Entre el Cielo y la Tierra

 

1 Reflexión

INFINITUD

Veo el cielo nocturno salpicado de estrellas, cortina de luces clavadas en un terciopelo negro. Cuento miles pero sé que hay trillones que la vista no me alcanza a ver. No tendría granos de arena suficientes para numerarlas en montoncitos ordenados. La negrura del universo me devuelve a mi pequeñez como si fuera apenas un grano de arena en un pequeño mundo de un sistema solar tangencial a la galaxia entre múltiples galaxias dentro de un cúmulo perdido en el cosmos.

2 Reflexión

ETERNIDAD

Mi corazón infantil alza la mano para coger un racimo de estrellas, me levanto y salto, ¿cuántas escaleras necesitaría para alcanzar una de ellas? Si me imaginara junto a Einstein montado encima de un rayo de luz a trescientos mil kilómetros por segundo podría llegar a los confines del universo. Sí, pero necesitaría quince mil millones de años para recorrerlo. Con esta friolera, ¿quién soy yo?, soy apenas el escalofrío de un resquemor en el parpadeo veloz de la mirada de un dios eterno.

 

3 Reflexión

MOVIMIENTO

Me llevo la mano al vientre, mis tripas se mueven y yo con ellas de aquí para allá. También se mueven las placas tectónicas de los continentes. El planeta gira sobre sí mismo en compañía de su satélite mientras se traslada alrededor del sol con la corte planetaria. El sol también se desplaza lentamente hacia las tripas de la Vía Láctea que coquetea con sus vecinas en el recuerdo lejano de un big bang. Todo se mueve en torno a su centro más cercano. Sin ir más lejos, nuestra casa, sin darnos cuenta, transita cada día por porciones del espacio nunca antes visitadas. Desde este punto de vista, la rutina cotidiana es una pura y tonta ficción.

 

4 Reflexión

MEMORIA DEL COSMOS

Cojo el álbum de fotos, veo seres queridos que ya están muertos, abuelos y tíos, amigos que todavía conservaban el pelo, adolescentes que ahora tienen arrugas, todo formando parte de mi memoria, de las innumerables capas y sedimentos de nuestros recuerdos. También el cielo estrellado es otra memoria del cosmos, vemos estrellas que ya murieron y presentimos otras que han nacido pero que todavía no vemos. Agujeros negros que se tragan restos de un banquete celestial y quásares rutilantes que engalanan grandes vacíos. Atrapados en nuestro espacio tiempo percibimos un instante que es sólo memoria parcial de un todo inabarcable.

 

5 Reflexión

PLANETA AZUL

Espumas de nubes se arremolinan allá abajo mientras se libra una lucha de luz y sombra sin que ninguna se dé por vencida en la rotondidad perfecta del planeta. Gaia es azul, los océanos y los mares son los reyes que bañan el puzzle de continentes cuyos perfiles nos insinúan que en un tiempo estuvieron ordenados. Tierra que está viva, que se autorregula con sus eras calientes y sus frías, con su actividad volcánica y su magnetismo.

Los primeros astronautas nos han legado algo único, la visión unitaria y majestuosa de una tierra ingrávida que no está sostenida, como se creía en la Edad Media, por tortugas gigantes y por elefantes que sostienen a esas tortugas que a su vez son sostenidas por otros elefantes… ad infinitum. La tierra es una nave espacial que baila entre el día y la noche , y se balancea entre el invierno y el verano en un viaje hacia lo desconocido.

 

6 Reflexión

VIDA

Brota la vida del fango, del mar y los rayos. La Tierra hace su primer experimento convulsionada por volcanes y meteoritos. En cierto sentido la vida es como la no vida pero con otro nivel de organización. En la frontera difusa de lo inerte emana la chispa de lo viviente. El laboratorio de la Tierra se construyó hace 5.000 millones de años, la alquimia de la vida esperó a los 2.500 millones de años. Y es que las cosas bien hechas necesitan tiempo.

 

7 Reflexión

EVOLUCIÓN

La vida es el reflejo del espíritu buscándose a sí mismo. La infinidad de especies de vida, el juego exuberante de Dios sabe que detrás de toda forma hay vacío, unidad de propósito, hermandad de esencias. La evolución es una interminable hilera de piedras en medio de la corriente de un río; hay que ir de saltito a saltido para vadearlo. Del pez al anfibio, del reptil al ave, al mamífero sin mediar, paradójicamente, entre especie y especie evolutiva una gradación de seres intermedios. Es como si la nueva especie estuviera presentida previamente y no floreciera hasta que las condiciones estuvieran maduras. El tentáculo de la evolución lanza un brazo hacia el oscuro mar de lo potencial y cuando tantea una forma arquetípica se aferra a ella hasta cristalizarla.

 

8 Reflexión

PRIMATE

¿A qué se parece una manzana? Sara respondió seleccionando las fichas que indicaban “rojo”, “redondo”, “rabo” y “menos apetecible que uva”. Un día Washoe se estaba divirtiendo delante de un espejo cuando le preguntaron señalando la imagen del espejo “¿Quién es éste?”. Washoe respondió señalando su índice hacia su pecho y acariciando sus orejas que convencionalmente significaba Washoe entre su cuidador y ella.

Compartimos con nuestros hermanos evolutivos los primates más del 99 % del código genético. Sus sociedades son complejas donde se dan, como en las nuestras, elementos de cooperación-solidaridad, por un lado, y competición-antagonismo por otro. Rien, chasquean los labios y castañean los dientes en sus contactos amistosos. Jadean y gritan cuando hacen el amor. Se dan protobesos. Se saludan con resoplidos y gritan cuando están en peligro.

Un día los humanos romperemos con las fronteras de la comunicación y sentiremos que no estamos solos en este inmenso universo. ¿No es verdad hermano sol, hermana flor, hermano chimpancé?.

 

9 Reflexión

HOMÍNIDO

En algún momento de la evolución silenciosa que se pierde en una noche de más de tres millones de años, una rama de los primates abandona la seguridad todopoderosa de los árboles y se yergue. Al levantar la cabeza para visualizar posibles peligros, al empuñar palos para defenderse el sutil pie cambia. El pie se adapta al terreno, la mano elabora movimientos precisos para fabricar herramientas, el cerebro, ligero de la presión semi-horizontal a la que estaba sometido se libera. En la vertical, la cabeza pesada encuentra un equilibrio liviano. Mano, pie y cerebro dialogan, la laringe se va convirtiendo en el portavoz de este maravilloso diálogo, ya casi humano.

 

10 Reflexión

SAPIENS

Así pues, no deberíamos olvidarnos que somos animales de los mamíferos, y entre estos del orden de los primates, especialmente homínidos, del género homo y de la especie sapiens. Apenas hace 100.000 años, una miseria en el tiempo evolutivo, que somos homo sapiens.

Homo sapiens que deja un rastro de extinciones que nosotros hemos llamado erectus, habilis o autralopitecos, entre otros. A menudo el mensaje que nos da la evolución es la de selección del más apto, pero también crueldad del más fuerte. ¿Quién sucederá a sapiens? Esperemos que otro sapiens menos demens.

 

11 Reflexión

RAZA

Nuestra gran abuela Eva nació en África y era de piel oscura. Pasaron miles de años hasta que el tronco común se dividió en emigraciones hacia Europa y hacia Asia. Nichos ecológicos determinados configuraron muchas características raciales de los humanos, su pigmentación, su estatura, su nariz, etc. Nos dicen los científicos que el genotipo de todos los seres humanos es común y que, por tanto, no existen las razas propiamente dichas. Cambia maravillosamente el fenotipo pero hay tantas diferencias como seres humanos. Hay quien ideológicamente quiere agrupar a los seres humanos por el color de su piel y no por la forma de las orejas, por la percepción de determinados sabores, por el grupo sanguíneo, por la sensibilidad al dolor, por la forma de los labios, etc, etc, que al fin al cabo darían otro tipo de razas. Esto nos haría más tolerantes porque estaríamos vinculados tal vez con un finlandés, con un pigmeo, con un indonesio o con un yanomami. Maravillosas expresiones del talante humano.

