Recetas de amor: A ti, Deseo

A tí, Deseo:

Hablar del deseo es como hablar de la lluvia que tarde o temprano viene como una sombra anunciada desde el horizonte. Y cae, más fuerte o más liviana pero cae. Te puede pillar de improviso o desprevenido pero siempre moja porque esa es su naturaleza.

El deseo es a la vida lo que el latido al corazón, esto es, un impulso que se alimenta del reposo, un flujo que necesita el reflujo, en definitiva, un ir para poder volver. El deseo pujante, intrépito, compulsivo y urgente recuerda la otredad del vacío, la nada y la eternidad de la muerte. Es un grito que libera el silencio de la noche o la luz que ilumina las oscuridades del alma.

No en vano Eros y Thanatos mantienen un diálogo eterno donde el discurso de uno es la salvación del otro, y los éxitos y triunfos de uno de ellos colman, secretamente, los anhelos del otro en este reloj interminable del tiempo vivido.

De la nada surge una estrella que más tarde explotará como una supernova, de la cáscara vacía surgirá un brote tierno y del fango una miríada de vida. Por algo el deseo eriza el pavo real y mantiene erguido o terso el sexo.

¿Quizá el deseo es un fuego que destruye todo lo viejo, una quemazón que disuelve las falsas verdades, una hinchazón que pone en jaque las buenas costumbres o un atrevimiento que eclipsa las mediocridades y las sonrisas dominicales?. Porque el deseo no se vende en el Rastro ni está oculto en los más bellos escaparates, ni sabe de trapicheos clandestinos. El deseo es como la llama que no se mezcla como el agua en el barro, que no atiende a razones, que no sabe de fronteras ni de límites aconsejables. Se desea y punto.

Se desea y se desea. Se desea hasta que pasa la tormenta, hasta que amaina el temporal, hasta que los dramas se representan y lo reprimido se exorcisa. Hasta que nos lanzamos al abismo sin fondo, hasta quedar ahítos, saciados, exultantes, desgarrados. Deseamos hasta morir para que lo gastado dé paso a lo nuevo, y los colores vuelvan a lucir como colores y las sensaciones recobren la intensidad que les corresponden, hasta que el cielo azul brille con la intensidad que otrora se había vuelto opresiva. Se desea hasta que el cometa haya desplegado toda su estela plateada y los fuegos artificiales den las últimas tres salvas, hasta que los grillos vuelvan a su rutina y el otoño, cabizbajo, atesore sus recuerdos estivales. Se desea porque se desea, y punto.

El deseo es turgente pero también esquivo, aparece y desaparece por antojo, por azar o tal vez por destino. Y el destino que todo lo trama, que hace los guiones más desesperados, prepara los encuentros. Y a lo mejor, nos pone a ti y a mí frente a frente y nos ata en el roce de una mano o en una mirada furtiva. Después pone el reloj en hora y se va a sus aposentos a urdir nuevas escaramuzas tras cálculos astronómicos con las estrellas y la eclíptica, con los husos horarios y las almas descarriadas que quieren ser fecundas. Cálculos que están en el aire que respiramos, en las hojas dormidas de las novelas, en las esquinas de todos los cruces por donde pasamos como si tal cosa.

El deseo es así, informal, travieso e insaciable. Y cuando uno y otro no aceptan su juego se va a otra parte. Por eso el deseo nunca es propio, pasa como pasa la vida, como corre el río. Y nosotros, pobres mortales, sólo podemos verlo correr, acaso zambullirnos en él, jugar breves momentos de eternidad con el juguete de los dioses que quema pero también ilumina. Pero cuidado, al deseo no se le puede exigir ni más ni menos, forzarlo en una dirección u otra, de la misma manera que ningún niño puede contener el ancho mar con una muralla de arena. El deseo es, y punto.

Y nosotros dos, con entrada de platea o anfiteatro, de ocho a diez de la noche, podremos, tal vez, ver la función. Quizá con nuestras mejores galas, con ritos de amor complicados o en un acceso de pasión detrás de la puerta. Incluso podremos poner el cartel de no molesten, gracias, y ensayar la cara de bobos o de cómplices. Podremos hacer química con las sensaciones, comer pasteles de nata, iluminarse con la redondez de la luna, gestar historias interminables y hacer poesía con el croissant con leche, pero el deseo viene o no viene y no le importa que el champán ya no esté frío.

Con todo, avisados por el recuerdo, sabemos que el deseo no mueve al mundo, antes lo renueva. Y quizá, seamos conscientes de que el deseo, como todo, pasa, y no seremos nosotros los que le digamos adiós, al contrario, es él el que nos despide con un ramo de flores y una tarjeta que dice: «Lo real pervive en el corazón de cada uno, el deseo es un pez que se muerde la cola. Hasta pronto»

Y uno y otro, frente a frente, con el desayuno frío, extenuados del esfuerzo realizado, lánguidos y pensativos ante la noticia, sentiremos el vacío insalvable que hay entre estrella y estrella. Aunque puede que intuyamos que gracias a la cola del pez, éste se mueve y por eso está vivito y coleando. Puede que en la refriega pasional, casi sin darnos cuenta, hayamos subido un buen trecho de la cumbre desde la cual el horizonte aparece inmenso y los problemas cotidianos, allá abajo, pequeños e insignificantes, tal como son en realidad. Puede que la sonrisa aparezca en el semblante y en el corazón mil agradecimientos porque si bien, el deseo es un dios arrogante, un Dionisios ebrio de placer, nosotros somos los únicos que podemos darle vida, que podemos representar la comedia o el drama aún con nuestras imperfecciones e inseguridades.

Aunque no te lo creas el deseo sin nosotros es un mero arquero sin diana, un niño con la pelota colgada, un río sin desembocadura, un ocaso sin horizonte, en fin, un fuego fatuo.

Julián Peragón

 

 




Recetas de amor: Bodas divinas

Con luna llena, cuando el sol se ha ocultado y deja tras de sí una hora violeta encuéntrense en secreto hombre y mujer para unirse en el ritual del maithuna.

Se exigirán intensa atención y entrega, con deseo y recíproca admiración. Después del baño ritual mutuo y de perfumar el cuerpo con almizcle en el pubis y pachuli en mejillas y senos, se harán un masaje distendido en todo el cuerpo.

Se vestirán con los colores tántricos, ella de rojo como su sangre y él de blanco como su semen. En la penumbra de una habitación cálida, iluminada con velas, habrán rosas rojas, incienso y música.

Sin olvidar telas, cojines y espejos. En una bandeja de porcelana o de plata tendremos buen vino, algo de carne, pescado y cereal, una jarrita de agua y una almendra con su piel. Elementos que representan al universo, desde el fuego al aire, desde la tierra al agua.

En la unión sexual, ella será la diosa, Shakti, él su dios, Shiva. Ambos celebrarán las bodas divinas en el juego eterno de la energía y la consciencia. Meditarán en la luz y los sonidos, en el sabor y los aromas. Cuando ella cierre los ojos, él la envolverá con su mirada. Cuando lo haga él, ella sensibilizará su piel con delicadas caricias.

Llenarán las copas y beberán aspirando previamente el aroma del vino. Tomarán en forma ritual la carne, el pescado y el cereal intercalando el vino. En ese momento meditarán sobre la energía kundalini y su ascención desde la base de la columna hasta la punta de la lengua.

Enjuagándose la boca beberán agua. Él tomará la almendra y le dará la mitad a Shakti como símbolo de que la dualidad del mundo no es más que pura apariencia. Después él danzará ante ella como Nataraya, el danzarín cósmico.

Ambos se tenderán en el lecho uniendo su respiración, lenta y profundamente, en un estrecho abrazo. La mirada en el otro aspirando de su boca el aliento, las manos entrelazadas, el pene parcialmente introducido. Ella contrayendo su vagina succionará dulcemente el pene, él permanecerá pasivo.

Sentirán crecer una marea de sensaciones agradables, el calor aflorará en el pecho, la excitación sexual se irá transformando en un destello luminoso sin eyaculación. Desaparecerán él y ella en pos de un tú inmenso, se vaciarán sus cáscaras humanas para llenarse de infinito. La alegría y el amor serán como torbellinos, la paz interior dará paso al sueño reparador.

Julián Peragón

 

 




Recetas de amor: Hambre de piel

Hambre de piel
Si cree que se podría comer una piel inmensa, bronceada y turgente, con millones de poros que exhalan voluptuosidad utilice su imaginación en la relación sexual y conviértase en un ser diminuto para poder correr a lo largo de la espalda infinita de su pareja, y resbalar entre sus senos, escalar a lo largo de sus cabellos y después de la lucha con su lengua, reposar acurrucado en el nido de sus genitales.

