El proceso en el Eneagrama
A lo largo del proceso del Eneagrama hemos visto lo que había debajo de la superficie del iceberg. Hemos visto que el trasfondo de la personalidad es complejo y sobre todo que personalidad no era igual a esencia, que el carácter no es el alma. Dicho de otra manera que lo que nosotros creemos que somos no es realmente como de verdad somos.
El Eneagrama nos echa una buena ayuda a la hora de responder a la pregunta sincera de quién soy yo, quiénes somos nosotros. Pregunta con la que se debe iniciar todo camino espiritual.
De entrada el Eneagrama no nos habla de lo que somos sino de lo que no somos. Nos habla de la máscara, de la compulsión, del automatismo, del engaño en el que caemos o hacemos caer a los otros.
Y nos damos cuenta que a menudo somos nosotros mismos nuestros verdaderos enemigos. Vamos en contra de nosotros. Vamos en sentido opuesto a la felicidad.
Nuestro deseo, nuestro ego, nuestro pasado, nuestras expectativas, en definitiva nuestra ignorancia va a la caza de ilusiones y no al encuentro de uno mismo, vamos en busca de los poderes que alimentan el ego y no tanto a lo que realmente nos hace ser libres.
Se trata entonces de invertir nuestro proceso vital. En la Tradición se habla de darse la vuelta (diablillos / colgado), del segundo nacimiento (iniciación). De morir a este mundo para renacer en el otro, de alumbrar el espíritu. De coger la barca para llegar a la otra orilla (budismo), etc.
Y para esto hemos de cuestionar nuestra vida (sobre todo cuando aparece la insatisfacción, la infelicidad), ese cuestionamiento es arduo, largo y costoso. Reconocer la sombra es pasar por nuestro propio infierno. Pero sin eso no podemos llegar al cielo. Sin desmontar un edificio no podemos construir otro.
El Eneagrama nos dice: entra en tu laberinto (símbolo de lo ambiguo, del mundo, del caos, de la mentira, del inconsciente) y encuentra tu centro, tu verdad, tu autenticidad. Cuando llegues al centro podrás salir. Será el nuevo parto, el nuevo nacimiento.
La entrada al laberinto es el camino de muerte (muerte del ego), la salida el camino de la vida (del espíritu).
El Eneagrama nos dice mira tu orgullo (tu lujuria, etc), cómo es ese orgullo, cuándo surge, cómo la enmascaras, lo justificas, cómo manipulas, etc.
Y lo importante es que nos dice que en el fondo del orgullo, de la avaricia o la envidia hay una carencia, y esa carencia es de amor, es decir, de reconocimiento, de contacto, de ser.
Carencia que tiene que ver con el primer susto ante el mundo, con la pérdida de la madre, el temor o la ausencia del padre, es decir, esa carencia es el suelo emocional de nuestros conflictos y radica en nuestra infancia.
Se trata también de recordad al niño, hacer las paces, perdonar (esto es madurez). Recuperar otra vez al niño sano que hay en uno.
A través del Eneagrama nos hacemos personas porque dialogamos desde el adulto con nuestro niño, armonizamos realidad y sueño.
Cuando entramos en el Eneagrama hemos de dejar nuestra perfección, el ideal del yo en la basura. No hay ningún punto que sea el 6 superman, el 5 el héroe, el 7 el potente, etc. Todos los puntos implican la aceptación de lo humano, todos los rasgos son muestras de la realidad de nuestra sombra.
Creo que el camino del Eneagrama es dejar la triste humanidad que añora un mundo feliz (7), perfecto (1), intenso (4), poderoso (8), seguro (6), tranquilo (9), bello (3), erudito (5) y especial (2) para instalarnos en una humanidad que reconoce que lo humano ya de por si es maravilloso.
El diablo nos tienta cuando queremos ser perfectos, eternos, divinos.
En este sentido el Eneagrama es una vía de amor, no de etiquetaje sino de aceptación (no complicidad) con los laberintos ajenos donde estamos atrapados.
Sigamos con el símbolo del laberinto donde está encerrado el Minotauro. En este monstruo mitad hombre, mitad animal encontramos que la parte animal está en la parte superior, lo inferior se ha colocado arriba. Y este es el problema, no podemos dejar que el yo se suba a las espaldas del espíritu usurpándolo en vez de ser su fiel aliado.
Dentro del campo de acción del yo está la posesión, el control, el egoismo, el miedo al otro, a lo desconocido, la discriminación, el etnocentrismo, sexismo, es decir, todo lo que amenaza al ego que es mucho y que en definitiva es la propia muerte.
En cambio dentro del área del ser está la escucha, la aceptación, el diálogo, presencia, abandono, compasión, ya que el ser se siente integrado en el Todo, vive en un eterno presente y sabe que la muerte es otra máscara de la vida.
Pero atención no se trata de matar al ego sino de matar su orgullo, de cortar su miedo, de iluminar su ignorancia. El Ego es realmente el protagonista, el héroe o heroína, el que media, ajusta dos mundos, toma conciencia. El ser espiritual ha estado siempre ahí aguardando (arjuna-khrisna), ya está, no tiene que hacer nada. Es el héroe el que tiene que matar al dragón, que tiene que conquistar a la princesa, que recorrer el camino.
Hay tres niveles en el proceso del ego:
Primero tiene que crecer, rehacerse a si mismo, soñar. Tiene que tener poder, se hábil con el mundo y conquistarlo. Demostrarse a si mismo.
