo» tienen sentido. Nuevamente Krishna dice: «Que el hombre eleve su yo mediante el Atman y no lo destruya; pues en verdad, el Atman es el amigo del yo o su adversario. Para aquel en quien el Atman ha vencido al yo, el Atman es entonces su amigo, pero para aquel que es infiel al Atman, el Atman puede ser hostil, como un enemigo», o de nuevo: «Oh Gudakesha, Yo soy el Atman en el corazón de todos los seres». El hindú ve en el egoísmo, en el apego a su yo inferior, rehusando someterlo a su Yo superior, el mismo pecado cardinal que el cristiano ve en el orgullo. Orgullo y egoísmo no son sino dos aspectos de la declaración del diablo: «no serviré». Es de esperar que ya sea evidente por sí mismo (sic) para el lector que la Verdad es una, aunque sus expresiones sean muchas. Una veritas in variis resplendeat «una verdad en varias formas brilla a la vista» (San Nicolás de Cusa).

 

Extracto del Yoga en el Bhagavad Gita por Walter Gardini. Editorial Kier




Bhagavad Gita: El Dharma

Regresando entonces al Gita mismo, permítanme esbozarles su marco ambiental. El texto se abre en un campo de batalla, llamado el campo del Dharma. Arjuna es un guerrero y es el que pregunta a Krishna, su auriga que conduce su carro entre los dos ejércitos opuestos donde comienzan su debate. Arjuna da muchos argumentos para no combatir, e incidentalmente los expresa con frases religiosas, y termina por echar por tierra su arco y flechas, y con lágrimas abandona en su tentativa.

Ahora bien, nada de esto es, como pudiera parecer, accidental. Examinemos por turno cada parte de esta escena.

En primer lugar el campo de batalla, llamado Dharma. ¿Qué es el Dharma? El Dharma ha sido traducido diversamente como deber, «recta acción» o justicia. Platón define la justicia como «lo que todo hombre hace y tiene que hacer en concordancia con su propia naturaleza». La palabra griega y platónica de Justicia es dikaiosyne y aparece frecuentemente traducida en la Biblia por la palabra rectitud. Podemos suponer que los Apóstoles la usaron en su sentido platónico. «Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará después» (Mateo 6, 33). El campo de batalla de la vida es precisamente este campo de rectitud, que es por lo que Sto. Tomás de Aquino dice que «el trabajador (todos somos trabajadores) está inclinado en justicia a hacer su trabajo fielmente» (Summa I-II,67).Vemos así que el Dharma se emparenta con el concepto de vocación esa vocación por la que podemos perfeccionar nuestras almas. (Imaginar que podemos perfeccionar a otros o al mundo que nos rodea antes de perfeccionarnos a nosotros mismos es uno de los absurdos de la época moderna. Un cirujano difícilmente podría practicar sobre otros lo que no ha aprendido primero él mismo). Ahora bien la vocación tiene en cierto sentido dos niveles, siendo el primero el trabajo que nosotros estamos llamados a hacer, como por ejemplo ser sacerdote o cirujano (el hindú ve esto como un cumplimiento del deber de casta -y recordemos que entre los Judíos la casta sacerdotal era también hereditaria); el segundo consiste en realizar nuestras obligaciones para con Dios, o lo que puede ser llamado, entrar en el camino de la perfección de sí mismo. En realidad, los dos están íntimamente relacionados y sólo pueden separarse artificialmente. Por ejemplo, en el caso de un sacerdote, sólo siendo buen sacerdote puede llegar a ser santo, pero sólo tratando de ser santo puede llegar a ser un buen sacerdote. En una sociedad, donde todo oficio es un sacerdotium (cf. Hocart, Les Castes), donde las palabras de Cristo: «como el Señor haya llamado a cada uno, así se conduzca» se toman en serio, esto es específicamente verdad. En el Gita Krishna defiende con palabras inequívocas el sistema de castas y dice: «Más vale cumplir cada uno con su propio dharma, aunque sea de manera imperfecta, que cumplir el de otro, aunque sea a la perfección». Así es apropiado que comencemos nuestra búsqueda en el campo del Dharma, cumpliendo de una manera justa con esa vocación a la que estamos llamados, porque hablar de perfección fuera de nuestra vocación es un esfuerzo necio.

El simbolismo del campo de batalla va mucho más lejos. A pesar de la crítica prevaleciente sobre el amor y la paz (que ignora las verdaderas cosas que hacen el amor y la paz), debemos recordar que existe algo tal como la guerra justa en verdad la guerra justa y santa. Existe tal cosa como el mal en el mundo y lo que es opuesto. (Recordemos que Krishna llama a los enemigos de Arjuna «malintencionados» y «criminales» y a la guerra «legal»). No estoy sugiriendo que las guerras modernas, basadas como lo están en nuestras «codicias y avaricias». (San Pablo), en imperativos económicos, sean justas o santas. Sin embargo, el Antiguo Testamento está lleno de ejemplos de guerras justas y santas, y David es un ejemplo del héroe que debería estar en todos nosotros. Ahora bien, si vamos a tener guerras justas, entonces deberíamos tener soldados justos y santos, y ellos a su vez, deberán no sólo luchar, sino luchar bien. Arjuna, el héroe del Gita es un guerrero, pero él es más que un guerrero, él representa a cada uno de nosotros. No sólo hay una pequeña porción de guerrero en cada uno de nosotros, sino que más aún, las palabras dirigidas por Krishna a Arjuna están dirigidas a todos y a cada uno de nosotros cuando nos encontramos abatidos y «confusos» en el campo de batalla.

 

¿Libertad o predestinación?

Todos heredamos un destino.

Krishna le dice a Arjuna: si piensas que no lucharás, tú decisión es inútil ya que tunaturaleza te obligará a luchar. Lo harás contra tu voluntad porque estás atado al deber. Por su poder mágico el Señor hace girar a todos los seres como si estuvieran en una rueda. Tú no eres más que un instrumeno

El hombre cree guiar y dirigir su vida pero parece ser irresistiblemente arrastrado por un destino prefijado.

El karma acumula nuestras acciones y queda en el cuerpo sutil después de la muerte y condiciona los nacimientos futuros.. Cada uno determina su propio destino y recoge los frutos.

Nuevo Testamento: «De acuerdo con el hombre interior me complazco en la ley de Dios,pero observo que hay en mism miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón y me ata a la ley delpecado que está en mis miembros. El deseo de hacer el bien está a mi alcance pero no el de realizarlo. Y así no hago el bien que quiero sino el mal que no quiero. (romanos 7, 15-24)

Pero existe una esperanza: «aún el pecador más grande, si se vuelve hacia mí con devoción total, debe ser considerado un santo. (9,30)

El hombre ha recibido al nacer determinadas cartas: con ellas debe organizar y dirigir el juego de su vida.

Donde no se reconoce a una realidad última, se origina la manía egoista y de ella surge la automutilación. La negación del centro lleva a la desaparición de la circunferencia. Sin un punto firme, el péndulo no puede medir el tiempo. Sin raíces la planta no puede vivir.

 

Extracto del Yoga en el Bhagavad Gita por Walter Gardini. Editorial Kier




Bhagavad Gita: Alegoría

ARGUMENTO:

Se están enfrentando dos bandos guerreros a raíz de una injusticia. Se trata de primos: los cien hermanos Káuravas y los cinco hermanos Pándavas. Los primeros por instigación de su rey Duryodhana se han apropiado mediante un engaño (un juego fraudulento de dados) del reino de Hastinapura. Los otros, después de 12 años de destierro, fortalecidos por el apoyo de algunos aliados han regresado decididos a vengarse y a reclamar la soberanía. Duryodhana rehúsa devolver el reino.

Personajes:

Sanjaya (ministro y secretario) relata fielmente al anciano rey ciego Dhritirashtra (padre de los Káuravas y tío de los Pándavas) lo que sucede en el campo de batalla.

 

Dhiritarashtra

Rey de los kurus. Está ciego y apartado del campo de batalla. Es símbolo de la ignorancia que lleva a las injusticias sociales e individuales. Cuando Krishna se ofreció a otorgarle la vista se rehusó.

 

Arjuna

el guerrero más valiente de los Pándavas con su arco Gandiva, siempre le ha asegurado la victoria.

 

Krishna

es el rey de la tribu de los Yávadas y ha ofrecido a los dos bandos su colaboración. Proponiéndoles elegir entre su fuerte ejército (energía) o la asistencia de su sola persona (conciencia). Krishna es un conglomerado de leyendas, mitos y arquetipos. Nació en un cárcel en Mathura, norte de India. Fue salvado milagrosamente de una matanza de todos los niños de la zona, ordenada por el rey, su tío. Creció en medio de pastores haciéndose pastor, apacentado el ganado y tocando dulcemente la flauta. Las pastorcillas de la ciudad se enamoraron de él. Una de ellas Radha, fue su esposa. También se le identifica como luchador invencible de lobos, tigres, monstruos y demonios. Llegó a gobernar con sabiduría. Perseguido injustamente se retiró al bosque para meditar y confundido por cazadores murió. Ascendió al cielo.

Krishna se asienta en el carro, símbolo del cuerpo. Desde ahí dirige a los dos caballos, uno blanco y otro negro que representan las inclinaciones positivas y negativas del ser humano.