 

12 Reflexión

CACERÍA

La cacería hace al ser humano pues le obliga a prestar atención y a interpretar las señales del medio para ser efectivo, tiene que competir desde grandes desventajas, no es fuerte, no es veloz, no tiene garras, sólo le queda el camino de la inteligencia. La dirección del viento, las tenues huellas de la presa, la observación de los hábitos de los animales son las fuentes de información para sus estrategias. Acechar, poner trampas, buscar señuelos, esperar el momento preciso, y sobre todo, cazar en grupo. Se necesita un lenguaje preciso, unas estrategias comunes para que el grupo vaya al unísono. En realidad el humano no caza solamente piezas en sus cacerías, caza una cultura que lo catapulta hacia un desarrollo técnico y cultural considerable.

 

13 Reflexión

FUEGO

Dominar el fuego, controlar una chispa caída del sol. El poder de iluminar la noche, el poder de ahuyentar a los animales peligrosos, la capacidad de ablandar los alimentos que antes costaba comer. Es el fuego que Prometeo robó a los dioses, elemento poderoso pero también peligroso. Fuego para iluminar, pero también fuego para incendiar. El ser humano con poder tendrá, tarde o temprano, que hacerse responsable de sus actos.

 

14 Reflexión

BANQUETE

Después de días llega el grupo cazador con sus presas abatidas, es momento de celebración . El botín no se lo puede comer solamente el cazador porque la pieza es muy grande y la carne no se conserva muchos días, hay que redistribuir, hay que repartir de forma más o menos igualitaria el botín. En esta encrucijada nace el banquete además de la practicidad se convierte en un ritual, todos comiendo de la misma carne, todos unidos en la misma sangre.

 

15 Reflexión

SEMILLA

El bebé humano es demasiado indefenso y requiere cuidados muy específicos durante años. La mujer sujeta por la crianza se vuelve sedentaria, el hombre se puede retirar días a las aventuras de la caza. Pero en ese sedentarismo la mujer descubre un tesoro, la semilla. Y descubre como la semilla se hace brote tierno, y como la planta da frutos llenos de más y más semillas. Un ciclo de reproducción que también ella siente en sus entrañas. La tierra es la madre que da sus frutos, hay que fecundarla y hay que ofrecerle sacrificios.

 

16 Reflexión

MAGIA

Sobre la roca desnuda, en el interior de una cueva, el rojo ocre del primitivo se transforma en arte. Pinta caballos corriendo, bisontes y mamuts peludos. El cazador se apropia de las cualidades de sus presas, las saborea a la luz de una hoguera y las comparte con otros cazadores como los primeros iconos de un lenguaje arcaico. Otras manos elaboran figuritas de barro, símbolos fálicos, Venus con redondeces para imantarse de fecundidad. El arte va de la mano con la magia y ésta pretende poner a las fuerzas del universo a nuestro favor.

17 Reflexión

PALABRA

La mímica de los gestos y los gruñidos posibilitan sonidos más precisos para comunicarse a distancia cuando es de noche o cuando se está escondido en medio de los matorrales sin que auxilie la vista. Cuando la organización social se vuelve más compleja, cuando el repertorio de utensilios se vuelve numeroso, la palabra se abre camino ayudado, claro está, de una evolución de la laringe y de una estructuración del cráneo. Y la palabra es más poderosa que el fuego porque permite señalar algo que no está a la vista, puede evocar algo que todavía no es realidad o puede convencer a los demás para que te sigan.

 

18 Reflexión

CULTURA

El ser humano es humano desde sus genes, desde su cerebro y desde su bipedismo, pero ¡ojo!, nuestras estructuras físico-químicas son soportes de una superestructura complejísima que necesita de un medio social para implantarse, y es la cultura. Un niño-lobo, unos humanos sin ningún contacto con otros humanos no desarrollarían cultura aunque estuvieran dotados genéticamente por igual. Cada cultura es un cúmulo complejísimo de aciertos y adaptaciones al medio y a la convivencia que se transmite en una larga educación. Así, cultura y genética se imbrican, se apoyan, se solapan, a veces friccionan para dar saltos en la evolución.

 

19 Reflexión

MUERTE

En las tumbas más antiguas encontradas los difuntos eran colocados en posición fetal. Se nacía a este mundo enroscado y se nacía al otro mundo en la misma posición. Aparece la conciencia de la muerte y con la muerte el peso del tiempo, de un pasado que se proyecta irremediablemente en un futuro. El ser humano es lanzado fuera del Paraíso del eterno presente y teme la muerte, teme en primer lugar la descomposición de eso que uno es, su cuerpo, en segundo lugar, el vacío de esa nada a la que nos aboca la muerte. Aparece la obsesión por la muerte y se desarrolla los mitos para afrontarla. El ser humano siente la inmortalidad dentro pero reconoce objetivamente la mortalidad fuera, los ritos de muerte son ritos de supervivencia póstuma, barcas provistas de alimentos y amuletos para cruzar el río de la vida y penetrar en el desierto de la muerte. ¿Acaso en toda cultura no está agazapada la presencia de la muerte y su necesidad de sublimarla?

 

20 Reflexión

SEXO

No sólo nos obsesiona la muerte, también el sexo. Vehículo de la reproducción que asegura la supervivencia del grupo y, por tanto, vence a la muerte, en otro nivel, porque se perpetúa lo que uno es, lo que uno sabe a través de nuestros hijos. El sexo es la gran alquimia de la vida al fusionar un sentir con otro, al mezclar una identidad con otra. Pero en la sexualidad, creación del ser humano, hay también desmedida, éxtasis y violencia. La implosión de placer casi nos recuerda que el sexo es un juego de dioses, quizá este vértigo nos aclara la cantidad de normas, prohibiciones y tabúes en torno al “loco” sexo.

21 Reflexión

CONCIENCIA

Uno percibe y observa, pero también observa que observa. Esta reflexión que hace el ser humano, este distanciamiento de la ciénaga subjetiva le permite discriminar entre el acierto y el error, entre lo verdadero y lo falso. Al mirarse en el espejo de su vida, el ser humano toma conciencia de sí y se reconoce. No sólo está el destino implacable, se establece una cierta capacidad de libre albedrío. La conciencia ya no es mito ni magia, no es sueño ni alucinación, es una ventana abierta a la lucidez, al mundo complejo, a la interrelación entre diversas dimensiones, un diálogo que nos permite el conocimiento.

 

22 Reflexión

ALMA

Estaríamos tentados de decir que el alma es una metáfora en el ser humano, un rincón de la interioridad donde colocamos aquello que de nosotros nos suena a misterio, lo que se escapa a nuestra lógica, lo que deviene incomprensible o enigmático. Pero también podríamos decir que el alma es el nexo sumergido que une la isla con el continente, es decir, el ego con el inefable espíritu. Si el ego es un centro del ser presto a reaccionar ante el mundo para ajustarse a sus demandas e intercalar las propias, el alma es un centro más profundo que está a la escucha de una globalidad mayor. Puente entre la intuición y la percepción, entre el sentimiento y el pensamiento, el alma traduce la voz silenciosa del espíritu a los anhelos y esperanzas de nuestra idiosincrasia, y viceversa.

 

23 Reflexión

DIOS

Quisiéramos que Dios fuera el mero reflejo de las excelencias humanas, el delirio de perfección, la huída definitiva del caos y el desorden, pero Dios no cabe en nuestra mente. De las infinitas caras que muestra la divinidad ninguna la agota, porque lo divino sólo puede ser representado como símbolo del Misterio, como recuerdo de algo que nos trasciende, incomprensible e inabarcable. Por eso el místico ante el olor de lo divino guarda silencio. El Vacío que lo contiene Todo.

 

24 Reflexión

INFINITUD

Volvemos a la eternidad, al infinito, cerrando el círculo. El ser humano vive entre el cielo y la tierra. Cobijado por un macrouniverso que lo contiene pero también por un microuniverso que lo habita desde los átomos, moléculas y células que lo forman. El ser humano es materia pero también espíritu, es cuerpo y mente, es animal pero también ángel, es mortalidad en evolución y a la vez, conciencia eterna. El ser humano es finito en su limitación evidente, pero tiene un genio y creatividad infinitas. Nos sabemos capaces de inventos y creaciones artísticas magníficos pero también de torturas y genocidios. Somos conscientes pero también dementes, de infinita alegría y de profunda tristeza. El ser humano es un enigma para sí mismo. Tiene grandes tesoros que puede tirar por la borda en un arrebato infantil, egóico e inmaduro. ¿tendremos que aprender siempre a través de guerras, miserias, destrucción del planeta y crisis? Pero de momento, confiemos en él, pensemos que la pesadilla del mundo es una crisis de crecimiento, un comportamiento espurio de un proceso de maduración, una adaptación a la realidad hipercompleja.