Lenguaje
Ella pasará repetidas veces al baño en medio de la gente y dejará caer sobre usted su fugaz mirada (estoy aquí, ¿me ves? querrá decir). Usted tendrá que encontrar el momento adecuado para abordarla, sonriendo, con la cabeza ladeada, las manos relajadas y diciendo algo intrascendente (no soy peligroso, estará diciendo). Ella posiblemente llevará sus manos a su melena larga y recogiéndola en un moño, mientras enseña su cuello la dejará caer (soy vulnerable y apetitosa), por supuesto, usted tendrá que tener una actitud juguetona y ser dicharachero (tiene recursos, es sociable). Uno de los dos encenderá un cigarrillo o se morderá los labios, o mirará fijamente… A quién le importa que la música esté tan alta.

Protobesos
En la fiesta más concurrida elija al hombre más atractivo, cuando la ocasión se preste, dígale al oído que es antropóloga. No le diga que la antropología es el estudio del ser humano y sus circunstancias ni que, lo que pretende de verdad, es hacer un viaje a «lo otro» para comprender «lo propio». Dígale solamente que está haciendo un estudio de campo de las concurrencias entre la vida del hombre y la vida del mono. Enséñele cómo se tocan los chimpancés, cómo se hurgan buscando piojos saltarines en la cabeza. Muéstrele la dentadura en señal de amistad y todo el jolgorio gutural que los caracteriza. Pero sobre todo enséñele cómo ellos se dan unos protobesos muy monos y sugerentes.

Niágara
Descuelgue el teléfono y caldee el cuarto de baño. Túmbese en la bañera y regule el chorro de agua caliente a su gusto. Que caiga desde la altura y que encuentre todo abierto a su paso. Deje que la presión del agua lo haga todo, que el chorro se convierta en cascada y hasta en catarata. Que las neblinas del baño sean tropicales y sus gemidos de placer se confundan con los de la misma selva vírgen.

La Gruta
Si te encuentras ante el Cuarto Misterioso en el Valle Sombreado; si estás frente la Puerta de Jade ante la Perla; o en la Gruta del Placer con el Loto; o bien ves la Grieta Dorada, el Hongo Púrpura, el Crisol, el Diamante Negro. Si reconoces la Flor violácea, la Anémona, la Copa de Miel, la Concha y la Lira, entonces, no dudes, guarda reverencia pues es la entrada al Altar Sagrado.

Anahata
En el corazón de cada amante hay un loto azul de doce pétalos. Los que al amar consiguieron atravesarlo se fundieron en los lagos, juguetearon con las nubes que pasaban, se acomodaron en los perfiles lejanos. Una brisa los descubrió entre el follaje, varias estrellas los siguieron imantadas, bastó un soplo al oído para devolverlos al pecho más cercano.

Préstamo
Si su pareja le deja no se aflija más de la cuenta. El banco de la inmensidad del universo retira a veces sus préstamos para invertirlos en mayores potencialidades. No se queje ni se victimice, agradezca lo que tuvo y cuente sus intereses. Hay una gran inversión por delante.

Díselo, ¡hombre!
Es evidente que la quieres, que ella también te quiere, aún más, que se muere por tí. Pero no lo sabes, tu inseguridad te mata, hombre. Eso sí, crees que ella sabe que tu la quieres pero desconfía y por eso se muestra reservada. Tú no sabes que ella sabe que tú de verdad no sabes que ella no se muestra reservada sino expectante y espera una muestra clara de tu amor. Tú, es cierto, no quieres invadirla, ni que te confunda con gestos fáciles o que quieras comprar su amor; te imaginas que ella considera que un hombre debe ser fuerte, dueño de sí mismo… y … y …¿a qué esperas, hombre?, díselo ya.

San Valentín
Cuando llegue el día señalado no le compre un nomeolvides ni una cartera de piel, no acuda al recurso de los bombones ni a las tan manidas florecillas. En el día de los enamorados regálele vida.

Cuando haya aceptado la venda en los ojos acaricie sus oídos con sonidos tiernos, busque sabores exóticos o agridulces, regálele olores voluptuosos o afrodisiacos, investigue con las sensaciones cambiantes en las zonas más sensibles de su piel desnuda.

Solución
Cuando la lujuria le lleve a un apetito desmedido o cuando la necesidad de poder y conquista le haga humillar a cualquiera, aplíquese la siguiente solución: unos gramos de contención voluntariosa, tres onzas de ternura, una arroba de escucha respetuosa que antecede al amor, diez libras de esa debilidad de chico tempranamente robada, mucha cabeza y toneladas de sabia inocencia. No olvide aplicar allí donde la coraza es más dura.

Julián Peragón

 




Recetas de amor: Entre amores

Campo de aterrizaje
Será la espalda de ella como una pista de aterrizaje, sus pechos y vientres como colinas y valles, su cabello como la espesura del bosque, sus nalgas, dunas veteadas por el viento. Desde la altura circunde el territorio, divise oasis, desniveles del terreno, confluencias de planicies. Si algo aviva su curiosidad, aterrice y despegue infinitas veces.

Atracón
Que no haga nada, que sólo se tumbe en las sábanas y flote como en un mar tranquilo. Que sea tan flexible como la arena tibia y cierre, sobre todo, los ojos. Dése todo el tiempo y toda la premura; todo para usted de pies a cabeza. No déje ni una pulgada sin saborearla. Afortunadamente, él no tendrá derecho a decir… nada. ¡Hummmgnm!

Del fango
Recorran valles y montañas y encuentren algún lago perdido. Entre cañaverales, el lodo amasado por el tiempo. Con la solana revuélquense en el fresco barro hasta el cuello, orejas y frente. Hagan risas de homínido a homínido, jueguen a estatuas naturales, hagan masajes de alfarero. Cuando en reposo el sol agriete la arcilla ya seca recuerden que las inmaculadas flores de loto nacen del más puro fango.

Declaración de amor
¡Oh! Julieta, ¡Oh! Romeo. ¿No es verdad ángel mío que el amor nos atraviesa para dejarnos después heridos de por vida?. Amor mío, siento decirte que lo que más amo no está en ti pues grandes idealizaciones me mueven, sueños arquetípicos me desvelan. Sin embargo es gracias a ti que puedo amarlos, gracias por estar ahí y por esa disponibilidad y entrega acierto a amarte a ti, tal como eres, sin confundirme.
Mi corazón me dice que lo que yo amo es más grande que lo que tú y yo somos juntos, mi cabeza me dice que tú eres la más preciada elección de mi vida.
La punta de mi flecha busca dianas en el cielo pero el arquero que soy se reconforta con el arco que tu ser me posibilita. Por eso te quiero.

Oración
Completamente desnuda ante un gran espejo, sacralice el cuerpo.
Toque sus cabellos y sienta que son antenas que captan vibraciones; espumas desatadas que cabalgan sobre la ola del cuerpo; aureola seductora de energía vital.
Déje que los dedos recorran los pabellones de las orejas y diga que sus oídos son caracolas marinas que recogen los susurros necesarios del amor.
Toque sus ojos que son la luz del alma y que captan las formas sinuosas del cuerpo, las partes secretamente escondidas.
Acaricie la nariz que percibe antes que la forma la esencia, que deja entrar sin moralidades las fragancias voluptuosas que encierra cada rincón excitado del cuerpo.
Resiga la esponjosidad de cada labio que conjuga en cada beso pasión y ternura, y sienta la lengua que cómplice de aquéllos estimula recovecos insospechados. Lengua donde todos los hilos invisibles del cuerpo están atados.
Junte las manos en señal de oración. Dedos que gracilmente transforman la masa amorfa de sensaciones planas en aguas cantarinas de nuevas sensibilidades. Manos que esculpen olvidadas turgencias.
Palpe también los pezones que son estremecimientos de sendos volcanes. Y los senos que son promesas de placer, cabecera de dioses, sueños de leche y miel.
Redondee su vientre que es ante todo misterio, entrañas sabias cual tierra fecunda y recóndito ombligo donde todo tiende a centrifugarse.
Sienta las nalgas, cercano contrapeso y agarre de amantes; redondeces simétricas con despensa.
Toque el sexo y sienta los estratos de labios en sonrisa generosa y la húmeda acogida virtual que protegen. Acaricie su clítoris, efervescencia de placeres que las rugosidades envuelven; propio tesoro también de amantes expertos.
Y no se olvide de los pies que se arquean de puro placer componiendo arpegios con los mismos dedos.
Del cuerpo sagrado haga un templo de amor, y de la fugacidad de la vida un arte para los abrazos. Ore en cuerpo y alma.