Krishna es el reflejo de la ley divina esculpida en el corazón de todos, es el llamado de la consciencia.

Krishna es el negro según la etimología más tradicional. El color negro es el que absorve y hace desaparecer todos los otros colores. Krishna es sin colores, sin cualidades que pudiesen limitarlo. Arjuna es “el Blanco” quien posee simultáneamente todos los colores, como el rayo de luz contiene el arco iris.

 

LA ALEGORÍA

Ghandi dice que no es un relato histórico. No es la descripción de una guerra entre primos sino entre nuestras dos naturalezas, el bien y el mal.

El campo de batalla donde se libra la guerra se llama el campo del deber (Kurukshetra), o de la justicia. Los desórdenes externos son el reflejo de un desequilibrio espiritual. Las guerras nacen en el alma de los seres humanos. Vivir ese luchar, es aceptar un desafío constante que proviene de la sociedad y del alma de cada individuo. Este es el precio que cada persona tiene que pagar por ser libre.

Los usurpadores son cien, en contra de los cinco Pándavas, pero la verdad triunfa como describe el Mahabharata.

Sanjaya significa el vencedor. El que logra dar un sentido a los acontecimientos y captar el mensaje divino. Es el testigo, quien hace entender y revelar el diálogo entre Krishna y Arjuna, entre el Señor y el hombre.

Hastinapura, la capital del reino usurpado es la ciudad del elefante, de la sabiduría. La guerra es por la conquista de la sabiduría.

El camino es arduo pero Arjuna no está sólo, la presencia de Krishna es garantía de éxito.`

Arjuna hace un alegato en contra de la guerra. Su punto de referencia es la preservación de la ley social y familiar. No lucharé. Mi ser está paralizado por el miedo. Cúal es mi deber. Krishna responde, no cedas a la cobardía. Perteneces a la casta de los guerreros. Debe tomar partido por los indefensos, en contra de cualquier injusticia. Huir o rendirse sería una deshonra. No hay mayor bien para un guerrero que una guerra justa.

La interpretación de Ghandi es conocida: se trata de una lucha espiritual que debe ser librada con toda valentía y decisión en contra de los enemigos representados por los Káuravas que intentan impedir el progreso del alma.

El Gita exhorta a prepararse para la guerra pero sin odios, en un estado de perfecta indiferencia considerando igual el ganar y el perder, la derrota o la victoria. El Gita permite la guerra sólo en determinadas circunstancias. “Si tú no luchas, traicionarás tu deber y habrás pecado”.

El mismo Ghandi escribe en sus comentarios al Gita: matar y ser matado en una guerra (justa) es mejor que ser cobarde.

La crisis de Arjuna: Hay que aceptar que debe caminar en la oscuridad. El héroe en todos los mitos, debe pasar por la noche, encontrar una puerta en un muro que carece de aberturas, subir al cielo por un pasaje que no se abre sino por un instante, etc. Es necesario pasar por una gran duda, crisis o muerte para llegar a la gran vida. Cuando uno ha aceptado la muerte física o psicológica puede mirar la vida con ojos nuevos.

Arjuna debe pasar de un punto de vista humano, centrado en el interés y en el amor humano a otro donde prima la voluntad divina, la ley eterna. Es pasar del ego al ser.Hay que transformar el pensar, el querer y el actuar. Arjuna tiene nacer de nuevo, el segundo nacimiento. Lo que es finito debe desaparecer para que aparezca lo infinito.

Ghandi: todo ser humano tiene, en un momento u otro, que sufrir un conflicto de deberes, un vuelco en el corazón. Se da una conversión.

El héroe debe comprender que la apertura hacia los valores superiores no exige la negación de las realidades mundanas. Krishna pide a Arjuna que renuncie a todo lo más precioso y más querido que tiene (como Dios pide a Abraham el sacrificio de su único hijo).

Coomaraswamy: El simbolismo del campo de batalla va mucho más lejos. A pesar de la crítica prevaleciente sobre el amor y la paz (que ignora las verdaderas cosas que hacen el amor y la paz), debemos recordar que existe algo tal como la guerra justa en verdad la guerra justa y santa. Existe tal cosa como el mal en el mundo y lo que es opuesto. (Recordemos que Krishna llama a los enemigos de Arjuna «malintencionados» y «criminales» y a la guerra «legal»). No estoy sugiriendo que las guerras modernas, basadas como lo están en nuestras «codicias y avaricias». (San Pablo), en imperativos económicos, sean justas o santas. Sin embargo, el Antiguo Testamento está lleno de ejemplos de guerras justas y santas, y David es un ejemplo del héroe que debería estar en todos nosotros. Ahora bien, si vamos a tener guerras justas, entonces deberíamos tener soldados justos y santos, y ellos a su vez, deberán no sólo luchar, sino luchar bien. Arjuna, el héroe del Gita es un guerrero, pero él es más que un guerrero, él representa a cada uno de nosotros. No sólo hay una pequeña porción de guerrero en cada uno de nosotros, sino que más aún, las palabras dirigidas por Krishna a Arjuna están dirigidas a todos y a cada uno de nosotros cuando nos encontramos abatidos y «confusos» en el campo de batalla.

Se dice que el Profeta Mahoma, al regreso de la batalla dijo a sus seguidores: «Habéis luchado con éxito la pequeña jihad (guerrasanta); ahora debéis luchar la gran jihad, dentro de vosotros mismos». El simbolismo de la guerra, ya sea una lucha entre dos ejércitos opuestos, o entre dos gigantes, entre David y Goliat, o entre San Jorge y el Dragón ha sido siempre un símbolo de esa real lucha interior. Todos estamos destinados a ser caballeros de la tabla redonda y llamados a salir en busca del Santo Grial.

Para entender finalmente la escena, debemos examinar el carro que es un simbolismo común no únicamente para las tradiciones Hindú y Budista, sino que también se encuentra en Filón (Leyes, 898 d) y Platón (Fedro, 247 c). El carro representa el vehículo psicofísico en el cual según nuestro conocimiento de «quiénes somos» vivimos y nos movemos. Los caballos representan a los sentidos, las riendas su control. Si a los caballos se les consiente escaparse de la dirección de la mente, el vehículo se extraviará. Pero si los caballos son dominados y dirigidos por la mente según su conocimiento del Sí, el Atman, que en nuestra historia es Krishna, entonces y únicamente entonces puede ella continuar adelante su propio curso.

La vida del guerrero requiere entrenamiento y el soldado debe aprender tanto a manejar sus armas como a conducir sus caballos. Hemos venido a ser sin embargo una sociedad «blanda». No nos gusta el trabajo duro. Hemos olvidado cómo caminar en los caminos de nuestros padres y hemos construido para nosotros mismos una serie de ídolos de oro, tales como «progreso», «la perfección de la sociedad (sin Dios)», el éxito y la prosperidad económica. Hemos confundido el amor con la concupiscencia porque vemos nuestra autosatisfacción en la saciedad de nuestros deseos y la llamamos felicidad. Aquellos que deseen oír una descripción del hombre moderno, deben leer el capítulo dieciséis del Gita. Hemos olvidado que «el hombre no vive sólo de pan» y hemos apartado nuestras caras de la Palabra de Dios. No buscamos ya las Escrituras porque no tenemos ni ojos para ver ni oídos para oír. No buscamos ya y nos quejamos amargamente de no encontrar. Porque si no pedimos, no podemos esperar recibir. Se requieren algo más que claves para comprender las Escrituras. Como San Agustín, nosotros debemos creer para que podamos comprender, y debemos comprender lo que creamos. Concluyamos con las palabras finales de Krishna en el Gita:

«Y quien lo escuche, lleno de fe y libre de malicia (mala voluntad), también será liberado y alcanzará los mundos felices de los rectos». Esperanzadoramente respondamos como Arjuna: «Mi ilusión está destruida, y por Tu Gracia, oh Dios, he recobrado mi presencia de espíritu. Me siento firme (confirmado) y mis dudas han desaparecido. CUMPLIRE TUS PALABRAS» .

 

Extracto del Yoga en el Bhagavad Gita por Walter Gardini. Editorial Kier

 

 




Bhagavad Gita: Acercamiento histórico

Texto

forma parte del Mahabharata, La gran guerra de los Bharatas. 90000 estrofas.Escrito en el siglo IV a.C.

La Gita está escrito entre el siglo IV y el II a.C., probablemente incluido después en el Mahabharata. Escrito en sánscrito consta de 700 estrofas, 18 capítulos atribuido al legendario Vyasa. El texto no es homogéneo y es posible que se hicieran añadidos en los primeros siglos de la era cristiana.

Bhagavad Gita: lucha de dos grandes familias, los Káuravas y los Pándavas, estrechamente unidos por vínculos de sangre. Norte de la India, orillas del Ganges, en la antigua Bharat.

Gita y Yoga Sutras

La Gita y los Yogas Sutras de Patañjali tienen muchos aspectos comunes. Su punto de partida es la crisis existencial, el dolor universal, el malestar mental y el temblor del cuerpo para Patañjali; el ser humano desalentado que, con lágrimas en los ojos, declara su derrota y rehúsa seguir adelante, en la Gita. También es idéntico el punto de llegada, el nacimiento del Espíritu, el ser humano liberado de los engaños y las seducciones del mundo y las apariencias.