Julián Peragón




No somos nadie

 

Mientras nacemos atravesamos un largo túnel al final del cual se hace la luz. No se sabe si lloramos entonces de alegría por habernos liberado de estrecheces o de pena por dejar un refugio tan mullidito y acogedor. Lo que verdaderamente importa es que nacemos, y nacemos con la cara del que no sabe donde está pero que, tampoco le importa mucho. Si algo nos importa, hasta el delirio, es un pezón. Lo demás, los vestiditos de azul o rosa, los mismos cascabeles nos importan bien poco.

En esos momentos cuando somos pura redondez, no somos nada de nada. Apenas, orodondidad, ventosidad, somnolencia y eructo. Nada que merezca la pena poner en un álbum. Naturalmente uno fluye con el todo, aparece el retortijón y uno se alivia sin mediar prohibición o culpa (que para eso están los pañales); aprieta el hambre y se dispara el llanto, aparece la todopoderosa teta y se dilata el estomago, se disipa el hambre y sobreviene el sueño en un todo encadenado, rítmico y secuencial de naturaleza fluida y armónica.

Y probablemente en esa realidad uno sabe perfectamente que es Dios porque los elementos no se oponen a uno sino que son convocados en una magia misteriosa. Todo acontece sin esfuerzo. Todo entra y sale del campo de visión, la mamá, el papá, el osito de peluche, el sol y la luna. Uno, diríamos, es el centro del universo al girar toda la infinitud alrededor nuestro.

El drama (si es necesario poner alguna palabra, aunque serviría por igual cataclismo o hecatombe) sobreviene cuando de ese todo, de ese Todo indiferenciado que somos algo se desgaja y ya estamos perdidos para siempre. Estábamos en una divinidad de sensaciones y escalofríos, de calidez tópica, de sueños ingrávidos, y nos dicen de golpe (nos lo dicen de muchas formas) que tenemos pito y no vulva, o vulva y no pito, o sea, que somos la mitad (o menos) de una totalidad a la que nos habíamos agarrado desde la fusión amniótica. Y de forma definitiva (o casi) seremos hombres o mujeres, nuestro cuerpo se desarrollará de una u otra forma, nos saldrá la barba o tendremos la menstruación porque las hormonas, aunque pequeñas, son bien poderosas.

Y el Dios que somos que era pura inefabilidad, esencialmente sin forma, contenido en el vacio, se tiene que definir apoyados por unos padres maleducados que nos dicen “los niños hacen esto y las niñas aquello”.

Siendo pura potencialidad, recreados en las mil caras de la divinidad entre arrullos de cuna van y nos llaman Juan Ramón o Margarita (o cosas peores). Conociendo como conocemos (ya que somos dioses) el metalenguaje que está encerrado en cada uno de los idiomas humanos y los lenguajes de las plantas y los animales, van y nos hablan en ruso o chino mandarín, aunque hoy en día suele ocurrir que en la guardería te hablan en catalán, el papá te habla en árabe y la madre te canta en polaco. Aunque cuando eres un poco más mayor tienes que hablar en inglés por cojones.

Pues bien, cuando ya chapurreas uno, dos o tres idiomas, manejas el ordenador y sabes escribir tu nombre sin faltas de ortografía, la gente nos mira y no ve el Dios que somos, la chipa divina que arde en nuestras entrañas, lo que ven es que somos altos o bajos, guapos o feos y que tenemos los ojos azules u oscuros. Y el Dios interno sabe que eso es mera circunstancia, cocción de genes en las humedades de cualquier útero, fuegos artificiales de algún fenotipo. Y ellos te intentan convencer (hasta conseguirlo, ¡los muy cabrones!) que tú no eres Eso con mayúsculas, sino que tú eres lo que se ve y punto, que eres de buena familia o un pobretón. Tú que has creado las mismas galaxias tienes que pasar tu vida agradeciendo que tienes una cara agraciada o maldiciendo que tienes una nariz demasiado larga o demasiado chata. Tienes que aguantarte porque has nacido en una casta de intocables o en una familia de diplomáticos.

Llega un día que el niño-dios ofendido dice, ahora veréis quién soy yo. Pero como ya está maleado, como ha tenido muchos espejos alrededor y sabe ruso pero no chino (o viceversa) se enreda con las circunstancias, se entretiene en el laberinto de las formas y confunde su carácter con la esencia. Confunde la armonía con la estrategia, la sensación indescriptible de ser con el reconocimiento adquirido socialmente, la consciencia con la inteligencia, la experiencia con la efectividad en la realización de todo tipo de rituales.

Un día inocentemente se pregunta, ¿y si yo en vez de nacer en Nueva York hubiera nacido en Gaza, si mi piel en vez de ser blanca fuera negra, si en vez de hablar inglés hablara malayo, si en vez de nacer en una ciudad hubiera nacido en el campo entre arrozales?, ¿tendría la misma vida? Es evidente que no, pero ¿sería el mismo que soy, tendría el mismo hueco que la interioridad deja, la misma penetración de la consciencia, la misma sensibilidad para percibir?

¿Quién sabe? Lo único evidente es que aquel dios o diosa que fuimos y del que ya no nos acordamos, fiel a sí mismo, inquebrantable en sus designios, original donde lo hubiera ha tenido que reconvertirse. Se ha tenido que socializar, domesticar, reprimir para ser uno como los demás. Hemos tenido que ser tan modernos y tan democráticos como cualquiera. Nuestro pensamiento multidimensional se ha filtrado en pensamiento único, y hemos conseguido el premio, después de tantos años de escuela, de ser personas normales. La grandiosidad del ser se la hemos vendido a un charlatán de feria (con todos los medios de comunicación a su alcance) por un pedazo de seguridad escondido en una píldora llamada normalidad. Si eres normal no te pasará nada.

Pero sí te pasa, te pasa que tú no eres normal que tú eres algo indescriptible llegado desde la eternidad y para la eternidad y no entiendes de seguros de vida. El precio de haber desmembrado la totalidad que uno es se llama neurosis. Uno lo acusa como insatisfacción, se manifiesta en el insomnio, se huele en el mal humor crónico o en la depresión.

Quizás más tarde, probablemente con más arrugas delante del espejo, percibiendo aún un resto de brillo eterno en la propia mirada, uno se pregunte quién es. Quién habita en las profundidades, quién nos sueña, quién genera la esperanza, quién añora amar por encima de todo, quién es capaz de no venderse por nada del mundo. Y es posible que uno se ponga a buscar en los sedimentos de la memoria, en los recuerdos primerizos aquella eternidad en medio del universo.

Pero atención, en el fragor de la búsqueda, no se sorprendan de que en el interior de la divinidad que somos no exista más que resonancias de un todo mayor, hipervínculos con todo lo que existe, potencialidad inmaculada y vacío. Un enorme e indescriptible vacío. Y es que, en realidad, no somos nada de nada. Nos lo decía nuestro abuelo, chico, no somos nadie.

Julián Peragón

 

 




El cuerpo encorsetado

 

El cuerpo escaparate

La primera imagen que damos a los demás, la da nuestra cara, la secunda nuestra figura y tal vez por esa presentabilidad que hace de tarjeta de visita quisiéramos tener una cara bonita y un cuerpo esbelto para agradar a los otros que tienen el poder omnipotente de rechazarnos.

Para quien sabe ver, la presentación del cuerpo dura bien poco hasta que nos adivinan la mirada, hasta que nuestras palabras nos revelan, hasta que nuestra alma se atreve a revolotear por la imaginación. Entonces el cuerpo ya no estorba, queda libre de arrastrar la pesada carga social, libre de ejecutar los cánones de belleza, de sufrir los caprichos de la moda.

Cuando el cuerpo se convierte en un escaparate, los demás nos compran con su aprobación o su indiferencia. Cuando nuestros valores se invierten en un producto perecedero la fecha de caducidad nos delata. Así, como no siempre seremos jóvenes, aparece el postizo y el maquillaje, la cirugía y la pose para caer, tarde o temprano, en algo temido, en una caricatura de nosotros mismos o en una imagen decadente de quien no sabe integrar las arrugas y las enseñanzas que deja el tiempo.