Julián Peragón

 

 




Recetas de amor: El juego del Amor

Acantilado
Cuando el sol se haya ido encuentren un acantilado frente al mar. Aparque a escasos centímetros del precipicio. Tensen el freno de mano y esperen a que el silencio les lleve al gris nocturno del horizonte, al eco vertiginoso de las olas, a la profundidad de la misma vida que la imaginación no abarca. Reclinen los asientos, distingan en el todo continuum de la oscuridad las partes sensibles que se buscan del hueco temido en el vacío que el resorte del freno contiene.

Estrategias de baño
LLegue a casa a la hora de siempre. No responda a los saludos habituales. No mire, no sonria. Deje el bolso y el abrigo en el mismo sitio habitual y enciérrese en el baño. No responda a los interrogantes que vienen más allá de la puerta, dése un baño relajante, con espuma, con caricias infinitas. Póngase aceites y perfumes. No se dé prisa. Cuando salga vestida de noche apague las luces y encienda una sola vela. No le mire, no sonría. Deje que el mismo cuerpo en su movimiento irrespetuoso se desprenda de la ropa. Inocente, mire de reojo o deje escapar una sonrisa. ¡Ah! y no olvide apagar la vela si resulta ya un estorbo.

Un solo rostro
Encuentren una postura cómoda frente a frente. Si la ropa no se los impide miren simultáneamente al sexo del otro. No se entretengan sólo en las diferencias sino en los efluvios y magnetismos que irradian. Al poco, suban la mirada al vientre donde las emociones se entremezclan con las entrañas. Continúen viaje al pecho donde la hiedra de los sentimientos busca sensibilidad y afecto. Al tiempo suban ambos la mirada a los labios hasta que el cielo y la tierra de cada labio forme una sonrisa ancha como el horizonte. Por último aterricen en las miradas y calen más allá de la retina donde el alma encuentra guarida. Y así no se extrañen si en el fondo de la mirada no encuentren dos sino un solo rostro.

Ojos
Ojos matutinos que te miran desde detrás de una taza de café. Ojos que curiosean a través del tumulto de la gente, que te roban una expresión desprevenida en el trabajo. Ojos que escrutinan el contorneo de tu cuerpo cuando sales precipitada, que observan el revoloteo de tus faldas, la profundidad de tu escote. Ojos tímidos en la noche que se contentan con la belleza de tu sonrisa, que usurpan en su imaginación tu intimidad. Ojos que están enfermos de amor.

Partitura
Si sus manos fueran hojas secas llevadas por el viento, plumas remolonas o las primeras gotas de una fina lluvia. Si sus manos fueran como serpientes sinuosas, o como hormiguitas que transitan por un mismo sendero. Si sus dedos hábiles fueran de pianista, ¿a quién le importaría ser partitura?

Traje a medida
Boca arriba o boca abajo, desnudo y confiado, déjese hacer una traje a medida de los pies a la cabeza, sin botones, cremalleras o costuras. Permita que le pongan parches calientes de cinco dedos y que los amontonen en el cuerpo, que los distribuyan pausadamente sin dejar huecos por muy inaccesibles que éstos sean. Verá que los parches pentagonales se amoldan perfectamente a la piel percibiendo su tersura, suavidad y templanza. Es posible que encuentren olvidos, llamadas, urgencias, temblores, pudores, durícias, abandonos, fríos y calores que un traje bien hecho sabrá contemplar.

Allegro
Quien sabe si alguna vez tendríamos sólo diez minutos antes de la partida del tren, cinco antes de una despedida, un escaso minuto en el tránsito de un aeropuerto. Por eso a veces hay que practicar el amor medio vestidos, con el corazón sensible pero sin refinamientos, dispuestos a gemir en el trasiego apresurado de los cuerpos.

Inversión
A lo mejor tiene en casa una tabla de inversión de esas que te coge los tobillos almohadillados y te deja dulcemente caer hacia atrás liberando las cervicales. Tensiones del cuello que son una excusa perfecta cuando ella, sorprendida del artilugio, prueba inocentemente hasta que una vez cabeza abajo, cuando la sangre baja y la ropa se suelta por efecto grácil de la gravedad, tiene permitido hacer, sin interferencias, las presiones justas y los toques precisos que a cualquiera hacen perder la cabeza.

Animalejo
En el sótano de nuestro cuerpo habita un animal de deseo que ansía liberarse. Sácalo a paseo, que le dé el sol y el aire. Después de comer cepíllalo a menudo y acaricia de tanto en tanto sus ferocidades. Cuando ruja no saques el látigo ni le pongas cadenas pero tampoco le consientas sus veleidades. No le temas, es un animalejo amigable.

Chimenea
Si tu chimenea está triste pónle leña. Entre la rama fina, coloca tus manuales de sexualidad, los sesudos estudios clínicos de fisiología sexual, las encuestas de la normalidad genital y las supersticiones al uso. Para avivar la llama, una buena dosis de ese tremendo miedo a no hacerlo bien, y haz un buen fuego.

Julián Peragón

 




Recetas de amor: Amar siempre amar

Transición
De lo prohibido a lo transgresor, de lo público a lo íntimo, del vestido al desnudo, de lo seco a lo húmedo, de las palabras a los gemidos, de lo separado a lo unido, de lo apagado a la explosión de placer, de la fusión al sueño profundo.

Sin
Póngase el vestido de verano que más le guste y absolutamente nada debajo. Vaya de compras si quiere, pasee por la ciudad, suba a los autobuses o recorra los parques. Parte de esa atención tonta que uno pone en las cosas de afuera y de esa inercia seducida por la promesa fugaz del mundo sitúela dentro. Recuerde la desnudez ontológica del ser cuando la seda se le pegue al cuerpo o cuando el algodón revolotee con el viento.

Invernal
Un día gris, de los más fríos, apaguen la calefacción y desnúdense. Sobre el cuerpo aterido una manta espesa de lana blanca. No se preocupen, hagan vida normal, lean el periódico, desayunen y rieguen las plantas. Entre caídas, arremangos y vuelos, ya verán los bellos resquicios que dejan entrever las mantas.

Amor de ángeles
Siempre que los enamorados se enzarzan en su juego apasionado revolotean a su alrededor un par de ángeles enfundados en su inmaterialidad. Si afinan el oído escucharán su diálogo angelical:
– Si fuera un lirio blanco te acogería en mi seno para abrazarte con mis pétalos. Me haría cañada para dejarme invadir por tus aguas torrenciales. Me convertiría en arena para poder besar tus huellas.
– Yo seré la daga que rasgue el velo de tus tinieblas, el huracán que desenrede tus ataduras, la lengua de fuego que te estremezca.
– Cambiaría mi cielo por poder olerte siquiera un instante, por poder sentir el peso asfixiante de tu cuerpo encima del mío, el aliento enajenado de tus besos.
– Quisiera que tus alas se convirtieran en piel erizada por el deseo, y que tus halos se concretaran en carne prieta, en sexo húmedo.
– Ángel mío, …
¿no han oído alguna vez un zumbido en los oídos mientras hacen el amor?.

Arrebato
En cualquier momento inesperado, detrás de la puerta, subiendo las escaleras, fregando platos, aprovechando un inoportuno apagón o hastiados de la programación televisiva, descórchese una o dos pasiones y déjese llevar por un arrebato loco.
Si la espuma se desborda, no se preocupe, bebánselo sorbito a sorbito lo que aún queda.

¿Quién eres tú?
Si hace mucho que no indaga en sí mismo, si su identidad en la pareja está revuelta, si se le ha confundido el ser con el ser para el otro, el deseo con el deseo de complacer a los demás, entonces párese un instante.
Párese delante de un espejo y pregunte a su imagen ¿quién eres tú?. Puede que su imagen desconcertada empiece a hablar contando sus confusiones, sus autoengaños, sus carencias e insatisfacciones, puede ser también que se vaya por las nubes o que se quede bloqueada. Si ve que el embrollo continua, vuelva a preguntar con la mirada fija, al fondo del reflejo de sus ojos. Penetre con el dardo cuestionador hasta conectar con algo sólido en su interior.

Árbol sagrado
Si todavía encuentra vaya a un bosque frondoso de ésos donde los rayos del sol apenas hacen un cosquilleo juguetón a las hojas más tímidas. Busque entre todos a un árbol soberano de los que producen un asombro sagrado, cuyas raíces alcanzan lo más profundo para que sus ramas rocen el cielo. Con los pies descalzos abrace con todo su ser el tronco centenario.

Olas
Cuando la playa es apenas una frontera desmentida miles de veces, pónte desnuda entre el agua y la arena. Sincroniza tu respiración con el mar, déjate llevar por el vaivén de las olas, no ofrezcas resistencia a cada envite de sal, a cada remolino obsceno. Que tu cuerpo sea campo de batalla entre dos inmensidades.

