Prânâyâma: Chandra bheda

Chandrabheda (Respiración Lunar)

 

Chandra significa Luna y bheda significa perforar, por lo que Chandrabheda se entiende como el proceso de abrir (perforar) el canal energético lunar (ida) para que fluya la energía vital (prâna) a su paso. La forma es muy sencilla: Respirar inhalando siempre por la fosa nasal izquierda, y exhalando por la derecha. Su objetivo es activar la energía mental y pacificar la energía vital

 

EJERCICIO:

Postura sentada, con la espalda erguida y relajada.

La mano izquierda reposa sobre la rodilla. La mano derecha utilizará el gesto prâna mudra: Los dedos índice y corazón flexionados o con las yemas en contacto con el entrecejo. Con el dedo anular se podrá presionar la narina izquierda para cerrar el flujo del aire, y/o con el dedo pulgar se podrá hacer lo mismo con la narina derecha.

Empezar la práctica espirando profundamente por las dos narinas, preparándose para taponar las fosas nasales.

Taponar la fosa nasal derecha (pingala) y efectuar una inspiración profunda por la fosa nasal izquierda (ida),

Taponar ambas fosas nasales, junto al cierre de la glotis (jalandhara bandha), y retener la respiración dos o tres segundos con los pulmones llenos (antara kumbhaka).

Mantener tapada la fosa nasal izquierda y destapar la derecha, para espirar a través de ella.

Taponar ambas fosas nasales y retener la respiración con los pulmones vacíos (bhaya kumbhaka), dos o tres segundos.

Seguir respirando con esta misma dinámica, ejecutando de 10 a 40 respiraciones, según el nivel del practicante.

Ritmo sugerido: 1 – 0– 2 – 0, Espirar aplicando el doble de tiempo que en la inspiración. Las retenciones del aliento cortas.

Durante la inspiración a través de ida nâdî, se estimula la fuerza mental.

Durante la retención con los pulmones llenos activamos la región del pecho y el nâdî sushumnâ, visualizando “un disco luminoso de la luna, como un océano de néctar, de color plateado o blanco como la leche” (Goraksha Paddhati, 1.96-97).

Durante la espiración, a través de la fosa nasal derecha, asociada con pingala, sentimos una profunda sensación de relajación física.

 

DESPUÉS DE LA PRÁCTICA nos concentramos en el chakra ajna (en el entrecejo), y permanecemos en profunda meditación.

 

Por Àlex Costa

 

 




Prânâyâma: Surya bedha

Suryabheda (Respiración Solar)

 

Surya significa Sol, y bheda significa perforar, por lo que Suryabheda se entiende como el proceso de abrir (perforar) el canal energético solar (pingala) para que fluya la energía vital (prâna). La forma es muy sencilla: Respirar inhalando siempre por la fosa nasal derecha, y exhalando por la izquierda. Su objetivo es activar la energía vital (aumentar el fuego corporal interno) y pacificar la energía mental.

 

EJERCICIO:

Postura sentada, con la espalda erguida y relajada.

La mano izquierda reposa sobre la rodilla. La mano derecha utilizará el gesto prâna mudra: Los dedos índice y corazón flexionados o con las yemas en contacto con el entrecejo. Con el dedo anular se podrá presionar la narina izquierda para cerrar el flujo del aire, y/o con el dedo pulgar se podrá hacer lo mismo con la narina derecha.

Empezar la práctica espirando profundamente por las dos narinas, preparándose para taponar las fosas nasales.

Taponar la fosa nasal izquierda (ida) y efectuar una inspiración profunda por la fosa nasal derecha (pingala),

Taponar ambas fosas nasales, junto al cierre de la glotis (jalandhara bandha), y retener la respiración dos o tres segundos con los pulmones llenos (antara kumbhaka).

Mantener tapada la fosa nasal derecha y destapar la izquierda, para espirar a través de ella.

Taponar ambas fosas nasales y retener la respiración con los pulmones vacíos (bhaya kumbhaka), dos o tres segundos.

Seguir respirando con esta misma dinámica, ejecutando de 10 a 40 respiraciones, según el nivel del practicante.

Ritmo sugerido: 1 – 0– 2 – 0, Espirar aplicando el doble de tiempo que en la inspiración. Las retenciones del aliento cortas.

Durante la inspiración por la fosa nasal derecha, visualizamos descender un aire cálido, de color rojo y cargado de energía vital a través del canal píngala, “golpeando” el chakra muladhara, donde se alberga la energía Kundalini..