El cuerpo máquina

Tener un cuerpo fuerte es envidiable porque nos facilita los esfuerzos o quizá porque nos defiende del mundo. Puede ser que un cuerpo fuerte sea también bello como pensaban los clásicos. Ahora bien, un cuerpo vitaminado que corre velozmente en los estadios se lesiona fácilmente, tal vez porque nos hemos olvidado que un cuerpo no es un conjunto de piezas intercambiables sino un todo interrelacionado impregnado de sabiduría. Sin embargo, un cuerpo inflado de músculos, agarrotado de sensibilidad, hipertrofiado de narcisismo está midiendo su ser en la balanza de sus abdominales de hierro. La competitividad nos lleva a declarar que el alma en un cuerpo máquina chirría pues lo que importa no es el sentir propio de cada uno a través de su cuerpo sino claramente la meta.

Hay un deporte de elite que es un esbirro de la mentalidad productiva y que todo lo mide en décimas de segundo y milímetros de altura y que piensa que por saltar más se es más.

 

El cuerpo lujurioso

Tener placer y disfrutar de la vida son objetivos deseables a todas luces. ¡Ay!, por tanto, de quien se niegue el placer que reclama el deseo pues se encontrará con tanta esterilidad que ninguna semilla germinará en su tierra ni caricia sentida dejará una estela de gozosa satisfacción.

Pero, en el otro extremo, nos encontramos con el cuerpo erotizado que esconde precisamente la negación de aquello que abandera. Cuando el artificio para obtener placer es desmedido o perverso nos encontramos debajo no exactamente una piel fina y receptiva sino una piel de elefante, un embotamiento que se fija obsesivamente en un mismo tema o una compensación ante la dificultad de encontrar placer con lo simple, de saber reconocer con gusto el detalle o entretenerse en el ritual minucioso de los encuentros, sin más.

Sea una búsqueda compulsiva por la comida o por el sexo, por la velocidad o por el riesgo, el cuerpo es un víctima de una droga llamada intensidad cuando se ha perdido la fina frescura del alma.

 

El cuerpo seducción

En un buen sentido, la seducción es un puente que tendemos a lo largo de nuestro deseo para encontrarnos con el otro, un arma que destila el amor para que los azares no alejen a la persona querida.

Pero cuando la seducción es ciega, cuando en el fondo de la seducción no hay verdadero amor y simplemente un deseo desorientado, se seduce a todo y a todos indiscriminadamente.

El gesto estudiado, los labios entreabiertos, la mirada fruncida, el escote visible o el paquete ajustado forman parte de algunas señales que tejen, tantas veces a nuestro pesar, la telaraña de apetitos a nuestro alrededor. Pero la seducción que tantas veces niega al objeto de deseo, le quita encarnación al otro y lo convierte en una proyección, en un espejismo, en un formato edulcorado de sí mismo. Tristemente, la conquista por la conquista maniata al otro para someterlo y para volverlo no peligroso.

 

El cuerpo tonel

El alma infantil que todos llevamos dentro piensa que no existe lo que uno no ve, y cuando acontece lo desagradable se lo echa a las espaldas o se lo traga. De hecho, muchas veces, uno se lo come todo. Junto al bocadillo o a las habichuelas uno se traga su dolor, untado con una pátina de lástima o imagen desvalorizadora de sí mismo. Se come la mierda del otro, su ira, su crítica, su flagelo creyendo que una vez dentro, en la oscuridad de las entrañas, en la invisibilidad de las interioridades ya no harán efecto, ya no mermarán más con el aguijón de la culpa.

Si algún día la piel fue un lejano paraíso de sensibilidad y curiosidades, se la convierte con el paso de las frustraciones en una muralla infranqueable. La capa de grasa se espesa centímetros o metros hasta que los golpes del mundo se convierten en cosquillas, y los improperios de los demás apenas son murmullos en la nada. Nada llega, el cuerpo está anestesiado, ahíto de detritos que ha ido celosamente guardando para no sentir.

 

El cuerpo puro

La salud debería ser un bienestar que se refleja en el cuerpo pero que viene de muy adentro. Entendida no como algo fijo sino como un equilibrio dinámico donde se actualizan nuestros recursos de vida para adaptarnos a los cambios, tanto internos como externos.

Y es cierto que hay que alimentarse bien e higienizarse a fondo, pero el cuerpo que se quiere puro porque come lechugas bañadas en luz de luna y que duerme entre espejitos que anatematizan las influencias negativas está perdiendo el norte.

Por supuesto que el cuerpo tiene una dimensión sagrada, pero el purismo puede ser otra pose, ésta espiritual, para negar la misma realidad ontológica del cuerpo. Y es que el cuerpo cambia, se ensucia, come y caga, se enferma y se sana, se deteriora inexorablemente, pero no es nunca algo inmaculado.

 

El cuerpo es

Pero el cuerpo que se ha sentido tan y tan encorsetado se queja, somatiza y se retuerce. Porque si bien solemos decir que tenemos un cuerpo, también podríamos decir que somos conjuntamente con el cuerpo, pues ¿no será el cuerpo una cristalización del espíritu?.

Mientras, cabe la posibilidad de escuchar más y más profundamente nuestra realidad corporal y ver que el cuerpo tiene sus secretos y sus razones por no decir que la sabiduría de toda la evolución se desgrana en los hábitos involuntarios y en las respuestas fisiológicas que habitan en nosotros.

El cuerpo no necesita un molde, otra imposición más de cómo tiene que caminar, comer, hacer el amor, más bien necesita un cultivo de su propia sensibilidad, una invitación al abandono, una consciencia de su respiración y de sus apoyos. Leer en el cuerpo es descifrar nuestras actitudes vitales, las huellas de la experiencia y, hasta el destino, a veces ,se lee entre sus pliegues.

Julián Peragón

 

 




Eufemismo

 

Las plazas están abarrotadas de héroes de bronce, literatos de mármol y pensadores de piedra pero no hay ningún monumento al sagrado eufemismo que tantas y tantas ventajas nos procura. El arte de hablar bien, con decoro, evitando las palabras violentas y malsonantes lo empezamos a aprender de bien pequeñitos cuando nos enseñaron a utilizar diminutivos para nombrar cosas feas y apelativos cariñosos o despectivos cuando nos tocábamos nuestras cositas que tanto placer nos daban.

Aprendimos a no decir la verdad descarnada cuando veíamos delante nuestro a un señor que era un farsante o a una señora manipuladora. En el recreo los niños nos insultábamos cruelmente a grito pelao pero en la calle guardábamos las apariencias. La doble moral consistía en decir algo agradable o conveniente de cara y clavar el aguijón de la crítica una vez dábamos la espalda. Y al comprender que todo el mundo participaba de los rumores y difamaciones, aprendimos a tener una doble cara, una doble vida, una moral y otra inmoral, una cívica y otra rebelde, dos personalidades a menudo irreconciliables.

Tenemos la creencia de que sin una pizca de hipocresía y una disposición favorable hacia el otro, el mundo sería invivible, una selva terrorífica de dardos veraces en busca de la primera víctima inocente. Fantaseamos una cruzada terapéutica con el dedo enhiesto dispuesto a meterlo en la llaga abierta. Y puede que no sea para tanto, aunque ciertamente nos merezcamos de entrada una sonrisa aunque seamos calvos, gordos y feos.

De entrada parece que el lenguaje tenga culpa de todo pues decimos lo que decimos en parte porque lo hemos heredado con una carga patriarcal, sexista, racista, supersticiosa, legitimadora del poder entre otras cosas. Así que cuando nombramos algo no sólo lo señalamos, lo evocamos y lo definimos (que en eso radica la función de la lengua) sino que también lo discriminamos o lo estigmatizamos a gusto de nuestra ideología. Un señor que va con muchas mujeres es un mujeriego, y algo de prestigio o admiración provoca semejante hazaña; en cambio una señora que va con muchos hombres es (era) una puta (señorita de vida alegre) con toda la carga de desprecio y repudio que nuestra sociedad le imputa. Así se las gasta el lenguaje que también tiene dos caras y dos raseros para medir un mismo hecho.