Patañjali es un psicólogo agudo y penetrante, el anónimo autor de la Gita es un poeta y un místico. Patañjali  hace hincapié en las prohibiciones y las reglas. La Gita pone el acento en el amor y en la devoción. Patañjali sigue fiel al Samkhya, la Gita es un sincretismo. Para Patañjali la devoción a Isvhara es opcional pues el ser humano se salva sólo con sus fuerzas. Para la Gita, Krishna es todo. Por eso la Gita ha tenido más éxito que los aforismos.

Síntesis

La Gita es una doctrina ética, síntesis de varios caminos para ir desde la orilla del tiempo, es decir, del sufrimiento, a lo eterno y la felicidad. Son respuestas a los problemas de la vida.

La Gita es verdaderamente una síntesis del pensamiento de la India. Reconoce y cita a los Vedas, a las Upanishads, al Budismo, al Shamkya, aparte del Yoga. Acepta todas, no obstante las contradicciones y las hace trascender.

Vedas

«sabiduría divina». A finales del segundo milenio a.C. Primeras manifestaciones del pensamiento indio. Dioses vinculados a los fenómenos de la naturaleza. Invocación y oraciones. Apaciguan a los dioses con sacrificios rituales. Ya existe la división de castas.

Upanishads

«doctrinas secretas». aprendidas en contacto con el maestro. Tradición oral. A partir del siglo IX a. C. Ya no se habla tanto de los dioses en el cosmos, se pasa al microcosmos, la del ser humano, la de su naturaleza. Los cientos de dioses se unifican en un sólo principio supremo, Brahman. Todo nace y vuelve a él. El atman de cada individuo proviene de él.

Budismo

Buda, el iluminado. Siglo VI a.C. Se niega a definir el principio último. Le interesa el misterio del alma humana. Habla de la raíz del dolor causado por el deseo de poseer, por el odio y la ignorancia. El deseo se extingue con el desapego a través de la meditación. Para llegar al nirvana, una quietud absoluta.

Samkhya

Uno de los seis sistemas filosóficos o dársenas de la India. Consolidado hacia el primer milenio a.C. Asociado con la cultura aborigen antes de la invasión aria. Enumera los 25 elementos constitutivos del universo a partir de dos principios eternos y complementarios, espíritu (Purusha) y materia (prakriti).

Yoga

Tercer milenio a.C. Codificado por Patañjali. Es una adaptación práctica a los principios del Samkhya. Ocho grados para llegar a la iluminación, samâdhi.

La Gita trasciende el dualismo del Samkhya porque materia y espíritu son dos aspectos de lo supremo.

Sincretismo

Se presenta a Dios como personal y como impersonal, se alaba la no violencia y se incita a la guerra, tolerante a los cultos pero se les considera imperfectos. Por eso no es un texto fácil.

Aunque nombra a los dioses védicos y les da valor, los considera inferiores a Krishna, del cual los demás dioses son una manifestación.

Realmente es un sincretismo. Quizá es propio del pensamiento indio en asociar diferentes puntos de vista en vez de elegir uno.

El dios que describe no es sólo el Brahman supremo, inefable e incognoscible, sino Krishna, el dios que baja del cielo y se alía con Arjuna en su momento más difícil haciéndose guía y pedagogo. Arjuna encarna los temores, las luchas y las inquietudes de toda persona.

Krishna se da a conocer como padre, madre, amigo, amante y maestro. No conoce distinción de clase. No favorece ni desprecia a nadie. “Aún el pecador más grande, si se vuelve hacia mí, puede transformarse en un santo”. “Cualquier ofrenda de hojas, flores, frutas o agua hecha por un alma ferviente, yo la acepto”. Krishna es el auriga divino.

Supervivencia del Hinduismo

Es decir, la religión no es algo excepcional para ermitaños, los que ayunan o los que conocen los textos sagrados. Es el alma de la vida de todos los días.

Este mensaje infundió un nuevo espíritu a la religión tradicional, la hizo más accesible a las masas populares y garantizó la supervivencia del Hinduismo, en un momento en el que el Budismo estaba desplazándolo.

 

Extracto del Yoga en el Bhagavad Gita por Walter Gardini. Editorial Kier

 

 




Bhagavad Gita: La visión del Yoga

Recurre al Yoga y levántate”, es la consigna de Krishna. Se califica al Yoga como eterno, antiguo y misterioso.

 

“No hables nunca de esto a quien no conoce la austeridad, a quien no posee la devoción, ni tiene interés por escuchar, como tampoco al que se burla de mí”. Así uno sabe que está tomando posturas anticonvencionales y desafiando opiniones corrientes, pero no retrocede,

Cómo entiende la Gita el Yoga:

Es una disciplina para una integración. El logro de una armonía entre cuerpo, mente, voluntad y espíritu. El yogui es un caminante, es decir, alguien que practica y hace ejercicios y no está orientado hacia la teoría como los discípulos del Samkhya.

El yoga es el equilibrio de la mente (común a los Yoga Sutras).

Es el método del conocimiento intuitivo (Jñana).

Es la habilidad en la acción (Karma).

Es la disciplina de la devoción(Bhakti)

Es la desconexión con el dolor.

 

Krishna habla del Yoga integral como:

eterno: en armonía con la naturaleza de Dios. El Yoga plantea interrogantes universales sobre el sentido de la vida, del dolor y la muerte.

antiguo: En el Yoga hay un mensaje común a los sistemas filosóficos más valiosos de la humanidad.

misterioso: Ya que el Yoga necesita de una iniciación, de un entrenamiento y una seriedad.

 

Al igual que Patañjali recomienda ejercicio y desapego. Lograr el perfecto equilibrio y la indiferencia entre los opuestos.

Presenta el Jñana Yoga que “como una espada corta las dudas y los males que nacen de la ignorancia”. Captar la presencia viva del Ser en los seres, del Uno en lo múltiple, lo indiviso en lo que está dividido.

Los medios para alcanzarlo son una progresiva purificación interior y la gradual mediación de los sentidos, las ideas y las palabras. Hay que adquirir nuevos ojos imparciales, el ojo divino para ver y juzgar al mundo como lo ve Dios.

Para evitar la huída que el Jñana podría inducir y buscar refugio en lo eterno y feliz, el Gita propone un yoga comprometido en la acción (karma). Hay que llegar a la inacción en la acción, ser instrumentos que se dejan llevar por la energía omnipotente de Dios. Pero a esta meta no se llega sin la fuerza de la devoción y del amor (bhakti).

Como todo amor verdadero no admite divisiones, es una entrega total y exclusiva, entre el Amado divino y el amante humano.

Con frecuencia el Gita habla de paz y serenidad pero sólo como fruto de la unión del ser humano con Dios, de la sombra humana con la luz divina.

El YOGA INTEGRAL es una unión armoniosa de todos los elementos del ser humano: dominio de los sentidos, equilibrio de la mente, habilidad en la acción, plenitud de amor en el corazón y felicidad en la profundidad del ser.

Quien realiza este ideal no huye del mundo, encuentra a Dios presente en todas las criaturas, en todos los acontecimientos y se entrega a la acción para el bienestar de la humanidad. Halla la perfección no en el aislamiento sino en la sublimación del vivir humano. La responsabilidad de comprometerse para el triunfo de la Verdad y del Amor.

Coomaraswamy: Se puede hablar del yoga del conocimiento (Jnana-yoga), del yoga del amor (Bhakti-yoga), o del yoga de la acción (Karma-yoga), pero se debe recordar que, como lo expondría un teólogo cristiano, no se puede amar sin conocimiento como tampoco se puede realmente conocer sin amar.

Krishna le dice a Arjuna que no es el mero vivir y morir del individuo lo que es importante, ya que en cada individuo hay un centro interior, el Atman (literalmente «aliento» o «espíritu») que puede ser «conocido».

A través de todo el Gita se pone gran énfasis en el concepto de realizar nuestras tareas sin apego a los frutos de nuestras acciones. En términos cristianos esto se llamaría «el Santo Abandono» y «la Santa indiferencia». El hindú con su creencia en el sistema de castas, en su dharma, es instruido por Krishna para «realizar constantemente la acción que debe hacerse sin ningún apego; así el hombre alcanza la Acción Suprema». El abad Lehodey nos dice que «toda perfección, toda santidad consiste en cumplir fielmente lo que Dios quiere de nosotros», y Santa Gertrudis dice: «debemos imitar la santa religión aplicándonos a nosotros mismos con humildad y fervor lo que Dios quiere de nosotros según nuestra vocación, y no debemos pensar en descubrir otra forma y camino mejor para llegar a la perfección aquella ya señalada… y en verdad, ya que Dios mismo es quien ha elegido por nosotros nuestro estado de vida, y los medios para nuestra santificación, ciertamente nada más puede ser mejor para nosotros, nada puede ser ni bueno, fuera de nuestro estado y nuestros medios». Pero ¿cómo deberá realizarse nuestra acción? Según Lehodey, «con la Santa Indiferencia», no indiferencia hacia Dios, sino hacia los frutos de nuestras acciones. Como Krishna instruyó a Arjuna: «renunciando a todas las acciones por Mí, con tu pensamiento fijo en el Atman, estando libre de esperanzas, libre de egoísmos, desprovisto de emoción, de tus luchas… toma refugio en la devoción (amor) hacia Él (Dios) y abandona los frutos de todas las acciones, sé autocontrolado». San Francisco de Sales nos dice que «abandonar nuestra alma y abandonarnos a nosotros mismos significa ni más ni menos que privarse uno mismo de la propia voluntad a fin de entregársela a Dios». San Alfonso de Ligorio nos dice que «aquél que permanece unido a la voluntad de Dios vive y salva su alma; aquel que prefiere seguir su propia voluntad muere y se pierde».