Durante la retención con pulmón lleno, mediante la concentración mental, observamos como se recarga de prâna dicho centro energético.

Durante la espiración por la fosa nasal izquierda, se visualiza un aire de color azul, fresco ascender a través del canal ida, hacia el exterior.

 

DESPUÉS DE LA PRÁCTICA, nos concentramos en la zona del pecho, en la región del corazón; sushumnâ nâdî, el canal central, es activado y las energías vitales se elevan desde el chakra del vientre hasta el chakra del corazón, donde visualizamos un sol brillante.

 

Por Àlex Costa

 




Prânâyâma: Shanti mudra

También llamado Prana mudra, es un pranayama muy completo ya que incorpora además de una técnica respiratoria y de concentración, un gesto psíquico, un mudra. El gesto, como veremos en su práctica, tiene los brazos abiertos en señal de apertura. En la mente resonará el mantra shanti que significa paz. De esta manera el gesto es un intento de vencer todo cierre donde anida el miedo. Sabemos que la violencia no es más que un patrón de miedo. Por eso una imagen interesante en la retención es sentirse bañado por un sol radiante.

Este pranayama es una manera de iniciarse en la retención del aliento soportados por una imagen positiva de apertura.

 

Técnica

• En posición cómoda con la espalda vertical

• Con las manos en el regazo vaciamos completamente los pulmones. Se recomienda hacer Mula Bandha, control de los esfínteres.

• Inspiramos mientras las manos ascienden a lo largo del vientre, pecho y clavículas, haciendo un llenado de abajo a arriba.

• Los brazos se abren en una semi-cúpula cuando los pulmones están llenos

• Mientras mantenemos el gesto de apertura durante unos segundos (depende de la capacidad de cada uno), repetimos mentalmente tres veces Om Shanti, para que llegue esa Paz a todos los seres. La cabeza se orienta ligeramente hacia arriba con los ojos cerrados.

• Al espirar hacer el recorrido inverso y sentir el vacío ya con las manos en el regazo.




Prânâyâma: Kapalabhati

El término Kapalabhati en sánscrito significa «Limpiar o hacer brillar (Bhati) el cráneo (Kapala)». A pesar de que este es uno de los seis ejercicios de purificación (Kriyas), también es una variante del Pranayama (ejercicios de respiración). Es un tipo de respiración que se debería utilizar al comienzo de cada sesión de pranayama para expulsar el aire residual de los pulmones y producir una buena oxigenación.

Purifica las vías respiratorias, limpiándolas de mucosidades e impurezas, permitiendo un mejor funcionamiento del aparato respiratorio.

Acelera el intercambio gaseoso de oxígeno y CO2 en los pulmones, bajando el índice de anhídrido carbónico (CO2) en la sangre, y elevando el nivel de oxígeno (O2). Esto produce una purificación general del organismo, puesto que libera más rápidamente las toxinas transportadas por la sangre venosa, y estimula a todo el aparato celular.

Debido a su estimulación sobre el metabolismo en general, eleva el calor del cuerpo. Grandes cantidades de oxígeno llegan al cerebro produciendo una estimulación y limpieza del mismo. El movimiento del diafragma fortalece los músculos del vientre, así como el corazón, pancreas, estómago e hígado.

Purifica el cuerpo energético, promoviendo la circulación del prana o energía vital por todos los nadis o canales energéticos, y estimulando los diversos centros energéticos o chakras.

 

Técnica

Su ejecución consiste en una serie de bruscas exhalaciones activas, por medio de la contracción de los músculos abdominales, intercaladas por inhalaciones pasivas debidas al movimiento natural de expansión del abdomen por medio de la relajación del mismo. El aire en la inhalación entra naturalmente y sin ningún esfuerzo voluntario, mientras que en la exhalación es a la inversa.

El ritmo a utilizar puede llegar hasta ser de 120 expulsiones por minuto, pero nosotros recomendamos un kapalabhati suave para que la calidad de la expulsión no baje y para evitar los efectos rápidos de una hiperventilación.

Después de la última expulsión brusca (podemos hacer series de unas 20 o 30 expulsiones) hacer una respiración profunda y con una nueva inspiración no forzada mantener el aire en retención con jalandhara bandha. Sacar el aire posteriormente con lentitud.

 

Contraindicaciones

• Afecciones pulmonares declaradas.

• Enfisema.

• Hipertensión arterial.

• Problemas cardiovasculares.