Rayos y truenos
Escuchen siempre las noticias meteorológicas. Cuando el día anuncie tormenta y el cielo se ponga de un gris oscuro amenazador, háganse unos bocadillos suculentos y cojan el coche directos a la montaña más alta. Esperen con las luces y el motor apagados el espectáculo que empieza. Los primeros rayos no tardarán en aparecer en la lejanía con la distancia tranquilizadora de los truenos todavía susurrados. La tormenta irá avanzando, los relámpagos iluminarán sus rostros brevemente mostrando perfiles insólitos. Sin querer, el silencio creado entre ustedes después de cada descarga los irá acercando pues los corazones tienen el mismo diálogo que tienen la nube y la tierra. Cuando el trueno arrecie de improviso, no descarten un abrazo de amor descarnado.

Errores de cálculo
Si ustedes son una insípida pareja 11 o tienen puntos tan dispares como una 96, si son una pareja 18 que se debate entre el clasicismo y el barroco, o si por contra, son una 22 de ésas que no saben ser el uno sin el otro,….. pongan un poco de salsa a la vida y prueben la 69.

Julián Peragón

 




Recetas de amor: Aprendiendo a Amar

«Lo que sigue a continuación no son más normas ni más recetas, acaso una invitación lúdica a descubrir otras propuestas. Instrumentos de cocina amorosos para salir de lo crudo y saborear lo cocinado. Imágenes, tal vez, de que las artes amatorias tradicionales no tienen por qué ser herméticas o de que lo espiritual no siempre huele alcanforado. A veces basta con ponerse a jugar para que el mismo juego te lleve por caminos insospechados a donde tú mismo no te atrevías. Y quizá el leerle o enviarle al otro una de estas estrategias es la mejor estrategia para cambiar el rumbo de un barco a la deriva o que está parado en la calma chicha.»

Crudité
Sobre porcelana fina distribuya las siguientes crudités con buen gusto y esmero: Los recovecos del oído más uno o dos lóbulos ya mordisqueados, una tira de cuello tierno de la parte que se retuerce fácilmente hacia atrás, el interior del codo, cada una de las yemas de los dedos, la aureola rosada del pezón, un pezón pellizcado suavemente, las interioridades del ombligo, justo el surco donde se desliza frecuentemente el sacro, el labio inferior de la boca esponjoso, el espacio que dista del índice al pulgar del pie, la puntita de la lengua, la línea progresiva que une la rodilla con la entrepierna, el olor fresco de la áxila, la rugosidad acariciada del vello púbico, la turgencia rodeada de sabrosos pliegues. De guinda, colóquese ese hueco que no tiene un único nombre.
Todo ello sazonado con saliva y aliento, a gusto del comensal. Se recomienda ir muy, pero que muy despacio.

Ikebana
Hay flores extrañas que ejercen su atracción imparable a kilómetros de distancia aún guarecidas de la luz del sol. Son flores delicadas que requieren un arte especial en su arreglo.
Separar con delicadeza los pétalos internos con los dedos tíbios, acariciar el vello de terciopelo que los corona, extender las humedades hasta que toda la flor quede empapada y envolver con sumo cuidado el pistilo vivaracho hasta que sea el momento de libar la miel que se derrama irremediablemente.

Sed libres
Escondan la agenda, paren los relojes, bajen las persianas, descuelguen el teléfono y den dos vueltas a la cerradura. Desnúdense y olviden el tiempo.

Un sólo rostro
Encuentren una postura cómoda frente a frente. Si la ropa no se los impide miren simultáneamente al sexo del otro. No se entretengan sólo en las diferencias sino en los efluvios y magnetismos que irradian. Al poco, suban la mirada al vientre donde las emociones se entremezclan con las entrañas. Continúen viaje al pecho donde la hiedra de los sentimientos busca sensibilidad y afecto. Al tiempo suban ambos la mirada a los labios hasta que el cielo y la tierra de cada labio forme una sonrisa más ancha que el horizonte. Por último aterricen en las miradas y calen más allá de la retina donde el alma encuentra guarida.
Y así no se extrañen si en el fondo de la mirada no encuentren dos sino un sólo rostro.

M.O.R.S.E.
El corazón que es la centralita de informaciones sensibles capta la poesía que hacen en la máxima fusión los amantes. Cuando agoten la inercia del vaivén los cuerpos utilicen el lenguaje secreto. Cada contracción del glande un punto, cada presión vaginal una raya, punto y raya, raya y punto. Seguro que el corazón quedará satisfecho.

Huellas
Sabrás exactamente a la hora que ella casi durmiendo baja las escaleras cualquier día laborable, las calles que cruza sonámbula, los boulevares que atraviesa todavía con el humor congelado, la última esquina que dobla antes de sentarse en su escritorio frío de la mañana. Comprarás 5 ó 6 docenas de claveles rojos que dejarás uno a uno en su puerta, en el ascensor, a cada 50 metros calle arriba, entre las plazas donde ella pisará sorprendida un poco después, en lugares insólitos que ella nunca se fijó, en la solapa del recepcionista, en la mesa de su despacho un poco alborotado hasta que su rostro se ilumine del mismo color que el sol amaneciendo.

Deshojar
Cuando la primera herida narcisista haga temblar a los enamorados, sitúense frente a frente con el corazón en la mano izquierda. Deshójenlo sin premura, ahora un despecho, ora una esperanza. Sigan con un si me hubieras dicho, con un no te lo perdonaría, con un yo no soy tú, con un tú que te creías. Tras rencores y heridas descubran el corazón del corazón siempre hecho del mismo e inquebrantable amor.

Piropo
Si es uno de esos días solaces en los que los problemas están también de asueto y resulta que ha quedado atónito por una belleza andante, espere, no sea atolondrado. Observe y sea amante de la belleza. Deje que se impregne en su retina su movimiento, su sonrisa, esa mirada bella pero indiferente. Entonces deje su mente en blanco y en los pies sentirá un ritmo incontenible, en el sexo una quemazón tierna, en el vientre un volcán que el pecho tendrá que resolverlo con un requiebro, en cada dedo una lisonja, en los ojos dos ingenios, y la voz dulce que llevará el viento.

Azahar
Vuelen a Sevilla en primavera. Salgan del hotel al amanecer. En el centro del barrio de Santa Cruz tiren el mapa de la ciudad y désen la espalda. Cada uno en una dirección revoloteen el barrio antiguo, en silencio aprecien cada esquina, cada azulejo, cada balcón. Déjense llevar por la fragancia de los naranjos, reposen en cada placita. Ajenos al río de turistas discurran sobre cuál angostillo del laberinto de callejuelas les trairá el esperado reencuentro.

Contigo en la distancia
Sobre una alfombra turca, rodeada de flores, telas y espejos, con luz ténue y música suave, colóquese desnuda, brazos y piernas abiertos. Sitúe a la persona querida a 5 ó 6 metros de usted, en posición de arranque. No diga nada, sólo conserve dos palabras de gran poder «alto» y «adelante». Diga ésta última y deje que la inercia del deseo actúe, por la gravitación de las esferas, o en la seducción de las formas. Cuando el amado adelante, no dude, diga «alto». Observe la reacción de él, la propia. Otra vez «adelante», y una vez más «alto». Mírele a los ojos, a los labios, «adelante», sienta la fuerza imparable , la atracción. «Alto», no se precipite, diga «alto». Observe el cuerpo del deseo, «adelante» el correr de la adrenalina, «alto», el jadeo, «adelante», el aliento, la intensidad, la presencia. «alto», «alto», algo que quiere estallar, o ¿será un sufrimiento exquisito?. Diga «adelante» o no diga ya nada, ¡qué decir cuando ya no hay distancia salvable!.

Julián Peragón

 




Recetas de amor

¿Será el Amor una afección insufrible del alma, una atracción inherente de los cuerpos o, quizá, la octava superior del deseo?. ¿Será el amor una simple alegría, la nostalgia de un olvido o un doloroso, pero feliz, desprendimiento del ego?. ¿Es el deseo al amor lo que la sal a la comida, o tal vez, son opuestos, o vecinos, fronterizos con el ombligo?. ¿O son solubles e intercambiables?. ¿Amará ella cuando desea él –o viceversa?. ¿Dará ternura uno para conseguir sexo, o sexo el otro para conseguir amor?. Él y ella, ellos y ellas, con el amor galante, el amor platónico, el filántropo y el nutricio. El amor narciso, el canibal, el fogoso, el amor entrega y hasta el amor odio. Todos tienen su cabida en el Amor.

Sobre él está todo dicho, y aunque quieran los filósofos, los poetas, los místicos, el Amor no se puede agotar. Imposible clasificar lo informe, encerrar lo inconmesurable, desterrar lo que vive por doquier. Por eso gentes amorosas, antes de decir nada, oler su esencia, descifrar su misterio, jugar a su juego y probar bocado.
De estas recetas que si bien no son de la abuela, si son de la experiencia, de la imaginación, de la creatividad. Recetas ¿por qué?, porque el amor no es fácil encontrarlo, y porque el deseo se aburre después de una cuarentena, y porque los problemas invaden las almohadas, y porque jugando somos como niños, y porque una receta se parece a un rito que pone señales a la nueva experiencia, y porque, digámoslo claramente, a nadie le amarga un dulce. ¡Que lo disfruten!.