Extracto del Yoga en el Bhagavad Gita por Walter Gardini. Editorial Kier

 

 

 




Boomeritis

El narcisismo incrustado en la generación que quiso salvar el mundo

 

Boomeritis es el título del último libro de Ken Wilber. El autor ha querido darle al texto la forma de una novela. Es la primera novela de Wilber, aunque no el único libro en el que adopta formatos diferentes al ensayo. “Gracia y coraje” fue su primera incursión en géneros literarios más personales. El “Diario”, pese a su carácter ensayístico, fue una excelente ocasión para volver a acercarnos a un discurso más biográfico. Boomeritis, que estaba destinado a ser una crítica del postmodernismo y su influencia en la vida académica, acabó adoptando este curioso formato. Al parecer, el texto académico resultaba excesivamente aburrido. Según el propio Wilber era un texto crítico y negativo que no aportaba puntos de salida, por lo que decidió reconvertirlo en una novela que escenificase los problemas que la mala comprensión del postmodernismo está provocando entre los miembros de la sociedad.

 

DINAMICA ESPIRAL

La Primera Parte del libro está consagrada a introducir al lector en el punto de vista integral. Para ello utiliza “Dinámica Espiral”, que es una elaboración del “sistema de valores” propuesto por Clare W. Graves (1914-1986), presentado en 1996 por Don Beck y Christopher Cowan en el libro “Spiral Dynamics: Mastering, Values, Leadership & Change” (1996). En 2002, el acercamiento entre Beck y Wilber propició una rápida expansión del modelo y su reconversión teórica como SDi (Dinámica Espiral Integral), pasando a considerarse una herramienta del Instituto Integral.

Wilber ya ha presentado en otros de sus libros la “Dinámica Espiral” y no vamos a exponer aquí el sofisticado y práctico sistema de análisis socio-cultural puesto a punto por Beck y Cowan. Valga como introducción una frase de Graves: “El psiquismo del ser humano atraviesa un proceso de desarrollo emergente y espiralado que se ve jalonado por la progresiva subordinación de las conductas más rudimentarias e infraordenadas a nuevas conductas supraordenadas, al tiempo que van transformándose los problemas existenciales que le aquejan. Cada uno de los estadios, olas o niveles de la existencia sucesivos constituye así un estado que la persona atraviesa en su camino hacia otros estados del ser. Cuando el ser humano se halla centrado en un determinado estado de la existencia, es decir, cuando el centro de gravedad del yo gira en torno a un determinado nivel de conciencia, todo su mundo psicológico, es decir, sus sentimientos, motivaciones, ética, valores, sistema de creencias, visión acerca de la salud y de la enfermedad mental, así como el modo más adecuado de tratarla, sus concepciones y preferencias en torno a la gestión empresarial, la educación, la economía y la política, asume también el aspecto de ese estado.”

(C. Graves:”Sumary Statement: The Emergent, Cyclical, Double-helix Model of the Adult Human Biopsychosocial Systems”, Boston, 1981)
 

La Dinámica Espiral se presenta, por tanto, como una descripción topográfica en ocho niveles de la evolución de las mentalidades (beige, púrpura, rojo, azul, naranja, verde, amarillo, turquesa). No es tanto una tipología, que clasifica por cualidades, sino una topografía, que ordena profundidades. No es algo mecánico sino un diagrama de flujos de pensamiento y sistemas de valores que avanzan por oleadas que chocan y se confunden en el proceso de ser y vivir en el mundo.

Como ya hemos dicho, la Dinámica Espiral se ha convertido en una herramienta integral. La principal aportación del punto de vista integral wilberiano a la espiral es el famoso AQ/AL (todos los cuadrantes todos los niveles). De hecho, Wilber ha reconocido que en Boomeritis se presenta la espiral como un simple modelo escalera (Wilber II) porque una novela “no puede llevar más peso”. SDi es, en la actualidad, una adaptación 4Q/8L que está siendo utilizada en diferentes grupos humanos: grupos religiosos, sistemas escolares, industrias de todo tipo, etc.

La ventaja de un modelo como SDi reside en la posibilidad que se le ofrece al lector de ver el mundo desde una atalaya. Aunque sólo sea desde un punto de vista intelectual el lector puede observar y comprender las dinámicas y conflictos que le habitan y le rodean. Comprender la espiral no da acceso directo a la conciencia de segundo grado amarilla. Seguiremos actuando, según las circunstancias y las necesidades, desde cualquiera de los niveles, pero, si somos honestos y nuestro funcionamiento cognitivo no está muy dañado, tendremos una herramienta de enorme valor para comprender nuestra situación y la del mundo en que vivimos.

 

BOOMERITIS

Con la mayoría de la población en azul (40%), la mayor parte del poder en naranja (50%) y la tendencia creciente a la visibilidad social del verde, los problemas evolutivos se centran en las dificultades en el avance del meme verde y las crisis de transformación de miembros y colectivos de azul y naranja. Dado que todas las perspectivas de primer grado (desde beige a verde) son incapaces de reconocerse entre sí, los problemas fundamentales vienen dados por la incomprensión de los aspectos negativos que necesariamente acompañan cada una de las posiciones. En concreto, la defensa enconada que cada uno de los memes de primer grado establece frente a los otros, como si fueran posiciones alternativas en vez de responder a una lógica jerárquica puede ser una de las causas de la mayoría de las guerras y marginaciones del mundo contemporáneo. Pues bien, Wilber dedica la segunda parte del libro a exponer los argumentos de lo que considera el principal problema actual de la espiral, Boomeritis.

Dejemos que sea el propio Wilber el que defina Boomeritis: “Boomeritis es una versión patológica del meme verde, en concreto, el verde infectado con el rojo. Es decir, la ola principal de desarrollo después de la egoico-racional (o naranja) es la postformal y pluralista (verde). Los muchos aspectos positivos de verde incluyen multiculturalismo, movimientos a favor de la diversidad, conocimiento ecológico, y derechos civiles, contribuciones extraordinariamente positivas. Pero, cada ola de desarrollo tiene su lado negativo o sombra. El lado positivo de verde es su esfuerzo por tratar todos los puntos de vista justamente, y no marginar o excluir ninguno de ellos. El lado negativo es un pluralismo de tierra chata que empieza diciendo que todas las perspectivas deben tratarse con justicia y acaba diciendo que todas las perspectivas deben tratarse igual. Este pluralismo de tierra chata borra toda profundidad, nada es más profundo, superior, más ancho, más íntegro, más compasivo, más afectuoso, o más amoroso. Todo es meramente lo mismo, en las superficies monocromáticas de la tierra chata postmodernista. El ambiente del postmodernismo es, por consiguiente, la ironía interminable. Al decir una cosa, se quiere decir otra, pero bajo ninguna circunstancia se puede albergar una convicción” (Entrevista de Shambhala a Ken Wilber en el momento de la publicación de Boomeritis).

Los Boomers introdujeron este pluralismo chato o plano, pero las generaciones más jovenes-los Holgazanes-X y los Milenarios-Y-crecieron bajo su influencia. Los X (nacidos entre 1960-80) lo manejaron adoptando una actitud más desganada que los Boomer. Al fin y al cabo, si no vale la pena creer en nada, entonces ¿por qué trabajar para algo? Y los Y (nacidos entre 1980 y 2000) tienden a no asumir ningún punto de vista. El comentario que más a menudo se oye actualmente a profesores de universidad es que es imposible conseguir que estos chavales se involucren en ninguna discusión sobre los méritos de un punto de vista particular, porque se supone que todo los puntos de vista son lo mismo. Lo irónico del caso es que esos mismos profesores (Boomers) son los que enseñaron el pluralismo chato para impulsar la agenda izquierdista y acabar con la opresión social–que es enorme. Pero, ese pluralismo no es la manera de acabar con la opresión, sino de consolidarla, porque la noción de que todas las perspectivas son iguales hace que sea imposible criticar cuestiones sociales (por muy injustas que sean), porque se supone que ninguna perspectiva es superior a otra. En lugar de producir una generación de activistas políticos, los Boomers produjeron una generación de inactivos sociales, que carecen de cualquier clase de sentido crítico respecto a cómo llevar adelante una agenda verdaderamente progresista –porque eso implicaría elaborar una serie de juicios y de jerarquías de valores y de perspectivas–que es lo que el pluralismo chato impide.