• Períodos de menstruación o embarazo.

• Problemas en los órganos abdominales.




Prânâyâma: Nadi sodhana

Nâdî-sodhana es la base de todo prânâyâma, ya que consiste en limpiar los conductos vitales de todos los chakras; deberemos por tanto aprenderlo y efectuarlo antes que cualquier otro trabajo específico con la respiración. Es una respiración lenta y alternada, es decir, utiliza las fosas nasales, una tras otra; es profunda y se efectúa con o sin retenciones de aliento. El principio de esta respiración es similar al de un sistema de “limpieza de chimeneas”. El sacro (donde yace el Fuego Cósmico latente) está considerado como el foco incandescente de la chimenea, en tanto que las fosas nasales representan los tubos de entrada y salida del aire :

– Con cada inspiración, como dicen los textos: “atizamos el fuego sagrado basal kundalinî “.

– Con cada espiración: la energía desciende por la Espina dorsal, alimentando los Centros Energéticos del canal central sushumnâ.

Hemos de saber que la sede del fuego kundalinî tiene su foco en el chakra mûlâdhâra, que está considerado como el interruptor que permite la activación de los fuegos del cuerpo con las corrientes espirituales. La sede del fuego agni, tiene su foco en el chakra manipûra, ahí es donde se “elabora” el calor del cuerpo. El chakra mûlâdhâra es el asiento del elemento tierra (prithivi) con un cuadrado amarillo como símbolo. Para disolver la tierra, hay que utilizar el poder disolvente del agua, que se encuentra en el chakra svâdhisthâna. Para hacer hervir el agua, hay que recurrir al poder calorífico del fuego (agni), el cual se sitúa en el chakra manipûra.

Las fosas nasales (los nâdîs idâ y pingalâ) van a servir de chimeneas, permitiendo al aliento atizar el fuego (agni), y es soplando sobre el fuego del cuerpo, como su poder de expansión, logrará hacer “ hervir “ el agua del chakra svâdhisthâna, permitiendo dicha acción la disolución del elemento tierra del chakra mûlâdhâra. Esta disolución del elemento tierra tiene una acción similar a la de pulsar un interruptor, el cual permitirá a la “ corriente iluminadora “ esparcirse, activando el fuego – serpiente kundalinî.

Esto significa por tanto, que, aunque el fuego latente cósmico (kundalinî) tenga su asiento a nivel del chakra mûlâdhâra, es en realidad el chakra manipûra la verdadera herramienta del fuego. No debemos olvidar aquí los poderes principales del fuego: la acción purificadora, si es bien empleado, y la acción devastadora, en el caso contrario.

Si entendemos lo anterior nos daremos cuenta del papel que juega NADI SODHANA dentro del prânâyâma así como de la importancia de todo trabajo enérgetico que realizemos sobre los Cuerpos sutiles y físicos, con la ayuda de la respiración. En las explicaciones anteriores, reside el secreto de la respiración tibetana “tumo“, la cual tiene como objetivo y como realidad, producir el calor interno del cuerpo necesario para afrontar los grandes fríos de los Himalayas.

 

ACCIONES PRINCIPALES DE NADI SODHANA

– A nivel Psico-fisiológico

Nâdî-shodhana se manifestará como aliento equilibrador y calmante. Mejora las funciones respiratorias y sánguineas y favorece la interiorización. No tiene prácticamente ninguna contraindicación, si se practica con gran lentitud y prudencia en las retenciones del aliento. En caso contrario, pueden producirse cierto tipo de alteraciones cardíacas.

– A nivel sutil

Nâdî-shodhana permite equilibrar los dos polos de energía idâ y pingalâ, purificando los canales y clarificando ese ojo intuitivo. Tener precaución con las retenciones de aliento demasiado prolongadas, ya que cuando el fuego interno inicia su marcha demasiado bruscamente, resulta difícil detener su progresión y esta ascensión puede destruir ciertos tejidos internos de protección del canal central, acarreando naturalmente, todo tipo de molestias, las cuales se harán sentir rápidamente.

Práctica: Nadi Sodhana básico

– Posición sentada : Vajrâsana, Sukhâsana, Siddhâsana, Ardha-Padmâsana o Padmâsana; espalda recta y estirada, ojos cerrados.

-Mano derecha en Nâsâgra Mudrâ, el pulgar y el anular abren y cierran alternativamente y regularmente la fosa nasal derecha y la izquierda.

– Mano izquierda en Chin Mudrâ sobre la rodilla izquierda.