Las minorías arremeten contra los abusos del lenguaje y el movimiento politically correct lucha para corregir las discriminaciones que mantiene nuestra cultura dominante. Sin embargo, no por decir persona madura en vez de viejo o persona diferentemente capacitada en vez de minusválido cambia con ella la realidad o la discriminación que sufren estas personas en una sociedad profundamente desigual. Quizá no hace falta decir que soy escaso en melanina cuando soy blanco, de diferente tamaño si soy gordo o de escasos recursos si lo que soy es pobre. Porque antes que las palabras está el pensamiento del individuo del cual aquellas brotan, pero este pensamiento no es nada sin la mentalidad colectiva donde se sostiene. Por eso, fijémonos más en la carga que pone el individuo y los grupos en las palabras y no en las palabras mismas que en última instancia son neutras.

Es cierto que cambiando una palabra por otra cambiamos el acento desvalorizador que aquellas tenían, pero también hemos de tener en cuenta que añadimos a las nuevas los acentos y los intereses del grupo, minoritario o mayoritario que reclama la corrección.

Quizá lo importante no es tanto la voluntad correctora sobre el diccionario sino la actitud deslegitimadora ante el discurso del poderoso y los grupos de presión. Tomar conciencia de la utilización del lenguaje burocrático que tan insidiosamente husmea en nuestra intimidad cuando la administración nos pide datos privados, del lenguaje periodístico que crea noticia donde no la hay, del lenguaje gremial que sofistica una terminología para mantener su poder, del lenguaje científico que margina todo conocimiento que no sigue el método ortodoxo, nos hace poder leer entre líneas y ganar libertad.

El poder suele tener un punto ciego, una voluntad de dominación aunque se rodee de mensajes populares y humanistas, y una de sus mejores armas es el discurso que parece decir algo pero no dice nada. Discurso que confunde porque da la impresión de querer agradar a todos pero, a decir del ojo atento, lo que quiere es atontar para desviar la mirada de lo verdaderamente importante, aquello que evidentemente no se puede destapar.

Nuestros oídos están acostumbrados a esa pátina de irrealidad al que nos tiene acostumbrados el mensaje político, militar y económico, de tal manera que cuando un país hegemónico invade otro país es por el nuevo orden mundial y a favor de la democracia. Si el país poderoso está en guerra es la gran guerra mundial, de lo contrario los otros países participan meramente de conflictos fronterizos de baja intensidad. En el frente de batalla la destrucción se llama daños colaterales y los muertos propios, bajas provocadas por fuego amigo. Si es la policía la que te tortura se tipifica como inapropiado abuso físico, si la empresa te despide debemos decir reajuste de recursos humanos, si tienes un contrato basura de un empleo basura, en verdad, es un plan de promoción del empleo juvenil, si la multinacional echa vertidos ilegales de basura en el mar, no se llamen a engaño, en realidad son emplazamientos en aguas profundas. Los grupos terroristas son fanáticamente terroristas pero el estado apenas utiliza fondos reservados para la seguridad nacional en contra de los extremados terroristas en acciones secretas donde se pasa por alto la normativa de interrogación que cuando se descubre acaba en impunidad. La lista es inacabable.

Cuando leo el periódico o veo la televisión intento leer entre líneas y estar atento para distinguir lo que se dice de lo que realmente se quiere decir y poder adivinar lo que no se dice pero que es lo verdaderamente importante. Por otro lado, cuando hablo o escribo utilizo las mismas palabras que todos utilizamos (de alguna manera nos hemos de entender) pero procuro ver la intención que las mismas palabras embeben o el corazón que late entre ellas.

El tesoro del lenguaje es que nos hace vivir mundos inimaginables y además nos permite comunicarlos, pero el peligro de éste es que nos eleva por encima de la realidad dejándonos ante el abismo que nos separa de ella. El silencio es su terapia y por eso, a veces, recuerdo un dicho sabio de los indios norteamericanos que dice: ¡escucha o tu lengua te volverá loco!.

Julián Peragón

 

 




Belleza y fugacidad

 

Cada vez que hablamos de lo bello nos viene la imagen de que no estamos hablando de lo esencial del objeto sino de su superficie, de la impresión que nos causa su forma. Creemos que el mundo de lo sensible está divorciado de lo suprasensible y no nos imaginamos la belleza como camino de crecimiento personal o como vía de realización espiritual.

Es cierto que como grupo social estamos sometidos a unas creencias y a unas pautas de gusto y que el bagaje de calificativos que nos han inculcado está polarizado, siguiendo una visión maniqueista de la vida, en bueno-malo, agradable-desagradable, adecuado-inadecuado, bonito-feo, etc. Es como si las cosas y los seres tuvieran una etiqueta indeleble, una marca, un estigma que los condenara o los magnificara por encima de toda medida. Algo es bello, feo, mediocre independientemente de nuestra mirada, obviando el momento, el universo que encarna o el proceso que representa. Pero en la medida en que hemos madurado como personas hemos ahondado más allá de la imagen superficial a la que nos tiene acostumbrados los medios de comunicación donde lo bello se identifica con un cuerpo desnudo al fondo de una botella de perfume, o en la perfección inmaculada de un coche aerodinámico.

Pareciera que la publicidad en nuestra época se hubiera instalado como una marmita donde se cocinan los mitos poderosísimos que nos mueven auxiliada por el arte que reviste estos mitos de sensibilidad y actualidad. De entrada, publicidad y arte que han sobrevalorado la visión por encima de los otros sentidos.

Y valdría la pena entender las raíces de esta sensibilidad antes de preguntarnos acerca de lo que entendemos por bello, antes de ampliar horizontes y de integrar actitudes.

Recordemos que los primeros poetas griegos loaron al mundo y a la belleza. Para Hesíodo es bello aquello que asombra a la vista, es bella la mujer aunque sea un mal hermoso pues participa de la gracia de Afrodita. La encarnación de la belleza surge del mar pues hay una identificación entre mujer y agua, entre las ondulaciones del mar y las curvas femeninas, pues la línea más hermosa es la línea ondulada.

Esta impronta que de partida tiene nuestra cultura occidental en cuanto a lo sensible viene de la mano con un sesgo marcadamente patriarcal pues es la mirada del hombre, en tanto que mirada y en tanto que hombre. El hombre se percibe a sí mismo como sujeto mientras la mujer es el objeto mismo de la belleza.

Además para Homero la fuente de la belleza se encuentra en la naturaleza, son bellas las flores, las fuentes, ciertas partes del cuerpo de la mujer. Sin embargo la belleza masculina no aparece casi nunca por sí sola sino asociada con la fuerza y la valentía. Bello es todo aquello que expresa el ideal de un hombre honesto. En cambio para Safo la belleza del alma se alza por encima de todo. Y para los heroicos, el ideal es el atleta pues el bien se liga a lo bello y se exterioriza en la belleza, es decir, los valientes y los buenos son a la vez hermosos.

En verdad hay bastante de heroico en nuestra sociedad pero también hay una visión práctica de la vida tal vez cimentada por nuestra era industrial pero que tiene ecos en la antigüedad.

Sócrates se pregunta por la belleza en sí y se dice que lo bello es lo que es útil. Su discípulo Platón en El Banquete insinúa que el amor es el deseo de lo bello y que la virtud es la belleza de las almas. Mientras que Aristóteles difiere sensiblemente de Platón; lo bello en el cuerpo es la salud, la fuerza o la grandeza.

Es como si toda nuestra historia fuera un devaneo entre una concepción de la belleza mundana a otra suprasensible, un ir del cuerpo al alma. Es Plotino en la Edad Media que nos dice que hay que abandonar la visión de los ojos y potenciar nuestra visión intuitiva y contemplativa al acercarnos a Dios.

Más adelante en el Renacimiento damos otra vuelta de rosca más pues hay un resurgimiento de la antigüedad y por tanto un nuevo acercamiento a la naturaleza como lo manifestará San Francisco de Asís. Mientras en la Edad Media el arte se orienta por su utilidad, en el Renacimiento aparece el arte por el arte. De la mística se pasa a una estética de la perfección, se identifica lo bello y lo perfecto pues la belleza se logra cuando se siente que no admite ningún cambio. Para Alberti la belleza es la conveniencia razonada en todas las partes. Una obra se haya sometida a las leyes como si fuera parte de un cosmos. El Renacimiento lo tenemos a la vuelta de la esquina históricamente hablando, el artista-genio que emerge, como Leonardo, se consolida como un pequeño dios con la capacidad de cocrear la realidad hasta el más pequeño detalle. Nunca tuvo el artista en la antigüedad tanto poder ni tanta soberbia y esto ha sido nuestro legado hasta llegar al panorama actual y después de muchas revoluciones en el arte. El artista con su técnica, con su técnica de perspectiva, con su saber y sus planos podía conquistar la realidad.

