Práctica adaptada y progresiva
Pero, ¿cómo sabemos que la práctica que hacemos, aunque sea continuada, respetuosa y entusiasta, es la que nos corresponde? De la misma manera que sabemos que las medicinas que tomamos son adecuadas a nuestra enfermedad a partir de un diagnóstico riguroso realizado por un especialista con experiencia en tratamientos a lo largo del tiempo. No hay manera de avanzar con éxito en una práctica, si no nos hemos detenido a hacernos un chequeo en profundidad.
¿Qué es lo que tenemos que activar y qué lo que tenemos que calmar en dicha práctica? ¿Qué hay que tonificar y qué flexibilizar? ¿Qué actitudes queremos desarrollar y qué tendencias queremos aplacar? Adaptar una práctica es lo mismo que hacer un traje con tejidos a medida: adaptarlos a una estructura corporal concreta y a la posible actividad que se va a realizar con dicho vestido. Pero acostumbrados a ponernos ropa prêt-a-porter perdemos la sincronía con el vestir que todo buen sastre aprecia. Y esto que resulta curioso en el vestir puede convertirse en algo serio cuando practicamos exclusivamente métodos de Yoga estructurados dirigidos a todo el mundo con muy poca adaptación. Perdemos, de entrada, nuestra escucha y, de paso, esa eficacia y armonía que toda práctica individualizada tiene.
La práctica tiene que entrar como un guante, éste no puede apretar ni estar holgado porque dificultaría el asimiento preciso de los objetos. Por eso la práctica no puede ser cualquier práctica, tiene que tener el tiempo y los ritmos adecuados, la intensidad y los medios reguladores que necesitamos.
Ahora bien, esta adaptación se debe hacer a lo largo del tiempo por la sencilla razón de que cada día, en cada estación y en cada temporada de nuestra vida hay cambios sustanciales que hay que tener en cuenta. La práctica se establece por etapas o por fases, procurando que tengan rigor. Si la práctica nos ayuda a sacarle punta a nuestra vida, ello sólo ocurre dentro de un proceso.
Abordar creativamente este proceso es fruto de nuestra inteligencia. Para conseguir ciertos resultados deseables primero tenemos que desarrollar aspectos básicos. Es posible que no podamos hacer una āsana específica en el comienzo, pero esto no es un problema; podemos empezar por una variante más sencilla con la ayuda de algún elemento externo para facilitar nuestra autorregulación. Más adelante alcanzaremos la postura propuesta quizá con algún elemento dinámico. No hay prisa, la postura que hemos planteado en un inicio aparecerá como resultado de un proceso inteligente.
Si fuéramos alpinistas ascenderíamos a la cumbre por etapas, con los descansos necesarios, con el tiempo suficiente para adaptarse a la altitud, con los instrumentos adecuados y con el ímpetu elevado. Aunque hay que decir, para ser más exactos, que el objetivo último del Yoga no es tanto una cumbre lejana que anhelamos como el mismo momento que estamos viviendo y que pasa desapercibido ya sea por nuestra dispersión o superficialidad. El paisaje que estamos viendo mientras caminamos forma parte también del objetivo del Yoga.
La Síntesis del Yoga
Julián Peragón
Editorial Acanto