Inventando el Kama Sutra
Compre una hamaca colombiana de muchos colores, cuélguela en la pared y asegure los ganchos. Después prepare una deliciosa cena e invite al más deseado. Procure que la hamaca rebose de cojines. Cuando se acerque intrigado, no dude, pídale el favor de comprobar la resistencia al peso, claro, sin zapatos, él, con falda, usted. Aunque quiera escapar, ya verá como no necesitan imaginación para las posturas.

Permutación de cuatro
Póngase en maceración cuatro pies fríos y cansados. Cuando el agua caliente haya templado los nervios, búscanse los pies unos a otros, con sorpresa, con júvilo, sobre un recipiente blando de lino blanco.

Submarinismo
Coja un trozo de mar antillano con sales y estrellas y métalo en su bañera. Bien llena. No lo desaprovechen. Métanse con la piel erizada, el suspiro prolongado y los dedos desatados de placer. Caliente. Dejen que la piel sonrosada se libere, que los ojos busquen el cielo del techo que las costillas respiren como flotadores. Con el agua al cuello y los ojos chisposos, las miradas cálidas dejen que las cuatro manos hagan olas o maremotos, que busquen tesoros sumergidos, peces de colores. Aunque si no saben bucear siempre pueden quitar el tapón de la bañera.

Revuelto de manos
Ingredientes: 4 manos por persona, 100 ml de aceite de almendras dulces con esencia de jazmín, 30 grados de temperatura y silencio.
Extiendan el aceite libremente por el cuerpo, rehoguen pies y manos con apretones. Los costados sazonados con arrastres y las abundancias que encuentren en nalgas, cintura y vientre amasados con ternura. Presionen los lomos, friccionen los muslos y jalonen la piel como a un gatito. Triturar los puntos duros, machacar las rigideces y cuando esté a punto de romper el hervor déjese reposar 10 minutos, también en silencio.Tango
Una música insistente despacha envites a diestra y siniestra. La estancia a media luz, los zapatos ajustados y livianos. No pierdan el ritmo, lento, lento, rápido-rápido y lento. No pierdan la concentración, no invadan el terreno del otro, no tensen la pelvis, que las piernas no flaqueen, que los pies no tropiecen. No hagan caso al sofoco, no naufraguen todavía, no se suelten de las manos, no se miren fijamente pues perderán el compás lento, lento y lento.

Puzzle anónimo
Hágase una foto desnudo, cuerpo entero, y trocéala en 20 trozos de diferentes tamaños. Busque, si quiere, asimetrías engañosas, perfiles ambíguos y sombras misteriosas de esas que conserva sin querer el cuerpo. Meta, con el tiempo, cada uno en un sobre –guarde para el final aquellos que más le delaten– con una nota anónima. Con la nota una fantasía, un deseo guardado, un secreto obsceno que nunca se atrevió a contar.Mándelas a su propio dirección pero a nombre de ella y espere. ¿Quién se resiste a completar un puzzle?.

Arrebato
En cualquier momento inesperado, detrás de la puerta, subiendo las escalera, fregando platos, aprovechando un inoportuno apagón, o hastiado de la programación televisiva, descórchese una o dos pasiones y déjese llevar por un arrebato loco.
Si la espuma se desborda, no se preocupe, bébaselo sorbito a sorbito lo que aún queda.

El bello durmiente
Ponga unos gorriones domingueros en el balcón. Deje que las sábanas se vayan encendiendo de blanco y que el vaho onírico se esfume como la niebla. No obstante conserve el calor del letargo de los cuerpos, el magnetismo inconsciente y acerquese imperceptiblemente a él, aún enroscado y callado por el sueño. No lo despierte. Péguese a su espalda y deje las manos deslizar por el perfil inclinado, los labios vencidos, por el pecho fuerte, por el vello algodonado, por el vientre de bebé plácido, por las nalgas prietas hasta encontrar el nido. Ahí remueva el fondo, ordene las partes y deje que crezca, aún a costa de despertarlo.

Regueros
Vayan a la frutería y compren la sandía más grande. Cuando el tórrido sol lo permita suban a la azotea con la fruta partida en dos. Ya sin ropa, atrapen su mitad entre las piernas y con las manos desnudas arranquen el rojo corazón frugal. Goteando azúcar ofrézcanselo al otro. Llénense la boca de frescura y déjen deslizar las pieles entre los regueros múltiples que las risas derraman.

Sin carrete
Busque su antigua máquina fotográfica aunque no tenga carrete. Invite a su pareja a una sesión fotográfica. Pregúntele por su fotogenia mientras las primeras prendas se desprendan, clic. Entonces, cuando las expresiones divertidas e inocentes surjan, clic, cuando las posturas atrevidas y maliciosas se desgranen, clic, déje la máquina fotográfica en una esquina y aprete el automático, clic.

Nuevo paisaje
Comience el juego amoroso como siempre, con las mismas estrategias, aún en las desganas de ella —si así lo ha hecho otras veces—. No se preocupe, siga el mismo recorrido trazado, los mismos puntos, los mismos acercamientos… pero en el momento clave, quédese a las puertas, sienta su respiración y no penetre. A lo mejor, ella se aturde por lo inesperado, usted tampoco desespere, vaya arriba y abajo, discurra de delante hacia atrás, considere el derecho y el revés que ella le vaya ofreciendo. Con el tiempo verá que ambos gozan de más espacio y que el paisaje es mucho más amplio.

Tropiezo
Algunas veces, con el traqueteo del tren o el guagua de un autobús, la mirada entretenida tropieza con otra y los reflejos esquivos fallan. Se congela el tiempo, el primer segundo tartamudea, en el segundo después las miradas se paralizan, un resquemor perfora el vientre, una punzada que ahoga, un nudo en la garganta, pero… aparece un otro, su mirada, alguien que abre una ventana.
El tiempo se deshace en presencia, la complicidad hace un guiño a lo humano y, sin querer, una sonrisa se escapa por las hechuras de la moralidad. ¿Acaso tropezar no es humano?

Julián Peragón

 

 




El alma del sexo

Nuestra sexualidad en estos tiempos está en crisis, aunque los indicadores externos gozan de buena salud. Libros, manuales, vídeos, debates televisivos dejan la sexualidad tan al descubierto que parece pecado mantenerla en la misma intimidad en la que nació. Una vez hemos reivindicado el cuerpo como nuestro y la sexualidad una libertad inalienable del individuo, nos hemos alejado del fantasma opresor del pasado pero hemos sucumbido, complacientemente, a los estragos del mercado.
Desde las consultas sexológicas a la enumeración de las patologías sexuales. Desde las encuestas picantes y simplonas a los fenómenos sociales de liberación-represión hemos ido comprobando el triste perfil de nuestra sexualidad que va como en un claroscuro de la erotización a la desgana, de la abulia a la compulsión.

El mercado, ávido, ha querido llenar ese vacío y esa desorientación y ha hecho una apología del sexo. Por un lado, ha marcado, como única vía, una línea recta y ascendente, imagen prepotente del orgasmo masculino, como si fuera también la línea ascendente de beneficios de una empresa modelo o la marcha de un tren imparable. Por otro, ha quitado lastre emocional a la sexualidad volviéndola extremadamente ligera como un refresco con burbujas. La supuesta sexualidad masculina se ha trivializado o se ha plegado a la idea de rendimiento, de efectividad de la misma a la que se está acostumbrado en una sociedad industrial. Se debe ser en la cama un superhombre capaz de infligir varios orgasmos a la partenaire; como en las imágenes de las películas comerciales se ha de penetrar raudo y con la mandíbula prieta golpear la pelvis, sin parar, hasta que estalle el orgasmo femenino. Un orgasmo y una sexualidad femenina que no se ha tenido tiempo de descubrir ni menos de saborear.

Detrás de esta imagen de la sexualidad del hombre que en este artículo intencionalmente mantengo estereotipada hay un vacío de ser. Una carencia en el sentir que se camufla en una pose de fuerza, conquista y falsa seguridad. Al otro lado de esta pretensión masculina aparece irremediablemente el fracaso; fracaso de no ser un superhombre, fracaso en la competencia con otros en apéndices, músculos y resultados, y la caída en picado en la precocidad o la insensibilización. También la jactancia es una forma más de escapismo.

La mujer también ha entrado de lleno en el mercantilismo, bien porque ha sido una forma más de seducir al poder, bien porque es otra forma de capear las desigualdades sociales entre los sexos. Más sensible a su interioridad, ésta sufre la misma incomunicación, a veces negando en la frigidez, otras cómplice del mismo juego.