– Cerrar la fosa derecha con el pulgar de la mano derecha.

– Inspirar por la fosa izquierda durante 5 segundos.

– Al final de la inspiración, liberar la fosa derecha.

– Cerrar la fosa izquierda con el anular.

– Espirar por la fosa derecha durante 5 segundos.

– Al final de la espiración, volver a inspirar, el mismo tiempo, por esta misma fosa derecha.

– Espirar por la fosa izquierda, trás haber cerrado la fosa derecha y abierto la izquierda.

– Efectuar de este modo 20 ciclos completos, comenzando por la fosa izquierda y 20 ciclos completos comenzando por la fosa derecha.

 

 




Mapa de La Plana




La doma del toro: II Descubrir sus huellas

La Doma del Toro (buey o búfalo). Las diez etapas del despertar

!Junto a la rivera bajo unos árboles, descubro huellas!

Incluso sobre el fragante pasto veo sus pisadas.

Están en lo profundo de las montañas remotas.

Este rastro no puede ocultarse a ninguna nariz que apunte al cielo.

 

Comentario:

Comprensión de la enseñanza, veo las huellas del toro.

Ahora aprendo que, así como de un metal se forjan muchos utensilios, de mi mismo surgen miríadas de paisajes.

A menos que yo discrimine, ¿como diferenciaré lo cierto de lo falso?

Aún no he atravesado la puerta, pero he intuido el camino.

 

 

La búsqueda sigue adelante, al final de la búsqueda hay la respuesta a quiénes somos de verdad, pero el camino es largo. La doma del toro requiere de un control de la mente. Patañjali, el padre del Yoga, nos dice que hemos de calmar (o dominar) las fluctuaciones de la mente si queremos que el ser more en su esencia. La tradición Zen nos dice también que hemos de mantenernos firmes pero hay que saber soltar en el momento preciso tal como se hace para volar una cometa.

En la segunda etapa uno todavía no ha visto el toro pero percibe sus huellas y es que “este rastro no puede ocultarse a ninguna nariz que apunte al cielo”. Es cierto, no puede ocultarse porque la mente está en todos sitios, no hay lugar donde pueda esconderse. La mente está arriba y abajo, delante y detrás y está en aquello que nos parece que no es la mente que es lo natural. Se dice «todos los elementos del mundo extraídos de un oro único». Qué poco conocemos la naturaleza de nuestra mente! Los mecanismos de defensa están siempre ahí pero no nos damos cuenta casi nunca.

La búsqueda se manifiesta a menudo como si tuviéramos que encontrar algo que está muy lejos, muy escondido, sorteando pruebas muy difíciles, y sin embargo lo que buscamos lo tenemos delante de nuestras narices. Es cierto que en esta etapa ya tenemos un grado de conocimiento, conocemos las enseñanzas pero todavía no vemos claro. Es como el que sabe mucho de un país porque ha leído en los libros pero nunca lo ha visitado. En estos momentos no sabemos lo que es cierto y lo que es falso, por eso abundan los pseudomaestros.

Si no hay orden en nuestro mundo interior no podremos salir de la confusión. Hay que discriminar y reconocer nuestros demonios. Investigar en la ley del karma hasta darnos cuenta que un árbol gigantesto siempre nace de una semilla muy pequeña.

 

Julián Peragón 

Bibliografía:

• LA DOMA DEL BUEY. Las diez etapas del despertar según el maestro zen Kakuan Shien. Traducción y comentarios de Dokushô Villalba. Miraguano Ediciones.

• La Búsqueda. Los diez toros del Zen. Versión de Osho. Editorial Debate

• El Camino del Despertar. Catherine Depeux. Editorial Ibis




La doma del toro: I La búsqueda del toro

La Doma del Toro (buey o búfalo). Las diez etapas del despertar

Recorro interminablemente los pastos de este mundo en busca del toro.

Atravieso innumerables ríos, perdido en impenetrables perfiles de distantes montañas.

Fallece mi fortaleza y se agota mi vitalidad, no encuentro el toro.

En la noche sólo oigo el chirriar de las cigarras a través del bosque.

  

Comentario:

El toro nunca se ha perdido. ¿ Qué necesidad hay de buscar?

Sólo a causa de la separación de mi verdadera naturaleza, fracaso en encontrarlo.

En la turbación de mis sentidos pierdo incluso mi camino.

Lejos de mi hogar, veo muchas encrucijadas, pero desconozco el verdadero sendero que me lleve a mi casa.