Si tuviésemos que definir Boomeritis en términos psicológicos podríamos decir que se trata de un punto de vista cultural postmoderno que implica un elevado desarrollo cognitivo insertado en una estructura emocional pobremente desarrollada. En otras palabras, el meme verde hace una regresión al rojo como única manera de defenderse frente al meme azul y al meme naranja. El rojo, recordémoslo, es un punto de vista fuertemente individualista y etnocéntrico. El verde, a falta de mejores razones, defiende su “libertad individual” de lo que considera autoritario o jerárquico (azul y naranja) mediante una actitud típicamente roja, impulsiva y narcisista, que se resume en ¡A mí nadie me dice lo que tengo que hacer!.

De alguna manera, los verdes pretenden hacer valer su punto de vista, igualitarista, pluralista tolerante y mundicéntrico recurriendo al poder (rojo), lo que les hace muy poco creíbles. Es una estrategia que ya hemos visto en otros movimientos “liberadores” o “vanguardistas” a lo largo de la historia. Conquistemos el poder e impongamos nuestras ideas que son las únicas que pueden salvar el mundo. Esta actitud representa muy bien la contradicción inconsciente del postmodernismo mal metabolizado que dice: “Todas las verdades son relativas menos esta”. Algo así como, todos los puntos de vista son igualmente respetables, no hay un punto de vista mejor que otro, por lo que no queda más remedio que ser fuerte y poderoso para que mi punto de vista destaque sobre los demás. En definitiva, sólo queda la guerra como única manera de dirimir las diferencias y establecer un orden.

 

NARCISISMO

La cuestión que me parece más relevante del texto es que la inmadurez emocional, en forma de narcisismo, es la causa de ese enorme bloqueo que impide que la generación que a dado el paso hacia la comunidad mundicéntrica y el respeto universal encuentre la salida hacia la conciencia de segundo grado y, en consecuencia, hacia la paz mundial.

La asignatura pendiente parece ser por tanto la salud emocional. Mientras la humanidad se sigue gastando ingentes cantidades de dinero en ofrecer una educación tecnológica que se supone va a hacernos mucho más felices, la felicidad, que es un “telos” emocional, sigue sin ocupar ningún espacio entre los programas educativos y las reivindicaciones político-sociales. En todo caso, la felicidad se relaciona con lo único que alcanza a ver el “mundo chato”: la riqueza en vez de la sabiduría, la fama en vez de la dignidad, el éxito en vez del respeto a uno mismo, la imagen en vez de la autenticidad, la juventud en vez de la madurez, la limosna en vez de la compasión, la descarga sexual en vez de la relación afectiva, etc, etc, etc. Todo ello apunta a un tipo de sociedad narcisista con muchas dificultades para reconocer al prójimo, más interesada en el nivel de vida que en la calidad de vida y poco dispuesta a limitar su nivel de confort material aunque ello ponga en peligro el equilibrio de la Biosfera. Estas características reflejan la mentalidad de las sociedades económicamente desarrolladas que, en principio, son la vanguardia de la humanidad. Los habitantes de este tipo de sociedades deberíamos de saber que la satisfacción de las necesidades primarias: techo, vestido, alimentos, salud fisiológica, cultura, es condición “sine qua non” para el desarrollo del respeto humano y la armonía emocional. O sea, que el narcisismo es función tanto de factores de la personalidad humana como de fuerzas culturales.

El narcisismo, más allá de su definición de diccionario, es psicoanalíticamente hablando, una etapa del desarrollo libidinal, de la constitución del yo y de la dinámica de relaciones de este con los objetos. Aunque el término ha hecho un importante recorrido por la literatura psicoanalítica que ha influenciado notablemente su recepción por la psicología, no es un concepto unívoco sino que abarca un campo semántico que se extiende desde la normalidad hasta la patología. Hablamos de narcisismo para referirnos a (1) un yo de límites borrosos, para (2) señalar las vicisitudes del sentimiento de autoestima, para (3) nombrar la defensa que impide el contacto con el Otro, la percepción de la alteridad, y para (4) indicar lo que ocurre cuando un exceso de sufrimiento acaba aboliendo una función psíquica, como cuando castigamos o despreciamos a un niño siempre que pregunta hasta aniquilar su apetito de saber, su curiosidad. El conflicto básico de la personalidad narcisista, al igual que el de la cultura narcisista, es la acción sin sentimiento.

El modelo cultural y sus “encarnaciones” individuales dan como resultado personalidades con bastante éxito en el trabajo que se quejan de carencia de respuesta afectiva. Esta descripción permite visualizar una brecha entre el desempeño de esas personalidades en el ámbito exterior y sus sentimientos internos. Esa escisión entre lo de dentro y lo de fuera es algo más que inhibición neurótica. Si llamamos locura a la falta de contacto con la realidad, la personalidad narcisista tiene bastante de locura puesto que está desconectada del cuerpo y las emociones que son su realidad vital y vive, al mismo tiempo, en un alto grado de ensimismamiento o solipsismo.

El sufrimiento de los narcisistas no está determinado, como en las antiguas neurosis, por la culpa, la ansiedad, la fobia o la obsesión. Las personas se quejan de depresión, de vacío interno, de frustración y falta de realización.

Las personalidades narcisistas viven una ambición intensa y fantasías grandiosas al mismo tiempo que profundos sentimientos de inadecuación y dependencia de la admiración y el aplauso externos. Otto Kernberg destaca, además, la incertidumbre e insatisfacción crónicas respecto de sí mismos y la explotación y crueldad, consciente o inconsciente, con los demás. Este autor afirma que los narcisistas no pueden distinguir entre la imagen de lo que creen ser y la imagen de lo que realmente son. En vez de la imagen real de sí mismos que les resulta intolerablemente mediocre, se identifican con una imagen resultado de la fusión del yo ideal, el objeto ideal y las imágenes reales, lo que limita su percepción de sí mismos a una imagen idealizada.

Tan importante en este caso es que sea imagen como que sea idealizada. Es decir, el ente corpóreo se proyecta en la mente como una imagen que se adorna con todo lo que le gustaría ser y tener. El cuerpo y las emociones sólo son escuchadas si refuerzan esa imagen mientras que son rechazadas si la ponen en cuestión. Se vive el cuerpo y las emociones como instrumentos al servicio de la imagen grandiosa de sí mismos. Dado que el yo es algo más que una imagen, es un cuerpo físico animado por sentimientos y capacidades cognitivas, el conflicto básico de la personalidad narcisista es la discrepancia entre la imagen idealizada (ego) y el yo (unidad organísmica animada). Esa discrepancia es mínima en el caso del fálico-narcisista, más próximo de la normalidad neurótica, y va aumentando en el carácter narcisista, la personalidad limítrofe, la psicopática y la paranoide. En definitiva, el narcisismo adopta la forma de una gama con diferentes grados de pérdida o reducción del yo.

Como es sabido, a partir de mediados del siglo XX un grupo cada vez más amplio de psicoanalistas, especialmente anglosajones, comenzó a elaborar reformulaciones de la teoría freudiana que ponían en cuestión la teoría de los instintos, base del psicoanálisis ortodoxo. Entre ellos, Heinz Kohut, propuso una teoría del narcisismo en la que afirmaba que las cuestiones fundamentales del desarrollo y la patología no dependen tanto de los conflictos entre deseos instintivos (ello versus superyó) sino del desarrollo de un sí-mismo integrado y coherente que proporciona un claro sentido de identidad, con capacidad de expresar sus talentos y aspiraciones mediante intereses, valores y metas, y con capacidad de relación. Para Kohut, el desarrollo no es una cuestión de dejar atrás el narcisismo sino de llevarlo a formas más maduras.

El narcisismo se ha ido convirtiendo así en un factor del desarrollo de la conciencia individual cuasi independiente. Podríamos decir que la capacidad de amar del individuo va evolucionando del amor de sí mismo al amor de los objetos. El desarrollo de un ser humano en relación requeriría de un sentimiento de autocomprensión, más o menos necesitado del refuerzo externo, y de una tendencia hacia los objetos que exigiría para su realización de capacidad de confianza e intimidad. En este sentido puede ser de gran utilidad la aportación de la teórica feminista Carol Gilligan para quien el proceso de desarrollo individual y colectivo supone una expansión de la conciencia que implica la correlativa disminución del narcisismo. Gilligan propone que el desarrollo moral femenino pasa por tres etapas: egoísta, respeto a los míos y respeto universal, que en términos de Wilber serían: egocéntrico, etnocéntrico y mundicéntrico. Pues bien, el problema de Boomeritis es que pretende convencer al resto de su punto de vista verde-mundicéntrico, usando una estrategia roja-etnocéntrica.

Resulta irónico que un punto de vista tan sofisticado como el verde acabe recurriendo a impulsos tan poco profundos como el rojo. Fueron las mismas cualidades que lo elevaron por encima del “mal meme naranja” (la gran patología del planeta desde hace tres siglos), las que han acabado por convertir al mal meme verde en el principal problema evolutivo actual. Aunque verde tiene entre sus cruciales aportaciones su énfasis en los derechos individuales, la protección del medio ambiente y la conciencia política de la marginación en todas sus formas, su exageración ha tenido consecuencias nefastas que Wilber analiza en la segunda parte del libro y que centra en torno a cuatro grandes cuestiones: la ecología, el feminismo, la espiritualidad y el postmodernismo.

 

POSTMODERNISMO

El Postmodernismo aportó verdades importantes para el desarrollo de la espiral:

1.- El Construccionismo, para el que nuestra percepción del mundo es, en parte, construida.