La sexualidad ha perdido perspectiva paradójicamente cuando tanto y tanto se ha dicho sobre ella. Cuanta más normativa, cuantos más mauales de cómo hacer feliz en la cama a un hombre o a una mujer, más lejos de la propia sexualidad, más lejos del propio instinto espontáneo.

Hay tanto miedo a no ser normal, a no dar la talla, a ser tachada de estrecha o de casquivana, a ser considerado machista o marica que nos sentimos encorsetados justo en un acto, el sexual, donde la prerrogativa es la de ser como tú eres.

En estos momentos la sexualidad es una zanahoria que nos hace buscar cada vez más los estímulos más intensos, azuzados, claro está, por el vértigo del aburrimiento. Y es que buscamos la llave que hemos perdido en el lugar menos indicado pues la promesa de la sexualidad no está propiamente en el sexo y menos en las técnicas sexuales. Querer estrujar los órganos sexuales para sacarle el jugo de la felicidad haciendo todas las permutaciones posibles es avivar el sentido de la perversión pues como dice la palabra, algo perverso, es aquello que ha desviado su centro.

Buscar el centro desde la sexualidad es converger, deseo y amor, instinto y fusión, necesariamente cuerpo y alma. La sexualidad está dentro de la cabeza, es impulsada como un barco por las entrañas y toma su curso en el pecho, pero nunca está en el sexo. La sexualidad es la salsa de la vida y no requiere mas normas de las que le dicta su corazón.

Vivir la sexualidad es claramente tocar el núcleo de lo que uno es, y es, en las mejores condiciones, el gran trampolín donde uno salta por encima de su pequeño o gran ego y se encuentra con la inmensidad. Una inmensidad que dura unos segundos pero que simultáneamente es eterna, teñida con el rostro del amado o amada y que sobeviene de la mano del amor.

Tal vez por eso en tantas tribus y en grandes tradiciones el sexo ha sido sagrado. No sólo por el aspecto reproductivo de éste, clave de la supervivencia de un grupo, sino también porque el espíritu se manifestaba mágicamente en la especie de danza imantada que suelen hacer los amantes.

No olvidemos que el deseo en forma de Eros es un dios porque el ser humano siente su fuerza como algo descomunal, de otro mundo, algo que lo atraviesa y que lo enciende. En ese estado se ilumina, se comunica con lo sensible, se fusiona con el otro como jamás podría hacerlo en una conciencia ordinaria. Es como si, en esta sexualidad el individuo se reconoce dueño y se siente invencible, amoroso y a la vez lúcido. Es harto sabido que los totalitarismos y las doctrinas, los imperios y las iglesias reprimen ese sentir para convertir a un pueblo sumiso o fanático, como si cortándole a la hiedra su raíz difícilmente ésta tomará altura.

La insatisfacción en la sexualidad atiende a sucedáneos, compra imágenes bellas y dulces, muestras con desfachafez lo que ya no está vivo y, sobre todo, consume. Pronto se administrará en aerosol el péptido oxytocin, o en pastillas afrodisiacos hormonales para poder sobrellevar el tedio de la vida o conjugar bien la sexualidad con el trabajo o las relaciones sociales y que no interfieran entre sí.

Afortunadamente nos empezamos a dar cuenta de esta falacia, de la gran mentira del sexo. Las tradiciones pueden dar alguna luz en estos momentos si bien hay que ser extremadamente cautos y prudentes para no intercambiar un modelo por otro habiéndose olvidado una vez más de sí mismo. Pero ellas han ritualizado la sexualidad, no solo para quitarle la compulsión o la inmediatez propias sino para insertar la vivencia en un ritmo más lento, es decir, en un tiempo no lineal sino sagrado. El ritmo lento es un compás con el arco muy grande que nos permite respirar y que nos posibilita observar desde una mayor serenidad. Ahí uno es dueño de su energía y tiene la oportunidad, como se hace en el Tantra o en el Taoísmo, de rescatar algo de esa fuente inagotable e instintiva y llevarla a grados de sutilidad y de despertar de áreas dormidas.

Sublimar la energía sexual o natural en energía espiritual es uno de los objetivos del místico, del iniciado. Instinto y espíritu no son tan extraños, el mismo mito de la Kundalini y las bodas divinas de Shiva y Shakti lo desvelan. Si tuviéramos ahora mismo una experiencia mística sabríamos que el orgasmo es una antesala, rompe cadenas para que el espíritu vuele. Por eso es sagrado el sexo porque sin dominar esa fuerza que anida en la base toda buenaintención santificadora es pura elucubración o mero encubrimiento.

La tradición también dice que el río de la vida hay que saberlo contener. La sexualidad tiene que ser encauzada sin que te lleve la corriente. Controlar el orgasmo no es un juego de niños, mantener el cuerpo sano y fuerte requiere disciplina, no perder la concentración durante horas en el acto amoroso merece muchas horas de meditación. Pero esto son altos vuelos.

En principio hay que tirar a la basura todo lo que sabíamos sobre sexo para confiar más en la propia naturaleza. Hay que hacer del cuerpo un templo que sea acogedor para el deseo. Hay que vencer la rutina y el aburrimiento para que la atención no se disipe y hay que crear las condiciones para que el amor vagabundo anide. Las técnicas son lo de menos, los rituales se crean con la imaginación y con la misma imaginación se trascienden, pero sin amor, sin amor la vida se seca y se empobrece.

Julián Peragón

 




La Nueva Masculinidad: entrevista a Juan Carlos Kreimer

 

A Michel Katzeff,

que en paz descanse

y en la nube flote.

 

Ante el empuje emancipador de la mujer, el hombre con su imagen, sus prerrogativas, han quedado profundamente cuestionados. Al hombre, sin aparente salida, no le queda otra que pararse y reflexionar, cuestionar ese modelo, y encontrar otra forma de ser hombre desde una búsqueda profunda de su masculinidad. ¿Cómo integrar para él su razón y su sentimiento, su fortaleza y su fragilidad, su sexualidad y su receptividad?, ¿cómo no tener miedo a la vulnerabilidad, a perder el control, a ceder poder, a ser solidario?.

En definitiva ¿cómo encontrar otro modelo cuando sólo se tiene un modelo?

Sin Fronteras (SF): En tus libros planteas el surgimiento de una nueva masculinidad, cómo encontrar nuevos sentidos, como rehacerse hombre hacia una identidad más amplia de la que hasta ahora éste se había identificado. ¿Cómo has llegado a plantear esta nueva dimensión y en qué está basado tu trabajo sobre la masculinidad?

JUAN CARLOS KREIMER: Está basado fundamentalmente en una necesidad personal y de un grupo de hombres que empezamos a reconocer que no teníamos un espacio propio donde compartir lo que nos pasaba sin ser interpretados, esterereotipados o criticados. Empezó con unos matrimonios amigos cuando nos reuníamos. Nos dábamos cuenta que cuando las mujeres se iban hablabámos de forma diferente, podíamos utilizar códigos de varones sin ser malinterpretados, códigos propios de varones. A partir de ahí empecé a enterarme de que los grupos de hombres ya existían en Canadá, Brasil, Costa Oeste Norteamericana, en España y Chile. Había grupos de hombres que estaban investigando esta problemática, investigando a partir de vivencias. En aquel momento empecé a buscar trabajos de reflexión sobre la condición masculina y solamente encontraba algunos hechos por mujeres, en verdad había muy pocos hace seis o siete años. Salvo «Hombres de Hierro» escrito por hombres, en Estados Unidos. Esta realidad me hizo dar cuenta de que eso era lo mejor que nos podía pasar porque nos permitiría empezar de cero, empezar a investigar y ver qué nos pasaba, a reflexionar sobre nuestra condición con menos condicionamentos.

 

SF: Me imagino que esa época coincidió con un fuerte aumento del feminismo, ¿en qué medida, esos grupos, tienen algo que ver con una reacción ante la voz que tomaba la mujer?.

KREIMER: Me interesa hacer una especificación, porque los grupos de hombres empezaron a salir a la superficie junto con el feminismo, que no con las feministas, porque el movimiento de las mujeres tuvo un primer periodo, allá en los años 60-70, de mucha confrontación, de mucho rechazo, donde todo vínculo con hombres era malo, dañino, tóxico. Poco a poco el movimiento se fue desnudando y las mujeres se dieron cuenta de que no podían hacer un cambio social sin los hombres. Vieron que era mucho más rico para ellas empezar a descubrir la Mujer, lo Femenino, y ahí aparecieron todos los grupos de identidad femenina, los grupos junguianos, empezaron a hablar de los arquetipos femeninos, de ser mujer, de la diosa que había en toda mujer, y en términos mucho mas cotidianos, las mujeres empezaron a descubrir su aspecto femenino. Entonces surgen los grupos de hombres. No aparecen como grupos para trabajar el aspecto femenino del hombre, son grupos de hombres machistas; no van a trabajar su aspecto mas sensible, sino que son hombres que acompañaron los fenómenos sociales que hubo en las últimas décadas; hombres que comprendieron los reclamos del feminismo hacia lo masculino por todo lo que la masculinidad acarreaba de ideas patriarcales, de ideas de predominancia de ser un modelo que respondía a un sistema capitalista destructor y empezaron a reeplantearse su parte masculina.