Me enzarzo entre la concupiscencia y el temor, la bondad y la maldad.

 

Cuando iniciamos la búsqueda en un camino espiritual en realidad ya hemos dado un salto, hemos salido de la conciencia ordinaria que es impermeable a toda búsqueda. La conciencia que se instala en la normalidad es reactiva, es víctima de la información que le dan los sentidos y no cuestiona las consignas principales de la propia sociedad. Las circunstancias suelen tener un valor absoluto como si no tuvieran ninguna relación con uno mismo y son etiquetadas como positivas, negativas o neutras. La superstición filtra las situaciones como de buena o mala suerte y en la relación con los otros hay a menudo una proyección de los contenidos inconscientes reprimidos ya que la verdadera escucha está ausente.

Para “recorrer interminablemente los pastos de este mundo en busca del toro” tienen que darse algunas condiciones especiales. El motivo de la búsqueda puede partir de una gran curiosidad acerca de lo que es la vida, de lo que hay más allá del horizonte. Una capacidad de observación que penetra por encima de la superficie y busca respuestas. Otro motivo es el desencanto de lo que promete el mundo cuando uno ha visto que más allá del deseo mundano hay vacío e insatisfacción, pero también la búsqueda surge de una conciencia del propio sufrimiento y la necesidad de ir a las raíces del propio dolor para buscar una salvación a la crudeza del mundo.

Sin embargo, en esa búsqueda, “lejos de mi hogar, veo muchas encrucijadas, pero desconozco el verdadero sendero…” porque está claro que uno busca aquí y allá pero no sabe realmente lo que busca. La búsqueda del toro (buey o búfalo) es la búsqueda de la verdadera naturaleza. El camino nos lleva ineludiblemente a conocernos, a conocer cuál es nuestra mente profunda. Y es por eso que se dice que en realidad el toro no se ha perdido porque nosotros, nuestra naturaleza siempre permanece con uno aunque de entrada no es reconocida de la misma manera que el pez no es consciente del agua en la que nada.

En otra tradiciones este primer punto de las etapas del despertar en el budismo Zen corresponde metafóricamente al que tiene una venda en los ojos y no puede ver la realidad que tiene delante. En el Tarot tenemos al Loco que inicia un camino aunque de forma precipitada y un tanto “alocada” con un perro que le desgarra el pantalón símbolo de su propia naturaleza dividida. En verdad somos seres desgarrados, arrojados a este mundo de fragmentación y no nos toca otra que la de volver a restablecer la unidad perdida.

Estamos perdidos, desgarrados e inconscientes, es nuestra realidad pero lo que nos salva es un arrebato de vida que nos da la suficiente salud mental para salir de la estrechez de la dictadura de lo establecido. Esa conexión con el deseo nos salva por un lado aunque nos arrastre compulsivamente por otro.

La mente no deja de moverse es como un mono saltarín. El proceso de búsqueda implica un mayor grado de concentración para salir de la mente dispersa. Si seguimos con la metáfora, el caminante tiene que estar alerta para no equivocarse de camino, para no caer, para interpretar adecuadamente las señales que encuentra a cada paso. No podemos iniciar un proceso interno de creatividad si no podemos dirigir nuestra mente con mayor atención.

En realidad en esta primera etapa quien da los pasos no es el caminante, el campesino que va en busca del toro, sino el deseo que se mueve en el estrecho margen de la avaricia y el miedo, la fantasía y la soberbia. El deseo te arrastra detrás del poder, del éxito, el dinero o el sexo. Pero ¿para qué? creemos que estamos buscando la gloria espiritual cuando por debajo seguimos alimentando nuestra importancia personal.

La búsqueda es difícil, implica un riesgo. Dentro de la normalidad sólo hay seguridad, aunque sea una falsa seguridad. Cuestionar lo que nos han transmitido implica la posibilidad de error tal como el Loco del Tarot a menudo camina al borde del precipicio. Ya habíamos acumulado muchos mapas del camino, sabíamos tantos y tantos detalles de las etapas del camino pero ahora intuimos que no bastan los mapas, hay que recorrer el territorio, hay que ponerse a caminar de verdad. De momento “sólo oigo el chirriar de las cigarras a través del bosque”.

Julián Peragón 

 

Bibliografía:

• LA DOMA DEL BUEY. Las diez etapas del despertar según el maestro zen Kakuan Shien. Traducción y comentarios de Dokushô Villalba. Miraguano Ediciones.