Después tiene que reconocer sus límites, su imposibilidad de elevación. Tiene que cuestionarse. (cuento del río de las arenas del desierto). Iniciar un cambio, mirar hacia dentro y cambiar los valores. Tiene que darse la vuelta y morir a lo caduco.
Por último tiene que renacer, humilde, compasivo, alegre. Tiene que renacer a la escucha, a la presencia, al abandono, a la aceptación y vivir la vida como una meditación de una sinfonía que suena que es la vida y una danza armónica que es su hacer en el mundo, sin nada donde agarrarse, sin máscaras del ser.
Es por eso que el Eneagrama tiene que avisarte. Si tienes un ego fuerte, estructurado, entonces empieza el camino, entra en el laberinto, si no el Minotauro te comerá. Antes de desmontarse hay que fortalecerse. El camino espiritual debe partir con una salud mental y con claridad de objetivos. Sabiendo de las dificultades, de los riesgos, pero también del nuevo amanecer del ser. Antes de escalar la montaña prepárate, encuentra el momento, la senda adecuada.
Si uno utiliza el monasterio, el ashram, una filosofía o método, para retirarse del mundo que le ha vencido entonces no hay progreso. Primero las cuentas con el mundo, después el alma, por fin el reencuentro con el espíritu.
A través del error se gesta el aprendizaje. Son la integración de múltiples heridas (psicológicas) que posibilitan la madurez. Sólo hay amor cuando hay entrega. Pero sólo llegamos a la luz cuando no nos asustamos de nuestra sombra. Si huimos de nuestra sombra, si no queremos ver nuestra compulsión, la sombra nos persigue, se enmascara, se proyecta, se cuela en los actos fallidos, en los sueños, se vuelven pesadillas.
En cambio si reconocemos la sombra, si la aceptamos y desde ahí la sublimamos entonces descubrimos que la sombra era luz. Descubrimos que la sombra estaba enamorada de la luz, que detrás de cualquier pecado o compulsión hay un deseo encubierto de amor (la fuerza, el sol XVIIII).
También descubrimos que la personalidad, el carácter fue (es) un mecanismo de defensa y como tal válido ante el dolor, el rechazo, la falta de amor, el fracaso, la dureza, la soledad, etc. Ese carácter no fue gratuito y por eso podemos entender como somos, entender que hubieron unas razones muy poderosas. Y no se trata de tener pena de nosotros mismos sino de ser compasivos, y de aligerar la carga, de reírse de la culpa y de no impotentizarnos por no ser todo lo que no somos sino de valorar todo lo que la vida nos permite ser, que es tanto. Entender que ese carácter fue una contracción del ser que nos impidió muchas cosas pero que nos posibilitó muchas otras.
Tengo una imagen para entender esto. Sin los ojos, los oídos, la nariz, etc, no podríamos ver, oír, oler, pero cada uno de los sentidos son un filtro enorme pues al ver sólo percibimos una gama de colores, al oír una franja de sonido, etc. Gracias a esa contracción, o deformación de la realidad podemos ver, gracias al filtro podemos sentir de forma especializada. Es como si el alma estuviera conectada en un sentir profundo con el mundo pero gracias a los sentidos imperfectos ese sentir es efectivo, es preciso, es especializado. Sólo unos cuantos olores y sabores sobre la infinidad que existe. Es la misma relación entre carácter y ser, aquel sólo permite unos registros del ser pero estos registros son efectivos en el vivir, nos dan seguridad.
El problema reside cuando la identificación se da sólo en esos registros del ser y no hay permeabilidad, no hay diálogo entre ser y personalidad. Volviendo al ejemplo es como si no quisiéramos probar otros sabores, otras cocinas, otros perfumes. Hay más posibilidades de vida y de hecho nuestro objetivo como seres humanos es llevar un poco más allá el record de la humanidad, quizá una milésima de segundo, quizá el descubrimiento de una nueva forma de sentir, de comunicarse hará en la evolución kilómetros.
Ahora bien, las condiciones han cambiado, aquellos peligros y carencias ya no están entonces es tonto llevar a cuestas los mismos mecanismos de defensa. Por eso si sentimos que cada vez que reafirmamos el ego hay conflicto entonces estamos maduros para el cambio.
El cambio reside en ir a un centro del ser más amplio que el ego periférico, social, del pasado, y ese nuevo centro del ser se llama uno mismo.
¿Qué pasa en ese uno mismo?. Pues nada mágico ni extraordinario, eso sigue siendo las fantasías del ego. En ese uno mismo, uno está más cerca de sus motivaciones reales, más cerca de sus necesidades. Las cosas más sencillas como comer. Dormir, trabajar, amar parten más de un ritmo interno que de presiones externas o de compulsiones neuróticas.
En ese uno mismo uno acepta más los cambios de la vida, sus mareas. Cuando es otoño pues es otoño. Detrás del error hay un aprendizaje. El miedo es un estímulo, la muerte es transformación, el mundo un espejo. Uno no se asusta del otro, la ira hacia el mundo se torna compasión, solidaridad. Ese uno mismo que se siente pleno pues se vuelve invisible, discreto en lo social, pues no busca ese reconocimiento. Pasa desapercibido pero está atento en la vida pues es la gran maestra, baja al mercado donde se cuece todo.
La sabiduría es nuestra vocación. Pero ser sabio requiere de un camino largo.
No erudición. Humildad. Impermanencia. Globalidad. Simplicidad. Invisibilidad. Escucha. Presencia. Conciencia. Servicio. Generosidad. Alegría. Responsabilidad. Coherencia. Saber estar solo. Meditativo. Florecer. Inocencia. No historia personal, etc.
Por Julián Peragón