Sin embargo a pesar de los grandes frutos que ha dado nuestro arte occidental, no nos quedemos mirándonos el ombligo y veamos otras perspectivas. En oriente nos encontramos con una visión radicalmente diferente. Por ejemplo, los artistas chinos intentan captar en su arte el espíritu de las cosas a través del Qi, esta energía vital que está llena de vida y de ritmos. Para el artista es importante la sucesión de las estaciones, la salida y puesta de sol, el ir y venir del oleaje. Se dice que el sabio tiene que seguir el ejemplo de la naturaleza pues ésta es profundamente sabia. El pincel impregnado de tinta y el papel son las representaciones del diálogo perpetuo entre el yin y el yang, la energía de la tierra y la del cielo.

Por otro lado el japonés Tanizaki nos dice en «El elogio de la sombra» que en occidente el más poderoso aliado de la belleza fue la luz, en cambio en la estética tradicional japonesa lo esencial está en captar el enigma de la sombra: «lo bello no es una sustancia en sí sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las odulaciones de la sombra».

Ya no se trata, hablando de arte de dejar la obra perfecta, brillante, que sea ideal, sino de profundizar en los matices de la sombra, en la belleza de lo asimétrico, en la elegancia de lo incompleto que invita al espectador a completarlo con su mirada, a hacerlo propio con su sentir.

Para la concepción oriental todo es imperfecto e incompleto pero no desde una posición peyorativa sino potencial. Si miramos la vida con detenimiento todo es provisional y efímero. De esta provisionalidad nos habla Wabi-sabi que es un concepto muy difícil de definir como sistema estético global en Japón. Desde la sutileza de esta observación del orden cósmico permanentemente en cambio, la grandeza existe en los detalles desconocidos y que pasan desapercibidos. En definitiva se trata de percibir esos trazos sutiles y evanescentes al límite de la no existencia; la penumbra en el musgo húmedo, el reflejo de una vela en el fondo de un cuenco de sopa, el remolino de una ola o la peripecia de una hoja.

Este sistema nos dice que podemos hallar belleza en lo que habitualmente se considera feo, por ejemplo en aquello que está gastado, que es tosco al tacto y no está pulido. Podemos encontrar belleza en aquello que no tiene una función precisa, que es ambiguo y que es relativo. Es bello aquello que no pretende serlo como un desconchado en una pared vieja, una casa que pasa desapercibida porque no tiene motivos de adornos. En fin, es bello lo que es único que no ha sido fabricado por moldes.

Si es cierto que las cosas evolucionan hacia la nada, que todo se gasta y termina en el límite de la no existencia, en el reino del olvido, tenemos que aceptar lo inevitable. Y lo inevitable desde que nacemos es la muerte. Por eso hay belleza cuando podemos contemplar nuestra propia mortalidad reflejada en el devenir de las cosas que aparecen y desaparecen, que nacen y mueren.

El problema reside cuando sólo queremos la vida, y sólo sentimos placer cuando las cosas aparecen y no en el placer al desprendernos de ellas.

Si uno se pudiera desprender de todo lo innecesario dejaría un hueco en su vida para que anidara la belleza. Momento de gracia y poesía cuando uno siente que pisa levemente el planeta.

Quizás si la belleza fuera un delicado equilibrio tendríamos que danzar con la luz y con la sombra, con lo que aparece y se oculta, lo minúsculo y lo grande, con el ser y el dejar de ser, desde dentro y desde fuera.

Julián Peragón




Mil millones de ojos

 

Muchos días al levantarte por la mañana más de mil millones de ojos sobrevuelan la nitidez del día. Tras un sorbo de café aparece un emigrante ilegal que es descubierto por una patrulla fronteriza en el desierto de California en una especie de juego cruel del gato imperialista y el ratón subdesarrollado. Al pasar la hoja del periódico sabes que centenares de espaldas mojadas saltan el muro de acero levantado por Estados Unidos huyendo de la nada para precipitarse en otra nada llamada progreso. Una embarcación llena de boat people vietnamitas en realidad va a la deriva hasta toparse con un iceberg llamado Hong-Kong, ya sabemos cuál es el resultado. Sabes también que varias pateras llenas de desespero tentarán esta noche la fuerza de las tormentas del estrecho de Gibraltar atraídas por el imán del paraíso Europa que les niega a los inmigrantes el derecho a ser personas y juega sucio con el trabajo sucio que nadie quiere.

Cada mañana las paradojas del mundo se cuelan en cada bocado, como esos palestinos carcomidos por la espera de años y años que nunca han pisado Palestina y que aguardan en una tierra de nadie al sur del Líbano. Poblados kurdos en el norte de Irak donde no hay un solo hombre después que el ejército los masacrara a todos por el simple hecho de ser kurdos.

La nube de leche en el café parece extenderse como esa mancha de petróleo que se llama miseria y que asfixia toda dignidad humana que ha sido tempranamente traicionada. Los meninos da rua de Brasil son ya como otros tantos niños de la calle en Casablanca. Todo sabe amargo cuando vemos niños que han nacido en la cárcel hijos de refugiados vietnamitas, niñas en China abandonadas en míseros orfelinatos y niños angoleños tristemente mutilados por minas antipersonas en un África hundiéndose en el apocalipsis. En realidad no son niños, son viejos sin futuro.

No solamente los niños explotados y las niñas prostituidas preguntan por qué, preguntan por qué las mujeres afganas desplazadas en campamentos por no poder resistir la infamia del regimen de los talibanes.

Debajo de los puentes de Yakarta, sobre tristes barcazas en el río Saigón, en el hueco que dejan los raíles en las estaciones de Calcuta o en las fosas de aguas residuales en la ciudad de México una humanidad es borrada del mapa porque no entra en los cánones de un progreso llamado civilización que ha de producir y consumir ciegamente.

Una anciana indígena en Chiapas no pregunta ya, su rostro cosido por el dolor sabe que es discriminada por ser mujer, vieja, campesina, viuda, pobre, indígena, discriminada por su credo, por su idioma, encajando una herida más cuando los paramilitares asesinan fríamente a su marido y a sus hijos.

Todo esto nos queda lejos, el rumor monocorde de las noticias televisivas parece confirmarlo. Pero no nos damos cuenta que el corazón de Europa está roto y se llama Bosnia y Kosovo. Está cerca y se llama también terrorismo, nacionalismo, terrorismo de estado, corrupción generalizada.

El maquillaje de la democracia ya no da más de sí, el rimel de la sociedad del bienestar se corre para dar paso a ese verdadero rostro del capitalismo duro que eufemísticamente se llama globalización.

Es hora de reconocer que la deriva del mundo nos afecta y que debemos darle una respuesta al por qué de esos millones de miradas. Ahora.

Julián Peragón

 

 

 




La escalera de la consciencia

 

Levantarse, acostarse, la tierra ha dado una vuelta sobre sí misma. Vacaciones, ¡ya!, la tierra ha dado una vuelta alrededor del sol. Hambre, necesidad, deseo… los ciclos vitales se suceden, se imbrican, se superponen. Ritmos rápidos, ritmos lentos. Ritmos tan lentos o tan rápidos que ni los vemos. ¿Cuál es el metabolismo de una piedra?, ¿y el de una bacteria?

Nosotros mismos participamos de todos esos ritmos. En un abrir y cerrar de ojos se producen infinidad de transformaciones químicas a través de las hormonas. En unas pocas semanas las dos células sexuales que se encuentran en la fecundación inician una carrera imparable de trillones de células organizadas. Más abajo, a nivel atómico podemos predecir un vértigo de billones de vueltas por segundo de los electrones en torno a su núcleo. En cambio, mucho más arriba, en el reino de las galaxias, se nos antojan inmóviles cuando deberíamos imaginarnos el mismo vértigo que en el microcosmos, sólo que con millones de años luz.

En verdad el universo es un gran hervidero, todo se va cocinando con gran intensidad, todo nace, cambia, interactúa, se desarrolla, se transforma. Depende donde estemos situados en esa gran sopa divina, la cocción nos parece lenta o rápida, eterna o perecedera.