• La Búsqueda. Los diez toros del Zen. Versión de Osho. Editorial Debate

• El Camino del Despertar. Catherine Depeux. Editorial Ibis

 

 

 




Entender el Yoga

Recuerdo a los 16 años cuando empecé a hacer Yoga, mi profe muy serio, muy clásico nos decía que el Yoga era la unión del Jivatman con el Paramatman, el alma individual con el alma cósmica. Evidentemente eso me sonaba a exotismo, dimensiones desconocidas y nos inducía a esperar del yoga una cosa extraordinaria, alejada de lo cotidiano, de nuestra realidad.

Este profesor, una gran persona, también vivía en su proceso. Recuerdo una vez que de retorno de Nueva York donde conoción a Muktananda (un gurú indio que fundó sida Yoga basado en la transmisión personal de la Shakti) llegó diciendo que estaba en el último coletazo de su evolución. En realidad era, es, una persona sensitiva, con ciertos poderes. Te miraba y te decía has perdido 2 kilos, te ponía las manos encima y podía quitarte un dolor agudo, etc. No obstante, eran momentos, hace 25 años, de efusión espiritual, la desmedida, el descubrimiento de que cada uno podía realizarse a voluntad. Pero la realidad no siempre es tan halagüeña.

En cierto sentido para mí fue un encuentro (durante 6 años) impactante. En un sentido interesante porque fue un aldabonazo de arrancada, un sueño más bien del ego, de abanderarse con algo supremo, de sentirse superior a los demás, de tener un poder que uno sabe que le falta. Sin embargo, por otro lado, el alma quedó en una encerrona. En la medida que las promesas no se cumplían y lo poderes nos sobrevenían, el ego se desinflaba, la realidad perdía sabor porque de trasfondo estaba siempre ese modelo inalcanzable del yogui perfecto. Y eso creaba frustración, rebeldía, sufrimiento.

Quizás debería ser así, en cierta medida, los primeros pasos en el camino espiritual no los da el espíritu, no los anticipa el alma sino el ego. Pero es gracias a la fantasía de éste que arrancamos, y después ya es demasiado tarde para dar marcha atrás. Entonces es cuando el alma toma el relevo y lleva el testigo hasta donde ya no puede más (la noche oscura del alma) es cuando renace el espíritu.

Yo me retiraba a un terreno que tenían mis padres sin urbanizar y me tiraba días en solitario haciendo yoga (o haciendo ver que hacía yoga). Momentos de idealismo (ahora diríamos de narcisismo) que formaban parte de la adolescencia y la juventud. La dificultad con la práctica fue poniendo las cosas en su sitio.

Con el tiempo hemos aprendido a transcribir eso que ponía en los libros a nuestro propio eje personal y cultural. La antropología, que es un viaje a lo otro, a lo diferente, nos ayudó a relativizar una cultura ajena y a darle el significado preciso. El Yoga que puedo vivir, el yoga que me ayuda a dar el siguiente paso, no el yoga que habla de las cumbres lejanas. Mi verdad en el yoga y no la verdad de otros.

De todas maneras, nos lo decía François Lorin en una reciente entrevista, el yoga es universal porque bebe en sus fuentes del chamanismo, que es una cultura universal. Chamanes, sabios locos se lanzan a una aventura de lo desconocido, en el medio de una experiencia extática y conectan con algo superior a ellos.

Habríamos de clarificar un poco lo que entendemos por Yoga. Yoga viene de la raíz yug y tiene dos significados tradicionales:

– Uno significa Unión, en el sentido de unir lo que está separado.

Cuando vivimos momentos de gran dispersión, cuando hemos perdido el contacto con la vida, con lo que nos rodea, o bien, nos encontramos internamente escindidos, fragmentados se vuelve necesario el Yoga.

A veces el cuerpo no lo sentimos, somatiza muchas tensiones, lo vivimos como una carga. Hay una frontera con el cuerpo. Lo hemos cosificado, perdiendo el alma. Decimos que tenemos un cuerpo como aquel que tiene un coche y lo conduce. Nos acordamos del cuerpo cuando nos duele o cuando nos da placer pero olvidamos sus secretos, su lenguaje, sus razones, su expresión más sutil. Lo embotamos con sobrealimento, con drogas, con medicamentos, con prótesis. Lo mantenemos encapsulado y amordazado. Y en cierta medida somos en tanto que cuerpo, porque más allá de los músculos y los huesos lo que anima ese cuerpo somos nosotros, somos ese sentir que pasa a través de los sentidos.