2.- El Contextualismo, según el cual, el significado depende del contexto.

3.- El Pluralismo que pretende no privilegiar ni marginar ningún contexto ni interpretación .

Estas nobles verdades han sido desvirtuadas por el extremismo postmoderno que las ha convertido en:

1.- Todas las verdades son construidas y yo me construyo la mía.

2.- No hay verdades más universales que otras, por tanto la mía tiene el mismo valor que cualquier otra.

3.- No privilegiar ni marginar se convierte en una defensa a ultranza de la diferencia.

Esta mala comprensión provoca un relativismo extremo que conduce al nihilismo, la falta de jerarquía conceptual y la desorientación intelectual.

El fenómeno es parcialmente inconsciente y consecuencia de un tipo de razonamiento unidimensionalmente crítico cuya intención es sentirse especial, diferente (narcisismo). Esta cita de la revista “The Sciences” citada por Wilber en el Diario expone acertadamente este desatino del pensamiento: “Uno parte de la convicción de que pertenecer a un grupo le proporciona una experiencia que le une a los demás miembros del mismo (aun cuando no los conozca) a la vez que le aleja de las personas que no pertenecen a él (por más amigos íntimos o parientes que sean)

Luego asume que sus esfuerzos, humillaciones y triunfos personales constituyen una versión de las luchas sociales en las que ese grupo se halla inmerso (de modo que lo personal se convierte en lo político)

En tercer lugar, comienza a afirmar que los intereses de su grupo están siendo soslayados o masacrados, de modo que hay que pasar a la acción transformando, por ejemplo, la forma en que el grupo es percibido por quienes están fuera de él”.

(David Berreby, The Sciences)

Este proceso constituye lo que podríamos denominar pluralismo alienado que es la creencia de que la aceptación de mi grupo depende de la acusación y culpabilización sumaria del grupo cuya aceptación busco.

El verdadero pluralismo es universal. Hay que empezar a construir por los factores y estructuras profundas que unen a los seres humanos –todos sufrimos y gozamos, todos reímos y lloramos, todos experimentamos placer y dolor, asombro y remordimiento; todos tenemos la capacidad de articular imágenes, símbolos, conceptos y reglas; todos tenemos doscientos ocho huesos, dos riñones y un corazón (con sus salvedades correspondientes). Sobre este sustrato se agregan todas las preciosas variantes culturalmente construidas y otras estructuras superficiales que configuran los grupos y los individuos, todos diferentes, todos especiales y todos únicos. Pero si se empieza con las diferencias y el pluralismo, y no se tiene en cuenta lo más universal, se acaba inmerso en un pluralismo alienado que puede devenir “revival” etnocéntrico, feminismo antimasculinista o ecologismo retroromántico.

Cualquiera de estas formas de la alienación supone situarse en una postura “mesiánica” y acusar a algún Otro de opresor. La novela de Wilber recoge numerosos ejemplos, a cual más jugoso, de lo que denomina “la excusa del abuso”, “la cultura de la queja” o “el chip de víctima”. Como hemos visto anteriormente, uno de los rasgos característicos del narcisismo consiste en atribuir a los demás la culpa de los problemas y preocupaciones propios, por lo que ese narcisismo incrustado se hace visible en los nacionalismos, el feminismo y algunos movimientos ecologistas. Es curioso cómo las mejores intenciones se convierten, cuando se mezclan con los dramas personales, en actitudes sectarias que dividen la sociedad de forma maniquea en buenos y malos, opresores y oprimidos, justos y pecadores.

Como ya hemos dicho, el meme verde trajo consigo grandes avances hacia el respeto universal como el énfasis en los derechos individuales, la protección del medio ambiente y la conciencia política de la marginación en todas sus formas. Muchos de esos vanguardistas verdes dedicaron su vida a trabajar sobre dichas injusticias pero su “causa” se tornó tan unidireccional que muchos de aquellos movimientos nacionalistas (indigenistas), feministas, o ecologistas adoptaron expresiones marcadamente fundamentalistas que arrastraron tras de sí a muchos púrpuras y rojos adultos además de a muchos jóvenes rojos que debido a su estadio evolutivo sintonizan con ese tipo de reivindicaciones aparentemente heroicas. En estos casos, el narcisismo se asienta en el sentido de pertenencia a un grupo “especial” que ha sido injustamente tratado. Identificarse con el grupo “especial” apoyándose en el hecho diferencial y consagrar la vida a “resistir” como diferentes, tal es la “causa” de los jóvenes rojos arengados por justificaciones y racionalizaciones verdes desorientadas. En tales casos, la diferencia ha pasado a tener más sentido que la identidad. El objeto adopta una función narcisista y se convierte así en algo que separa, enfrenta, se es diferente “contra otro”. Las personalidades narcisistas desprecian profundamente a los que no son como ellas. Ya sea que no tienen sus características físicas, sus orígenes, sus apellidos, su lengua o su cultura, los otros son seres inferiores o equivocados y sólo son dignos de respeto si se adhieren al grupo. En esos casos, la diferencia lleva a la máxima etnocentrista: “yo con los míos tengan o no razón”. Esa actitud etnocéntrica no permite el abrazo mundicéntrico. La identidad basada en la diferencia no deja ver lo idéntico. Uno de los más lúcidos psicólogos contemporáneos, Jerome Bruner, ha señalado que para no perdernos en lo relativo, construido, diverso o diferente, debemos aplicar la unitas multiplex, es decir, tener en cuenta tanto los rasgos locales o superficiales de la existencia humana como sus características universales profundas. El pluralismo alienado sólo puede ver multiplex.

 

CONSTRUCCIONISMO

El construccionismo vino a desvelar que la noción de “verdad” es, en muchos sentidos, construida de forma más o menos arbitraria, cambiante, culturalmente relativa e históricamente determinada. Esta interesante “verdad”, cuando pretende su aplicabilidad general y sin límites cae en flagrante contradicción consigo misma. Jürgen Habermas o Karl Otto-Apel ya habían advertido de la contradicción performativa en que incurre el relativismo extremo, y lo mismo hicieron, entre otros, Searle (al demostrar que, para que una realidad socialmente construida funcione, debe descansar en verdades objetivas), Peter Berger (que relativizó la visión relativista, derrotándoles así con sus propias armas) y Charles Taylor (demostrando que la pretensión antijerárquica de los relativistas no deja de basarse en una jerarquía). Pongamos como ejemplo el feminismo boomeritis el cual considera que toda realidad es una construcción social y, por tanto, que la diferenciación sexual no es real sino el resultado de una serie de convenciones arbitarias impuestas por el poder masculino (patriarcado) con el propósito de oprimir a las mujeres. Un análisis asentado en la dinámica evolutiva debería empezar por asumir que el sexo es una función fisiológica que, en cierta medida, va más allá de la supervivencia individual puesto que su objetivo es la supervivencia colectiva (familia, clan, tribu, especie). Dicha función la compartimos con muchos seres y nos une especialmente con los mamíferos. La autoconciencia, como característica exclusivamente humana, no evita o anula la determinación biológica sino que esta va adoptando formas diferentes a lo largo del despliegue de la espiral. La vida es la que nos construye y la ideología (feminismo) es un mero intento de modificar algunas de las condiciones de la vida. Cuando la ideología, que es un proyecto mental, se introyecta, la vida se reduce al ideal, es decir, las necesidades corporales y emocionales se supeditan al ideal de relación.

Cuando la práctica sexual se carga de Eros (esa energía sentida pero poco medible), el macho y la hembra se convierten en amantes. La sexualidad, como práctica de la función biológica ligada al erotismo conserva el gesto animal. Está el que empuja y el que se abre, el impulso y la receptividad, el principio activador y la pasividad o espera confiada, la autonomía y el respeto. El principio activador se mueve hacia el cambio, hacia otro estado, el principio receptor permite que las cosas sucedan y que el proceso fructifique. Así es como macho y hembra se convierten en masculino y femenino. Con ese salto de la biosfera a la noosfera el imperativo biológico se convierte en juego amoroso. Y, el juego, permite intercambiar los papeles. Tanto los hombres como las mujeres representan ambos principios en diferentes grados, proporción, organización, etc. Los movimientos son complementarios. El salto de la biosfera a la noosfera implica también renunciar al esencialismo según el cual para hablar de lo femenino hay que ser mujer sometida, para hablar de los pueblos oprimidos hay que ser indígena oprimido o para hablar de la homosexualidad hay que ser homosexual marginado. La identificación esencialista con el rol de víctima es especialmente insidiosa porque recuperar la autoestima supondría perder el estatus, los derechos y la pretensión de recibir un trato de favor.

Ya hemos visto cómo la resistencia puede ocupar la plaza del impulso activador provocando un bloqueo del flujo relacional que responde a un ideal narcisista, seguir sintiéndose especial negando la alteridad. La resistencia produce el estancamiento de la onda y el placer del que resiste queda muy mermado. A ello hay que añadir la perplejidad del que se abre, ante una actitud que no impulsa sino que simplemente resiste.