La misma forma congelada de una galaxia nos habla de los mismos remolinos y espirales que se producen en los desagües, en los tifones, en todo aquello que tiene un movimiento en torno a un centro. Si tuviéramos ojos de dioses veríamos fuegos artificiales en el lejano cielo, si por el contrario, fuéramos seres diminutos observaríamos la danza de una espiral adenésica en el coqueteo que hacen las proteínas cuando se sintetizan unas con otras.

Atrapados en nuestro espacio-tiempo, el mundo nos niega por exceso o por defecto nuevas y sorprendentes realidades. La vida aquí en la tierra respira en un delgado hilo azulado entre la estratosfera y unos pocos centenares de metros en las profundidades marinas. Más allá no hay atmósfera, más al fondo no hay luz, más arriba demasiado frío, abajo demasiado calor.

A veces pasa lo mismo con nuestra sensibilidad, después de tragar el bocado sabroso ya deja de existir cuando apenas se ha iniciado el fascinante viaje de convertir la manzana en bolo alimenticio, en sangre nutriente, en energía o en pensamiento. Más allá del fungible bocado y su estela de sabor, éste desaparece de la conciencia por falta de sensaciones primarias.

La silente vida nos ofrece oasis de sensaciones a través de los sentidos, nos incita con el deseo para luego desaparecer «esa vida» en lo inconsciente, en lo involuntario y asegurar la nutrición o la reproducción necesarias. Es como si fuéramos inocentemente llevados de la mano por la evolución. Evolución que nos da caramelos para entretenernos mientras ella va haciendo su labor esencial, su mejor adaptación al medio con economía vital.

Desde esa óptica estamos atrapados en un cuerpo en el que la mayoría de las respuestas son involuntarias, perdidos en una mente de la que sólo utilizamos una pequeña capacidad de todas sus potencialidades, congelados en un instante de la eternidad con una esperanza de vida de 80 años en relación a los quince mil millones de años luz de un universo todavía joven.

¿Podemos dar un salto y remontarnos por encima de nuestras limitaciones? Si nos quedamos en el ojo de una cultura, si no atravesamos el margen de nuestra concepción del mundo, si no visitamos otras lógicas, si no nos auxiliamos de la imaginación creativa y la curiosidad, seguiremos en un sentimiento incómodo de limitación. Ignorancia que comporta dolor, ansiedad, miedo.

Sin embargo los caminos de la consciencia se ensanchan vertiginosamente. Un instante que de entrada es sólo eso, un instante, se convierte para el sabio en un eterno presente, un espacio donde se conjuga pasado y futuro. Es algo que pasa veloz pero con ecos de eternidad, un tiempo lineal inserto en un tiempo circular y mágico.

En un sentido parecido, nuestro cuerpo se convierte en estructura inteligente del universo, templo de la vida donde reverberan las mismas energías, los mismos cúmulos de estrellas que se asemejan a plexos, las mismas ritmicidades que después son en el cuerpo latido.

Si cada instante vivido no tiene más límite que el autoimpuesto, tampoco el cuerpo es un límite en el descubrimiento de las fuerzas que imperan en el universo.

La vida es una escalera con peldaños que suben y bajan que podemos recorren. Más allá de nuestro ego hay una mente y un subconsciente. Arropando a esto está nuestro cuerpo. Más allá de nuestra piel está el otro con el que convivimos, otro ser, otra mente, otro ego. Juntos formamos parte de un grupo, de una etnia, de una cultura hasta sentirnos formar parte de la humanidad. Pero es que la humanidad forma parte del reino animal pues somos mamíferos. Reino que está en simbiosis con la capa de vegetales que oxigena el planeta y con el humus mineral que nutre toda la vida. Todos estamos en un planeta de un sistema solar en medio de una galaxia. La galaxia que se mueve en un cúmulo de galaxias en la inmensidad de un universo. Pero no nos precipitemos, vayamos peldaño a peldaño.

Cuando me pongo en la piel del otro le estoy dando un visado de dignidad humana y supero así un arrebato animal que se mueve en la selva donde lo que importa es el sálvese quien pueda. Si me dejo llevar por la economía vital el otro será una cosa que se intercambia, se utiliza o se explota.

Cuando escucho profundamente al otro tengo que dejar aparcada mi expresión, tengo que vaciarme de razones y prejuicios y ser en conjunción con él o con ella.

Cuando entrego, comparto, redistribuyo supero también un egoísmo innato. Cuando lucho y defiendo los derechos humanos no sólo me solidarizo con cualquier persona independientemente de su raza, sexo, clase social, cultura o religión, también supero una limitación etnocéntrica.

Me digo a mí mismo que soy parte y fruto de una humanidad toda. Si mi conciencia se entretiene en el mundo sensible vegetal o animal y descubro lógicas primarias pero maravillosas reconozco que esas lógicas están sedimentadas en mi ser. Tenemos un cerebro mamífero, reptiliano, anfibio. Nuestra sangre es agua marina tintada de rojo. Nuestro cabello césped, nuestro huesos rocas, nuestros dientes corales. Todos los reinos mineral, vegetal y animal nos secundan. Esta sensibilidad nos lleva a superar un viejo mito, que la creación está como servidumbre para nuestro disfrute. Sentirse pues parte de la vida en armonía dinámica nos debe llevar a superar el cataclismo ecológico que se produce hoy en día.

Yendo un poco más allá, no podemos pensar que la tierra y la roca por estar innanimadas no tienen una vida secreta. Gaia, nuestro planeta es un ser viviente que se autorregula, con sus polos magnéticos, sus eras y glaciares, sus corrientes marinas, sus placas tectónicas imparables.

Me temo que los límites que nos separan de lo Real son muchos e insospechados. Cuando nuestra mente no va más allá de nuestra corta vida también estamos sucumbiendo a otra gran limitación. Con nuestros hijos, y los hijos de sus hijos, la vida asegura una línea de evolución, y con ellos algo de nosotros persevera. Perseveramos no sólo en la genética sino también en nuestras actitudes imitadas, en nuestra coherencia de vida, en nuestra destilación pedagógica y sobre todo en nuestro grado de comprensión y amor. También perseveramos en el tiempo cuando plantamos un árbol o construimos una casa. Aún más si escribimos un libro, y si con él invitamos a la sabiduría o al progreso. Perseveramos cuando desarrollamos un método, cuando inventamos algo, cuando lo descubrimos.

Si de nuestra vida hemos sacado algo válido para los demás, si la evolución toma en nosotros un nuevo matiz adaptativo entonces realmente hemos trascendido muchas limitaciones.

Nosotros somos fruto de todos aquellos seres que nos han precedido que en un medio inhóspito sacaron fuerzas de regeneración. Y en este agradecimiento sacamos fuerzas en nuestra responsabilidad. La vida que recibimos no es un legado, es básicamente un deber de mejorarla, pues al otro lado de este dibujo que entre todos formamos hay seres por nacer que merecen un mundo mejor.

Julián Peragón




Lo compro todo

 

Ayer compramos terrenos en el campo, casas adosadas frente al mar y descampados en parcelas para especular. Más tarde cuando se nos aclararon un poco los misterios de la Bolsa, compramos alegremente acciones mágicas de ganancias ultrarápidas.

Ayer, como durante este siglo que fenece, conquistamos la faz de la tierra. Llegamos a los Polos y al interior de las selvas, al techo del mundo y a la sima marina más profunda. Llegamos, pusimos banderas de colores y delimitamos fronteras. Detrás de la foto de rigor, compramos las tierras vírgenes.

Compramos desiertos con petróleo, pueblos cazadores recolectores con su riqueza maderera, coralinas islas turísticas. A cambio les vendimos nuestros sueños, nuestra democracia, nuestros intereses y las armas suficientes para defenderlos. Les compramos su alma junto a sus riquezas artísticas.

Después conquistamos la luna. Hace poco hemos llegado a Marte. Anteayer compramos las tierras a los indios por unas pocas baratijas, pasado mañana compraremos parcelas con cráteres en la luna para hacernos un chalé.

Hoy cada día se descubren nuevas constelaciones de estrellas. Momento para bautizar los millares de astros con nurestro nombre y pedigrí para que quede constancia ante la eternidad. Podremos ir al instituto cosmológico y pedir media docena de estrellas azules. Mañana compraremos el universo, los agujeros negros, las espirales galácticas, ¿Dios?. Todo el mundo tiene un precio.