Por otro lado están las emociones, a veces, desbocadas, locas (ansiedad, envidia, miedo, pereza, etc). Emociones que muchas veces son reacciones inconscientes para tapar un dolor, una carencia, una inseguridad. Los sentimientos son como un agua subterránea que tiñe de un color determinado nuestra vida sin darnos cuenta que ese filtro es propio y no es del mundo. Creemos que el mundo es como lo vemos sin darnos cuenta que llevamos unas gafas de un color propio. Aquí también hay otra frontera. Somos víctimas de ese mundo emocional que responde a designios tan alejados como nuestra más tierna infancia.

Y por otro están nuestra mente, los pensamientos que no paran, las exigencias de la sociedad, las nuestras propias. Esa mente que es como un mono rabioso y enjaulado. La mente también es una gran desconocida. Lo que sale por la boca cuando hablamos forma parte de un proceso que se gesta en lo inconsciente. Lo invisible de la mente es una mentalidad colectiva que hemos introyectado, un genio familiar que nos posee, pero sobre todo son un racimo de prejuicios a través de los cuales vemos el mundo y de los que tampoco somos conscientes. Nos habitan ideas locas, pseudoverdades, razones desprovistas de corazón, cosmovisiones arcaicas, rumores, etc.

En esta fragmentación es donde aparece la neurosis que es una desconexión profunda de uno mismo, de no saber reconocer los propios deseos, las propias necesidades, las propias motivaciones. Es decir de no saber en realidad quién es uno. Se trata pues de reunificar cuerpo y mente, de conectar con la verdadera emoción, con un sentimiento de estar de acuerdo con uno mismo, de bienestar en la propia piel, de sentir que uno sigue por el camino trazado, en definitiva de llevar las riendas de la propia vida.

Pero también el yoga habla de la unión de lo individual con lo cósmico de la que hablábamos antes. El místico, como el poeta, nos hablan de esa ligazón con todo lo que existe. Como arriba es abajo, y viceversa, nos dirá una máxima alquímica (tabla esmeralda). Esto es lo que intenta vivir el yogui en su conquista de la realización individual.

La unión no es meramente un concepto filosófico, es sobre todo una vivencia, es intensidad de vida, es un fluir con todo.

-El otro significado es el de samadhi, considerado como el último eslabón del yoga. No es solamente dejar la dispersión y la fragmentación, es orientar todas nuestras fuerzas hacia un fin elevado, hacia un sentimiento de trascendencia e iluminación. Es decir, yoga es unión pero con una dirección trascendente. Hay un sentido profundo en la vida que se manifiesta en la evolución cuando se mejora a sí misma, y hay un sentido trascendente en el ser humano cuando busca la claridad de la consciencia. Yo lo digo con una imagen, somos flores humanas que hemos de germinar. En ese florecimiento hay colorido, perfume, belleza de lo que es la humanidad.

 

Pero hemos de recordar que yoga no es sólo el objetivo final, es también el recorrido, el camino, las etapas por donde pasamos. Si pongo medios para conseguir mañana lo que hoy es imposible estoy haciendo yoga.

Si está claro que el último peldaño (si realmente hay un último) es esa disolución de lo individual en un mar de consciencia universal (las palabras no pueden describirlo, suponemos) pero hemos de empezar por el primer peldaño, y ese primer peldaño también es yoga. Ir a clase de yoga dos veces por semana es ya un proceso de conversión hacia algo, llámese salud, bienestar, relajación, etc.

Me oriento hacia un fin.

En el nivel más sencillo, unificar movimiento y respiración es yoga, mantener el equilibrio sin caerse, estar inmóviles un ratito, escuchar la reacción de una postura al deshacerla forman parte de un proceso de convergencia energético, de sensibilidad, de atención. Esto es Yoga. De entrada no hace falta ir más lejos.

 

Otra imagen. La carreta está unida, las ruedas con el eje, con los caballos, el auriga encima con las riendas (proceso de unión). Pero el cochero tiene que saber adonde se dirige con toda su capacidad. Y hay que andar el camino, etapa a etapa. Es todo un proceso.

 

• Otro significado alternativo del concepto Yoga es el de ver ( un ver con mayúsculas, no fisiológico). En la tradición esotérica el que ve es el sabio, el que meramente mira es la persona común. El Yoga es uno de los 6 pensamientos indios, de los 6 darshanas (Yoga, Shamkya, Vedanta, Nyaya, Mimansa, Vaisheshika). Cada darshana es una forma de ver, digamos que es una visión determinada. Así el yoga actúa como aquello que me posibilita ver, es decir, darme cuenta, tomar conciencia. Diríamos que es como un espejo que me devuelve una imagen más real de mí y de la vida.