Frente al abrirse está el cerrarse que puede ser parte del juego, como en el cortejo, pero que puede convertirse también en una forma de resistencia activa. En este sentido, la ambivalencia sería la forma de resistir de lo femenino. La actitud de cierre constituye otra forma de negación de la alteridad. El narcisista no alcanza a diferenciar entre el objeto anhelado y el objeto encontrado porque no hay un reconocimiento del otro como otro. Aceptar la alteridad, ese otro del cual puedo depender o puedo necesitar, es un proceso de duelo de la omnipotencia y autosuficiencia narcisista. Puedo sentir que entregarme a otro me provoca una enorme cantidad de angustia y sufrimiento o, a la inversa, la distancia respecto al otro puede resultarme intolerable. Hay personas con poco compromiso afectivo que cuando traspasan cierto umbral se desorganizan. Si consideramos al yo como un proceso de autoorganización permanente, un sistema abierto, podemos decir que cuanta más patología, más cerrado el sistema. El solipsismo es otra de las marcas del narcisismo.

No cabe duda de que uno de los principales problema que afecta a las sociedades desarrolladas es la violencia sexual, es decir, la pedofilia, lo que se ha dado en llamar “violencia de género” y otras variedades de la imposición de un ser humano sobre otro por razones sexuales. El libro que estamos comentando recoge una variada gama de casos y datos que vienen a confirmar que hay tanto mujeres como hombres oprimidos por razones sexuales. Por citar un solo caso mencionaré la investigación realizada por el FBI basándose en la prueba de ADN que vino a demostrar que una de cada tres acusaciones de violación es falsa lo que significa que hay muchos miles de hombres pudriéndose en las cárceles por delitos que no cometieron. La solución no consiste en sumar abusos de uno y otro lado o hacer una especie de campeonato de la vejación sino en reconocer que los valores etnocéntricos femeninos son tan destructivos como los valores etnocéntricos masculinos y que, desgraciadamente, hay muy pocas personas (tanto hombres como mujeres) que hayan alcanzado los niveles mundicéntricos de la conciencia. La verdadera dialéctica no es la que tiene lugar entre hombres y mujeres sino entre conciencia de primer grado y conciencia de segundo grado para lo que necesitamos valores mundicéntricos tanto masculinos (autonomía integral) como femeninos (respeto integral).

 

EL EMPUJE HACIA AMARILLO

Volviendo a la espiral, encontramos que los niveles impares son de impulso individualista y los pares de relación colectivista. Mientras que en los aspectos colectivos, verde ha hecho una gran aportación a la humanidad, parece que el mal meme verde ha condenado la impulsividad y la asertividad como si fueran restos a superar de azul y naranja. Como para el “yo sensible” verde cualquier manifestación de autoridad y jerarquía son formas de opresión, el mal meme verde sólo puede ver rojo cuando contempla el punto de salida amarillo. Cuando para salir del ensimismamiento igualitarista verde, amarillo presenta un tono polémico, el “yo sensible” verde, para el que las formas lo son todo (la forma es lo que determina si se es sensible o insensible) reacciona agresivamente.

Como hemos visto cuando hablábamos de “la cultura de la queja”, durante las tres últimas décadas boomeritis ha proclamado un aluvión de derechos egocéntricos y etnocéntricos disociándolos de sus correlativas responsabilidades, ha escindido autonomía y respeto. El principio femenino se pervierte cuando en la pareja uno de sus miembros otorga el principio activador al otro por miedo o pereza de asumir responsabilidades. Eso no es entrega sino rendición, abandono, sometimiento. Cuando el principio femenino funciona como parásito que no asume sus errores ni está dispuesto a aprender de ellos, el resultado es mayor miedo a la vida y al principio masculino. Miedo a la esclavitud que el propio principio femenino ha creado. Así es como lo femenino se asocia erróneamente al desamparo y la inferioridad. (El principio masculino se pervierte cuando en la pareja uno de sus miembros se desentiende del respeto y se rinde a un inconsciente masculino sumido en la hostilidad, la brutalidad y la cólera. Eso no es amor sino sadismo y crueldad. Por eso lo masculino se confunde con la fuerza bruta y la superioridad. Solo cuando se reconocen y se comprenden las emociones destructivas se toma conciencia de que son mecanismos defensivos innecesarios y reacciones automáticas inconscientes se puede conectar con el poder creativo activador masculino.) Lo que mantiene lejos de la conciencia integral a verde es el rechazo de cualquier jerarquía y autoridad de manera que le resulta imposible tolerar la excelencia, las jerarquías de valor, las visiones de conjunto y todo lo que huela a separación y autonomía, es decir, interpreta el amarillo como maligno y arrogante y, en consecuencia, reacciona con violencia.

El “diálogo”, por otra parte, es la respuesta de verde para solucionar todos los problemas, como si bastara con reunirnos y compartir de un modo respetuoso y sincero lo que nos ocurre para alcanzar la paz y la armonía. Sin embargo, sabemos que el diálogo no tiene nada que ver con los intereses púrpura, rojo, azul o naranja, por lo que se convierte en una forma “amable” de imponer valores verdes al resto de la espiral. Por todo ello, por mucho que la cultura verde insista en que todo el mundo asuma el pluralismo y el multiculturalismo, mientras siga negando azul y naranja, seguirá amputando una dimensión fundamental de la espiral e impedirá que el empuje verde transforme la conciencia de manera que la acción sea más eficaz y rápida, que requiera menos esfuerzo, que el miedo tienda a desaparecer y el organismo emane vitalidad, coherencia y armonía, practicando en el mundo una serena y compasiva sabiduría amarilla.

 

P.D. Por supuesto, el hecho de que una minoría verde (occidental y rica principalmente) arribe a las playas de la conciencia de segundo grado no es el problema fundamental de este mundo. Nuestra atención debe centrarse en el modo más adecuado de alimentar a los millones de seres humano que pasan hambre, alojar a millones de personas sin hogar y mejorar la salud de otros tantos enfermos. También debemos ser conscientes de que si no potenciamos el desarrollo interior por medio de prácticas integrales que atiendan a las necesidades físicas, emocionales, mentales y espirituales de los seres humanos, y les proporcionen herramientas y conocimiento para transformar su entorno, sólo estaremos salvando gente para que puedan acabar destruyéndose entre ellos.




Niyama: Introducción

Yama tiene muy en cuenta que vivimos en sociedad en un mundo determinado. Pero este mundo se parece más a un laberinto que a cualquier otra cosa, con sus meandros burocráticos, sus recovecos de intereses, sus callejones sin salida morales. El iniciado quiere llegar al centro y necesita tomar atajos. Al final, lo importante es que nuestra práctica sólida y permanente no se vea afectada por la aleatoriedad de las circunstancias.

En Niyama aparece la comprensión de que el «enemigo» no está sólo afuera sino también dentro en forma de resistencias, hábitos o dudas. Aquí no está tan presente el otro (al cual no herir, no mentir, no robar, etc) sino uno mismo, el reconocimiento de la propia individualidad y el deber de responder adecuadamente, esto es, de ser responsable. La partícula ni- en sánscrito quiere decir, abajo, cercano, al interior, por eso decimos que Niyama es una atención al interior, propiamente la psicología del Yoga.

En Shauca lo importante no es tanto la purificación del cuerpo como la actitud de apertura a lo sutil. Samtosha nos tiende la mano para agradecer lo que nos trae la vida sin perder la fe. Tapas nos fortalece a través de la disciplina de los envites de los opuestos. Svâdhyâya nos acerca a la voz de la conciencia cultivando la discriminación. Y por fin, Ishvara Pranidhana nos hablar de un absoluto abandono a una inteligencia mayor desde el desapego de nuestros frutos.

Esto es Niyama, un jardín de actitudes, formas de contener nuestra dispersión, para que la capacidad de centramiento en nuestra práctica no sufra. Veámos uno por uno.

 

Por Julián Peragón

 

 




Yama: introducción

Los Yama están en la base de la filosofía yoga. Patañjali los coloca en primer lugar en el ashtanga yoga, yoga de los ocho miembros. Tal vez están en primer lugar porque son restricciones universales que están en todas las tradiciones. Son abstenciones que debe guardar el practicante sencillas pero de una profundidad inmensa. Tal vez nos están queriendo decir que si uno no logra franquear con éxito estas cinco disciplinas difícilmente alcanzará el grado de elevación supremo, la propia realización personal.

Practicar los Yamas prepara la mente y la purifica para el trabajo posterior para el método propio del Yoga. No es un trabajo fácil porque hay mucho de instintivo en la relación con los otros que debemos regular, ¿quién no ha deseado aniquilar al otro cuando ha sufrido una humillación o engaño?. Pero también incide sobre la importancia personal pues ser veraz a menudo va en contra de nuestra imagen glorificada. Lo importante de los Yamas es que no se conviertan en mandamientos estrictos, impuestos desde una moral sea ésta oriental u occidental, lo importante es comprender que las virtudes cultivadas tienen una inteligencia y nos proveen de un tesoro sea éste la pacificación de nuestro entorno, la confianza de los demás o la simplicidad de nuestra vida.

Yama es sociología aplicada, una manera de vivir en sociedad eludiendo las fuertes tensiones de intereses, las batallas de los egos, la cultura del tener o la ideología del deseo. Vivir con más paz y más coherencia, sin envidias o avaricias facilita el espacio contemplativo que propone el Yoga. Veámos cada uno de ellos.