SF: Yo creo que la mujer, o el movimiento feminista a posteriori, ha reflexionado y ha visto que en la historia no solamente ha sido víctima dentro del sistema patriarcal, también ha sido de alguna manera cómplice. ¿En qué medida el hombre está también atrapado por el modelo patriarcal?, ¿cómo es este modelo para el hombre y cómo se debate?.

KREIMER: Muchos hombres que tenemos entre 30, 40 y 50 años hemos sido criados bajo un modelo de educación, en nuestra casa, escuela y sociedad, que respondía a un modelo patriarcal, y se ha impreso en nuestro psiquismo. No podemos decir «de esto me olvido»; nuestra mente está formada con un sistema patriarcal. Por otro lado, los hombres hemos ido evolucionando y vivimos a caballo entre dos paradigmas, el viejo y el nuevo, y hemos sido capaces de ir a caballo de los dos. Pero sigue el modelo patriarcal, nos cuesta aflojarnos y decir «no sé qué hacer». Es necesario revisar y explorar para poder llegar a una síntesis clara para que, por lo menos, nuestros hijos reciban en la educación un nuevo modelo de su padre. Aquí también aparece el modelo patriarcal a la superficie: a medida que crecen nuestros hijos nos vamos dando cuenta de como todo lo que criticábamos de nuestros padres, de las autoridades escolares o de la sociedad como representantes de un orden que pone límites de alguna manera lo adherimos y lo continuamos con nuestros hijos.

SF: A un cierto nivel la mujer ha podido poner fuera al malo de la película, el sistema patriarcal del hombre, pero él mismo lo tenía dentro entonces era difícil luchar contra sí mismo. De alguna manera, él también ha sido víctima de su propio sistema, y lo seguimos siendo.

KREIMER: En este momento las víctimas de la sociedad también son los hombres, quizás los que menos consciencia tienen de ello. Yo por ejemplo tengo que hacer mucho esfuerzo para llegar a los hombres, para explicarles cuál es su problemática y por qué muchos no tienen consciente esta cuestión. Piensan que la felicidad o la realización personal pasa por el poder material, profesional, por el triunfo, el éxito, por las posesiones y no por la recuperación de un ser, de una manera de ser. Yo creo que hay mas hombres víctimas del sistema patriarcal que mujeres golpeadas, acosadas, o más hombres víctimas que mueren de esta mentalidad en todo el mundo que en las mismas guerras actuales. En las guerras hay muchas muertes concentradas, y asustan, pero si tienes en cuenta la cantidad de hombres que mueren de infarto, de patologías degenerativas por contener al ser que hay dentro de ellos, cambia la idea.

SF: ¿Sería cierto de alguna manera que la mujer es al amor como el hombre al deseo y entonces es difícil una comunicación real, en la medida que el eje del hombre es desear, conquistar, triunfar, cuando en la mujer es sentirse amada?.

KREIMER: El hombre esta condicionado por el hacer. Es como si tuviera que encontrar su identidad en el hacer. En cambio, antes, muchas mujeres encontraban su identidad simplemente consiguiendo un buen marido, teniendo hijos, siendo buenas madres. A una mujer, el hecho de poder concebir le da cierta identidad. Los hombres como no podemos concebir tenemos que hacer y poseer para tener identidad. Esto es muy duro decirlo así, pero…

SF: Es cierto esto de que el hombre está a caballo entre un paradigma y otro. Recuerdo una encuesta relativamente seria que apareció en el diario El País acerca de las tareas que realizaban los hombres en casa, las tareas domésticas. Cuando la mayoría reconocía que si la mujer trabajaba fuera de casa ellos tenían que colaborar al 50%, la realidad era que sólo un 5% bajaba la basura, un 0,4% planchaba, un 2% iba a buscar a los niños al colegio, etc, etc., esto indica que la realidad es muy distinta, entre el deseo o el reconocimiento consciente de que tienen que cambiar las cosas y la realidad afectiva.

KREIMER: Esto es cierto y yo hablaría de cierta comodidad de los hombres en cuanto a las tareas cotidianas. Sentimos que tenemos como misión crear grandes proyectos, proveer de cantidades de dinero, y muchos hombres no se arremangan a la vida cotidiana.

SF: ¿No será que el prestigio como motor de la sociedad predisponga en este caso a los hombres a que ciertos comportamientos que son desvalorados y desprestigiados por la misma sociedad no puedan ser asumidos?. Los mismos medios de comunicación marcan cuales son los comportamientos adecuados de uno u otro sexo. Tal vez, mientras no cambien los valores en el prestigio sea difícil cambiar algo.

KREIMER: Tampoco tenemos que cuestionar tanto a los hombres. Hemos de tener en cuenta las características físicas y biológicas del hombre y de la mujer en cuanto a un comportamiento más hacia el exterior o hacia el interior.

SF: De alguna manera el modelo patriarcal que ha creado una sociedad también hace que la mujer se equipare al hombre en funciones

KREIMER: Estamos cayendo en la trampa. Muchas mujeres se sienten muy realizadas porque tienen éxito en el mundo de los hombres y lo que veo ahí es que han tomado lo peor del sistema masculino. Porque son gerentes de empresa, porque ganan mucho dinero y son buenas competidoras. ¡Qué fantástico! van estresadas, y de repente ganan dinero como para pagar a una empleada que le mantiene a los hijos. Hemos de tener conciencia de que estamos viviendo con valores muy trastocados, y muchos hombres que tienen conciencia de esta situación no intentan diferenciarse de las mujeres, que han quedado pegados a ella como a un sistema de creencias o pensamientos unisex. No somos unisex, no somos iguales, por suerte.

SF: ¿No habrá un cierto peligro en naturalizar los comportamientos femeninos y masculinos?. ¿Quiere decir que la mujer por naturaleza es más amorosa, más tierna, tiene que hacer un tipo de funciones, cuando el hombre es más activo, más dinámico y tendría que hacer otro tipo?. Desde otra lectura quizás más antropológica, podemos ver que aunque hay una tónica parecida en todas las sociedades más o menos estudiadas, lo cierto es que hay comportamientos muy dispares, comportamientos en sociedades que nosotros atribuiríamos como femenino cuando lo hacen hombres, y comportamientos que nosotros interpretaríamos como masculinos y los hacen mujeres. Tal vez no es tan fácil hacer una regla universal

KREIMER: No, lo que estoy diciendo es que no nos polaricemos y no nos quedemos pegados a este tipo de rol. Yo no digo que los hombres no hemos de tener la agresividad o la fuerza que teníamos, sino que tenemos que usarla para causas más sistémicas, más ecológicas, más globales, es decir, no para contribuir a un mundo en el cual seamos cada vez mas víctimas, sino para construir un mundo en el cual podamos vivir mejor esta situación. No estoy diciendo que las mujeres abandonen el mundo del trabajo, sino que nos ayuden a los hombres a crear empresas diferentes, maneras de relacionarnos, de colaborar diferentes, más propias de la vida hogareña que de la vida de los negocios, o más propias de las características femeninas, en cierto modo colaboradoras de los hombres. Y también estoy apuntando, no a dar una respuesta de lo que debe ser, yo soy apenas un hombre de los tantos que hay en el planeta, lo que si que estoy es invitando a mis congéneres a que empiecen a elegir el tipo de hombres que son, que busquen y que sean conscientes del tipo de hombre que eligen ser.

SF: ¿Hay algún planteamiento, algún modelo que se proponone dentro de los grupos de hombres?.

KREIMER: Sí. Hay un modelo que es encontrar el ser genuino, ser más de cada uno, encontrar quien es más allá o más adentro de los condicionamientos que recibe a lo largo de la vida, sacar su esencia. Que cada cual genere su propio estilo.

SF: Sería lo ideal, que cada hombre pueda reconocer su propia fuerza masculina, y darle la forma que

KREIMER: Primero que pueda realmente darse cuenta de lo que le pasa, lo que siente, lo que quiere, a lo que aspira. Segundo, que lo pueda expresar, no sólo que se dé cuenta a un nivel intelectual, sino que también lo pueda sacar de adentro suyo a la vida real, cotidiana e inmediata, y tercero, que sea dueño de esta energía, en el sentido de que sepa cuando usarla y cuando no usarla, porque a veces surge de repente una fuerza y agresividad que tenemos los hombres delante de algún proyecto que puede romper algo muy frágil. Esos tres pasos son importantes, darse cuenta, expresar y adueñarse.