Cuando hago Yoga qué es lo que veo. Veo por supuesto el esfuerzo de convergencia, veo que me pongo sobre la esterilla, que sigo las consignas. Pero veo también mis límites, mis dificultades, mi realidad, el trecho que media entre mi imagen y el resultado de lo que hago.

Cuando hago yoga observo que respiro, pero también noto que me falta el aire, que mi respiración se acelera. Noto lo que me cuesta estar quieto, de cómo mi pensamiento viaja a mil por hora, de cómo pierdo la presencia, de cómo aparece la duda, de cómo evito el dolor. Y yoga es exactamente esto, el reconocimiento de que el sufrimiento existe (lo tapemos o no) pero de que este sufrimiento lejos de ser inmovilizador es un acicate para encontrar una salida al dolor. Y la pista la tenemos pues el dolor es fruto de la ignorancia.

 

• El Yoga actúa como un elemento descondicionador de los automatismos y de las inercias que ofuscan nuestras vidas. Se trataría de volver a recuperar el ritmo natural de vida, más espontáneo, no el ritmo forzado de la maquinaria social. En este sentido el yoga aporta libertad porque te hace menos esclavo de ti mismo, de tus hábitos. Y no se trata de sustituir unos hábitos por otros, sino de quedar libres, descondicionados.

El sabio es imprevisible porque no vive desde el automatismo de los hábitos. La libertad es capacidad de elección. Y normalmente creemos que elegimos cuando demasiadas veces somos elegidos. ¿Eligen los votantes a sus políticos con libertad? ¿elegimos lo que queremos comer? Lógicamente depende del grado de consciencia.

El asno (como símbolo, pues todos tenemos algo de asno) se mueve, es cierto, pero sus motores son el palo y la zanahoria, el miedo y la ilusión, el sentimiento de desamparo que busca compulsivamente la normalidad, y la grandeza de sus esperanzas. Pero realmente hay poca elección, el margen es muy pequeño. (Por poner un ejemplo 12 millones de españoles viendo el final de operación triunfo, o el final de copa de fútbol. Más de un millón de ejemplares de revistas del corazón se editan cada semana, etc, etc.

 

• El Yoga nos ha de servir para actuar en la vida con mayor consciencia. Aterrizar en el momento, en el aquí y ahora. La acción que está anclada en el presente es enormemente más eficaz y no deja rastro, no crea ataduras.

El Yoga no es precisamente elucubración, éxtasis meditativo, ociosidad religiosa. El Yoga implica acción con consciencia. Ya que no es posible dejar de hacer pues uno vive en un mundo y tiene que lograr sus sustento, es posible intentar que esa acción sea sioporte para una mayor presencia y desde una actitud meditativa ir más allá del ego. El ego a través de la acción se enreda en intereses, en estrategias, en manipulaciones varias. El ego hace si hay beneficio de algún tipo, si esa acción sirve para agrandar su poder, su fama o riqueza. El sabio, el yogui anticipa ese encadenamiento a los frutos de la acción y se desprende de ello. La ley karmática es muy poderosa. Uno recoge lo que siembra. Pues bien, yoga es la conciencia de la siembra como siembra en ella misma. Porque es lo que tengo que hacer, porque hay algo en mí que quiere sembrar aunque, por añadidura haya un resultado, se de una cosecha.

 

• Por último, podríamos entender el yoga como una forma de sacralizar la vida. Cuando la vida se ha vuelto un sin sentido entonces nosotros estamos perdidos, vamos dando coletazos por donde nos lleva el destino. Pero si sentimos que nuestra vida tiene un sentido y que formamos parte de un todo mayor, entonces se vuelve sagrada la vida, tiene un porqué aunque lo desconozcamos. La sacralidad no es necesariamente tener que hacer meditación o ir a misa. Sagrado es aquello que está cargado de ser, que nos permite conectar con algo relevante en nosotros. Es cuando el más pequeño gesto refleja el plan divino. Por eso yoga también es “ser uno con el Señor”. En otras palabras, estar imbuidos de una chispa divina, o nadando en un océano de luz y amor.

 




Suryanamaskar: integración de las posturas estáticas

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Àlex Costa