 

Por Julián Peragón

 




Yama: Aparigraha

Si la codicia tiene que ver con una pasión desenfrenada por los bienes ajenos, la avaricia, en cambio, tiene que ver con un desorden en relación con nuestras posesiones. Detrás de la acumulación probablemente se esconde una idea falsa de seguridad y, como no, una expresión de poder de acorde a nuestros valores sociales.

En realidad, tener mucho dinero no es un problema en sí. Estrictamente hablando, el dinero es un medio de intercambio, energía simbolizada de un trabajo hecho. El problema con el dinero es el mismo que con el agua, sino circula se corrompe. El dinero simboliza nuestra forma de manipular la energía, las relaciones o el poder en el mundo. No se trata de decir que el dinero es malo pero tampoco que el dinero es mi amigo. Lo importante es descubrir que, en nuestra sociedad, el dinero es una energía muy densa porque el prestigio está en la cancha del tener y no tanto del ser. Tanto tienes, tanto vales. La percepción que tenemos es que si tienes se te abrirán las puertas.

Debemos estar muy atentos cuando el dinero y las posesiones que de éste se derivan empiezan a ser una carga pesada. Cuando un bien necesita ser cuidado, protegido, atendido, cuando, por otro lado, tememos perderlo, cuando nos apegamos a él, cuando éste sufre un desperfecto entonces nos hace gastar un tiempo imprescindible en nuestro proceso interior, en nuestro camino de realización. Tal vez eso quería decir Jes´sus cuando hablaba de lo difícil que era para un rico entrar en el reino de los cielos.

En la generación de mis padres que vivieron la parte dura de la guerra y posguerra, la despensa estaba siempre a rebosar, síntoma de que el fantasma del hambre estaba todavía vivo. La avaricia que es el poder de retener esconde un miedo al vacío, gastar se convierte en un peligro. Pero está claro que uno puede atesorar billetes, alimentos, coches, pero también viajes, filosofías o relaciones. Como nos recuerda el dicho, sólo posees lo que no puedes perder en un naufragio.

Al final se trata de ir ligeros de equipaje. La propia práctica espiritual requiere estar presente al cien por cien y no pendientes de los movimientos de la bolsa, de que nuestras ganancias no se conviertan en pérdidas.

Vivimos en un mundo lleno de cosas, repleto de artefactos. Un primer mundo ahíto de bienes mientras un tercero se desangra de pobreza. Vamos a las rebajas porque estamos aburridos, porque la inercia ciega del sistema dice produce y consume, no importa para qué. Cuando nuestra vida está abarrotada de cosas, o de lo que sea, la vida pierde frescura, el desorden externo invade el orden interno, lo complejo aplasta lo simple. Aparigraha es encontrar la simplicidad de la vida precisamente para realizarla, de la misma manera que una nota musical coge todo su esplendor cuando hay silencio.

La mano cerrada sólo puede acumular un montoncito de arena pero abierta puede acariciar todo el desierto. Ante la avaricia hay que favorecer el desapego. No identificarse con los bienes pues son transitorios como lo es todo, la misma vida. Si nos soltamos de nuestros aferramientos es posible que aparezca la dimensión sutil de la existencia. Tal vez podamos comprender esa cadena infinita de cosas y seres que maneja el destino. Si no soltamos los bienes ahora, tarde o temprano la muerte abrirá nuestra mano por mucha resistencia que ofrezcamos.

Cuando uno cultiva aparigraha obtiene un gran tesoro, más valioso que el oro, obtiene tiempo, un tiempo que no se agota nunca porque es un tiempo atemporal, un presente eterno.

 

Por Julián Peragón

 




Yama: Brahmacarya

Uno de los motivos por lo que habitualmente eran los niños los que entraban en el monasterio, ashram o lamasería es porque entraban a una edad en la que la sexualidad no había despertado. Y tal vez, dentro de un contexto sin la presencia de mujeres, la explosión del deseo fuera menor, o al menos, más fácil de controlarla o canalizarla.

Es cierto que la fuerza del deseo sexual es imparable y que, al menos aquí en Occidente, de la mano de la Iglesia Católica, se convirtió en un terrible monstruo tenebroso que había que reprimir. La alegría fue sospechosa, el placer negado, el cuerpo lugar del pecado, y la mujer la incitadora de todo ello. Pero no podemos olvidar que en Oriente la sexualidad siempre ha formado parte de la vida y que, en sí misma, no era pecado. En el hinduismo los dioses se representan con sus consortes, ellos (y ellas) también gozan. Uno de los cuatro medios o fines en la vida es kama, la obtención de placer y satisfacción en la vida, eso sí, había que intentar no caer en la desmedida. En el tantrismo el placer y la sexualidad son medios para acercarse a lo divino. Se llega a simbolizar la realización del individuo como las bodas divinas ente Shakti (energía) y Shiva (conciencia).

A menudo se traduce brahmacarya como castidad. Tal vez tenga sentido dentro de un contexto monacal pero es preferible traducirlo como contención o moderación. Algo que indica que hay que apagar el fuego de las pasiones, o al menos, bajar su intensidad. Sobre el celibato impuesto por las doctrinas eclesiásticas cuando no hay una verdadera transformación del individuo ha corrido mucha tinta. El sentido común nos indica que si se reprime una energía tan potente como la sexual sin aparecer una elevación de la conciencia, habrá perversión, agresividad, manipulación. ¿Qué hay de malo en que los sacerdotes se puedan casar y así, desde su experiencia, poder aconsejar a sus fieles en esa gran porción del pastel de conflictos que son los problemas de pareja y las dificultades de educación de los hijos?

Probablemente tengamos tres caminos delante del deseo. Dos de ellos disfuncionales, los caminos que nos llevan a un extremo, bien sea a través de la negación que cursa con la represión que todos conocemos, o bien hacia el exceso, hacia una erotización o lujuria. La tercera vía es la vía del medio, es la vía del diálogo donde en vez de negar la fuerza del deseo se hace transitar hacia cotas más elevadas. Porque, en definitiva, el problema con el deseo no es tanto su fuerza como su concreción en un objeto, la literalización en una imagen. Eros es un dios, y como tal divino. El deseo nos recuerda que lo infinito no puede reducirse nunca a una forma transitoria donde se sujeta. La identificación con la forma, sea ésta una cosa o persona, es fuente de sufrimiento. Por eso, cuando has conquistado algo tan deseado, entonces misteriosamente el deseo emigra hacia otra parte. El deseo no se deja fijar, no se deja tampoco manipular, y más bien, es él el que nos manipula otorgándonos las sobras del placer.

Así la sexualidad debe dejar la cuna biológica, reproductiva, compulsiva, de pura satisfacción, para adentrarse en el terreno humano, de intercambio, de sensibilidad y amor y dar un salto hacia la trascendencia del ser. Brahmacarya viene a poner un cartel de atención en nuestras vidas: “no te dejes arrastrar por una espiral de deseo que no tiene fondo. No dejes que esa marea pasional e instintiva te lleve como una hoja de una circunstancia a otra, de una tentación a otra mayor”.

Hay una salida, pero no es fácil. Primero hay que desenmascarar el deseo, ver la ilusión que provoca en nosotros. Después, se trata de crear las condiciones para que esa energía que surge del fondo de nuestras entrañas poderla elevar a un plano más amoroso y consciente. A lo largo de la historia el proyecto humano, no sin grandes dificultades, ha sido capaz de convertir los impulsos básicos de alimentación, reproducción, seguridad, comunicación, etc, en civilización, en técnica y en arte.

Por decirlo con otras palabras, se puede llegar a Dios haciendo el amor. El problema no está en el sexo sino en nuestra cabeza. La dificultad reside en todo lo que ponemos en esa dimensión: placer, culpa, miedo, apego, conquista, competitividad, privilegio, orgullo, manipulación, etc. Pero el sexo al desnudo podría ser un don extraordinario para conectar con el amor y la ternura; una puerta secreta para salir de lo excesivamente terrenal y dar un salto hacia lo divino.

Cultivando brahmacarya podremos despertar un potencial energético necesario para nuestra transformación personal puesto que si no hay energía extra difícilmente se vencerán las resistencias y los automatismos. Si no hay moderación en nuestros actos nuestra atención estará repartida en mil cosas, imposible de concentrarse en el trabajo exquisito de interiorización. Ese aumento de la energía tiene que ir de la mano de la purificación, de la misma manera que un fuego no prenderá bien si la chimenea está obstruida. No sólo es la cantidad de esa energía movilizada, importa también su calidad.

Esta moderación en el vivir, que no significa empobrecimiento vital, significa ser dueño de uno mismo. Es el cochero que lleva las riendas de los caballos para que no se desboque y terminen volcando la carroza. El cochero sabe dónde quiere ir y utiliza la bravura de los caballos. Brahmacarya es ir en búsqueda de la unidad, hacia la verdad elegida, en la confianza que todas nuestras fuerzas nos secundan porque hay un amoroso control sobre nuestra parte instintiva. La diferencia entre el centauro y el minotauro radica en que éste tiene la parte monstruosa, la parte animal arriba. Donde debería anidar la razón superior o el alma se encuentra la cabeza de toro.

 

Por Julián Peragón