SF: ¿Cuáles serían los miedos que los hombres en esos encuentros tienen, esta homofobia que normalmente tienen con respecto a otro hombre, en cuanto a la dificultad de expresar su parte más vulnerable, sus sentimientos?. Me doy cuenta de que entre hombres es difícil que hablemos de cómo hacemos el amor, de cuáles son los problemas, de cuántos son nuestros miedos…, porque es como reconocer una parte muy frágil. Cosa que con las amigas es más fácil.

KREIMER: Yo creo que los hombres comunicamos más entre los hombres en función de una imagen que en función de un personaje. Esto se construye de pequeños, cuando la energía salvaje, como dice Wilde, silvestre, empieza a ser adaptada al nuevo tipo de vida; así como para gustar a su mamá, a papá, al maestro, al amigo. Es importante toda esa etapa de la infancia de los cinco años, el periodo edípico, los años en que el chico se socializa en la escuela. Es una edad terrible porque lo que quiere el chico es jugar, tener libertad. Yo recuerdo que lo que ansiaba era, llegar a casa, hacer las tareas e irme a la calle a correr, no tengo buenos recuerdos de aquel momento. Hay un momento en que empiezas a cortar esa energía, yo mismo, empecé a adaptarme para no tener problemas de conducta en la escuela, con mis padres, para que no me castigaran y ahí empezamos todos a olvidar quiénes somos. De adultos nos cuesta mucho llegar a esos registros que quedan grabados en alguna parte de la memoria y del cuerpo, y a esas memorias no llegamos sólo hablando, necesitamos hacer algún ritual, algún ejercicio de movilización emocional para que aparezcan memorias que están muy acorazadas. Por eso en los grupos de hombres se habla, pero también hay movimientos, situaciones, rituales, hay movilización.

SF: Recuerdo mi primera relación importante con una mujer mucho mayor que yo. Interpretaba que si yo no era un hombre femenino no iba a ser aceptado, con lo cual solamente potenciaba mis registros femeninos, tierno, tranquilo… y entonces me di cuenta de que habían aspectos masculinos que no los sacaba, porque no era valorado, tanto en la sexualidad como en la manera de vestir, todo. Era como encarnar un modelo femenino, porque el masculino estaba bastante castigado.

KREIMER: Fuiste iniciado por la diosa, se diría. Te faltó estar iniciado también por un mentor, por un hombre. Además, es cierto que en los años de transición que estábamos viviendo era más fácil ser un hombre sensible que no ser un hombre duro y por suerte, muchos hombres como tú se dieron cuenta de que había una carencia. En los trabajos de grupos de hombres se trata de recuperar la parte masculina, es decir, la parte masculina afectuosa, el padre amoroso, le llamamos en estos grupos. El hombre que puede amar a otro hombre por el solo hecho de ser, un ser que está en la vida, un ser divino, sin que por esto sea homosexual, ¡da mucho miedo!.

SF: ¿Cuál es el peso de las fantasías homosexuales?

KREIMER: No tengo ideas precisas al respecto. Por lo que compruebo, la mayoría de los hombres que han pasado por alguna experiencia homosexual, algún juego en la adolescencia -para muchos eso fue fantástico en el sentido de que por un lado les desarrolló la osadía de animarse a seguir sus impulsos, después se dieron cuenta de que eso no era de su gusto-. Esto es una constante que se ve en los grupos de hombres, casi todos han tenido algún tipo de experiencia muy secreta que no la han contado a nadie. Pero creo que la mayoría de los hombres en algún momento de su vida han tenido alguna fantasía mental homosexual, de algún cuerpo masculino, y creo que es bueno empezar a aceptarlo porque no es nada malo. Yo considero seres maravillosos a los hombres gays. Nos ha enseñado a muchos hombres a convivir con nuestra parte femenina, con menos prejuicios.

SF: ¿Cuál es el esquema psicoterapéutico en este trabajo con grupos de hombres?.

KREIMER: Resulta altamente terapéutico, puesto que se está partiendo de una aceptación, de quiénes somos, incluso en los grupos de hombres en las primeras etapas se insiste mucho que quien coordine no interprete para no crear otra vez la autoridad y el encasillamiento y repetir el tema del padre castigador. También es importante el alto poder curativo homeostático que tiene la persona, es decir, al aceptar a alguien tal como es, entonces esa parte empieza a armonizarse y a reencontrar y a expresar mucho más naturalmente que cuando se vive como un enemigo del cual hay que defenderse. Cuando un hombre acepta que es un mentiroso empieza a mentir menos pues llega a mostrar lo genuino.

SF: Una estrategia de casi todas las sociedades, a veces en demasía, ha sido la de polarizar los sexos, por una cuestión de orden, por un lado, y por otra, por una cuestión de tensión, deseo, etc, en la relación y, parece, que es una estrategia que ha funcionado; lo que ocurre es que la sociedad moderna es distinta de la tradicional y la discriminación, la diferenciación tendría que ser, por tanto, más personal, intransferible y no tanto de grupo. Yo quería hacerte unas últimas preguntas, de alguna manera la Nueva Era o la Era de Acuario está presente y pronostica una integración de las polaridades, pero ¿cómo influye el mito del andrógino? ¿Como lo contemplas tú en los grupos?.

KREIMER: Nunca lo había planteado en estos términos pero partimos de aceptarnos con tendencias femeninas sin ningún cuestionamiento, lo cual ya es novedoso en los grupos de hombres, no en los grupos deportivos ni de trabajo, en los cuales no se acepta el aspecto femenino, en cambio en los grupos de hombres se acepta que somos la suma de dos energías, y a partir de ahí se revisa todo lo masculino, en la aceptación de que somos andróginos.No es la idea de mitad y mitad, una cosa que no se sabe qué es, sino uno es hombre o es mujer e integra la otra parte. Diría que nos es más fácil a los hombres aceptar lo femenino que lo masculino profundo y desconocido. LLegar a una revisión de quien es uno, desde una visión andrógina que es más aceptadora de ambas partes, facilita mucho el camino.

SF: El hombre se ha identificado en cuanto a la oposición, o sea, ser hombre es no-ser mujer. Hay un dicho que se dice entre hombres, que es, te has rajado, que significaría te ha salido una raja, o sea eres una mujer. Lo masculino se define como lo que no-es mujer.

KREIMER: Nosotros nos definimos por lo que no somos, por reacción y no por adhesión, porque primero hemos de diferenciarnos con nuestra madre, después nos damos cuenta de que no somos una niña, después de que no somos un homosexual. En nuestra cultura faltan rituales o situaciones que nos digan que es ser un hombre. Pocos padres hablan de masculinidad a su hijo, porque pocos saben. El único rito de masculinidad que había hasta hace poco era la milicia, que es un rito muy violento, pero no hay un rito de masculinidad donde un padre o un mentor le expliquen a un muchacho adolescente todo lo sagrado que es el acto amoroso, o la sexualidad, o la energía sagrada que pone en juego todo eso.

SF: No hemos hablado del sexo a pesar de que éste tiene mucha importancia en la realidad del hombre, porque si bien la imagen que se da entre los hombres es de que uno es un buen amante, que es potente, cuando la realidad, al menos por análisis sociológicos, es bastante más pobre. ¿En los grupos de hombres reconocen sus carencias sexuales?.

KREIMER: No solamente las reconocen, sino que empiezan a aceptar, a socializar y a trabajar, es decir, hay grupos de hombres que cumplen un poco el rol de ese iniciador del hombre en cierta sabiduría de vida, que incluye también la sensualidad, el poder entregarse a gozar, a no ser sólo hacedor en la cama sino también recibidor, a dar, aflojar y relajar en la relación amorosa, sobre todo a sentir. Básicamente si tuviera que sintetizar qué hacen los grupos de hombres es que ayudan a que sintamos y a que pensemos.

Entrevista realizada por Xavier Coll y Julián Peragón

*Juan Carlos Kreimer es periodista, ensayista y docente. Fundó y dirigió la revista Uno Mismo en Argentina. Desde 1989 coordina talleres vivenciales donde hombres exploran las características tradicionales masculinas a la luz de los modelos planteados por la vida actual. Mantiene una red de hombres dispuestos a establecer relaciones basadas en la confianza, la cooperación y la solidaridad, y a trabajar activamente por la defensa del planeta. Algunos de sus libros más recientes en este tema son: El Varón Sagrado, el Surgimiento de la Nueva Masculinidad (Planeta 1989); Rehacerse Hombres (Planeta 1994).