Con este afán de comprar, aquí en la Madre Tierra, la ecología saldrá ganando. Ante la escasez de materias primas cada árbol tendrá un sello de garantía. Tendrán cosecha de tal año como los buenos vinos, y costarán caros. Los animales salvajes para salvaguardar su supervivencia tendrán sponsors, los peces serán apadrinados y las aves tendrán un chip de control de vuelo a cargo de la persona interesada. Peregrinaremos al árbol sagrado XT3757A2 de nuestra propiedad y al safarí de moda en compañía de nuestra mascota. La compraventa salvará al mundo de los bárbaros.

La red de redes será un inmenso mercado al alcance de los coleccionistas. Podremos comprar la Sábana Santa, la piedra 6570 de la pirámide de Keops orientada precisamente al norte, las palabras grabadas del último papa antes de arrepentirse ante la muerte.

Los científicos habrán patentado millones de genes y cada coito con suerte pagará aranceles. Si el alma existe será fotografiada con cámaras ocultas.

El dinero por fin será nuestro amigo. La energía la habremos condensado en una tarjeta plastificada. El mundo estará personalizado a través de nuestra alma educada. La religión del tener nos habrá librado del vacío del Ser..

La felicidad se podrá cuantificar y dependerá del lado donde caigan los ceros.

Julián Peragón




Deseos para el próximo siglo

 

Con el 2000 entramos en una especie de interregno. Para el sentir popular ya es un nuevo siglo, para la precisión de matemática apenas el último año del siglo que fenece, la rotundidad del número redondo nos recuerda algo mítico y espectacular pero la evidencia histórica nos pide la paciencia de un año más para llegar al próximo milenio. Aprovechemos pues el tránsito de este año para hacer balance ecuánime del pasado pero también para echar a volar esperanzas futuras. Momento adecuado para soñar, para pintar de color un grisáceo destino que ha forjado a pulso el siglo XX. André Malraux dijo que el siglo XXI será espiritual o no será, y para que esta intuición sea realidad valgan unos deberes pendientes que tenemos como individuos y como sociedad, una lista de deseos que la gran mayoría de las personas empezamos a clamar:

· Deseo que toda nueva vida que nace sea una vida querida y que tenga las mejores condiciones para su crecimiento y su educación. Ya que de estos niños queridos será el reino del mañana. Desde la conciencia de que la superpoblación mundial es una bomba en potencia que hay que ir desactivando.

· Que las mujeres de todo el mundo tengan a su alcance los mejores métodos anticonceptivos y toda la información para que cada hijo sea elegido en el momento más adecuado. Y con ello que tengan espacio para su desarrollo profesional y su creatividad personal.

· Pero si bien los adultos debemos alumbrar el futuro en el cuidado de nuestros hijos, no nos podemos olvidar del pasado y descuidar a nuestros mayores para que su vejez esté rodeada de tranquilidad y dignidad, condiciones imprescindibles para afrontar con serenidad la muerte.

· Deseo también que se dediquen muchos más recursos a la educación tanto de pequeños como de adultos pues la ignorancia es la otra gran bomba que convierte una civilización en una mera barbarie.

· Deseo que se sepa que ninguna guerra es rentable pues todos pierden. Pierden los seres más frágiles, los niños, las mujeres, los ancianos. Se destruyen medios, se contaminan tierras, se mueren culturas. Nada las justifica. No se justifica las minas antipersonas ni las guerras bacteriológicas o químicas. No podemos estar pendientes de una amenaza nuclear. No se pueden justificar los presupuestos militares que tantos intereses mueven y que convierten viejas rencillas en verdaderas guerras intestinas a lo ancho y largo del orbe.

·Que no hagamos apología de la violencia con todas esas miles de muertes ficticias en películas para adultos y dibujos para niños. Que la violencia sea vista como un fracaso de la razón, del diálogo, un fruto borde de cualquier cultura.

· Deseo que sepamos todos que hay suficiente comida para que nadie muera de hambre, y suficientes recursos y tecnologías para solventar las necesidades primarias. Que estamos atrapados en nuestro confort y en nuestros sistema de bienestar y que nos importa que una niña occidental quede atrapada en un pozo pero no que tres mil indígenas sean masacrados en cualquier selva sudamericana.

· Que la ecología sea una nueva religión porque su conocimiento salvará a un planeta enfermo. Conciencia de que los recursos naturales son limitados y que pertenecen a todos. Conciencia de que el consumo tiene que ser responsable y que el reciclaje de los desechos es la única posibilidad de mantener un desarrollo sostenible.

· Deseo que tomemos conciencia de que nuestro frágil planeta está perdido en una inmensidad y que todos pertenecemos a esta aldea planetaria. Que nuestra idea de humanidad arrope en su conjunto al blanco y a la persona de color, al esquimal como al pigmeo, al joven como al anciano, al loco como al supuestamente cuerdo, al cristiano como al ateo.

· Que se destierren las verdades absolutas, aquellas que han generado cruzadas y genocidios, y que cada uno tenga la suya mientras respete la ajena, y que si quiere la comparta sin impedimentos.

· Que la diferencia de raza, credo, costumbre no sea vivida como un ataque a lo propio sino como un enriquecimiento a nuestra limitación. La selva, como la vida, es una espacio de biodiversidad en profunda interacción. Que el egoismo exacerbado, la xenofobia y sobre todo el racismo sean malos sueños de una personalidad inmadura, de una sociedad de ancestrales miedos.

· Que vayamos hacia una mayor globalidad y entendimiento recuperando lo peculiar, lo local, lo íntimo de cada cultura. Dialogar entre lo macro y lo micro para no perder la dimensión justa de lo humano.

· Deseo que cada individuo pueda decidir dónde vivir y dónde trabajar, que sea considerado un ciudadano del mundo. De la misma manera que pueda decidir dónde morir y cuándo pues la eutanasia forma parte de su voluntad inalienable. Pero que no haya gobierno alguno que pueda dictar penas capitales.

· Que los niños y niñas no sean explotados como mano de obra barata, como carne fresca de prostitución. Que la violencia física y psicológica hacia ellos sea combatida, que por primera vez les preguntemos en su propio código cómo quieren vivir y crecer.

· Que la violencia doméstica hacia las mujeres sea denunciada y que la moral hipócrita de encubrimiento sea señalada. Que reflexionemos todos sobre las consecuencias históricas del patriarcado y que alumbremos entre todos una era más igualitaria. Por eso en todos los gobiernos tienen que equipararse en mujeres parlamentarias en pos de unas leyes más justas.

· Deseo que los políticos sean más sabios y menos especuladores, con más conciencia de un servicio a la comunidad y menos encumbrados en el poder. Y que votemos todos más al programa electoral que a la imagen del político. Que seamos activos en la política ciudadana y que pidamos cuentas a los responsables.

· Que la deuda externa de tantos países pobres sean condonada después de tanta colonización desalmada, de tanta explotación humana y de tanto expolio de materias primas. Pues no se trata de dar limosnas sino de reparar históricamente lo que se ha dañado.

· Deseo que la brecha entre ricos y pobres se vaya cerrando. Que es absolutamente injusto que las cien personas más ricas del mundo posean más riqueza que cien millones de seres humanos juntos desfavorecidos por el sistema.

· Que todos tengamos derecho a una información clara y objetiva de los sucesos importantes que pasan en el mundo. Que los medios de comunicación no sean una cortina de humo para desviar la atención de las claves importantes del sistema y que sirvan para educar y no para atontar y embrutecer a una sociedad que ya está bastante castigada.

· Que la publicidad no mueva tantos billones y que no compre la cultura a su favor. Que para vender un coche no prostituya nuestra mitología, nuestros símbolos, nuestros valores más sagrados.

· Que se despenalice prudentemente las drogas y que se vaya a la raíz de la insatisfacción individual que las favorece. Y que se vea que la prohibición causa más problemas que los que la misma dependencia trae consigo.

· Deseo que se vea claramente la vinculación del secreto bancario con el dinero negro y con las mafias que trafican con armas, prostitución y drogas, y que tan fácilmente corrompen políticos y empresas.

· Que encontremos todos formas creativas de erradicar el paro. El cáncer del paro que alimenta el trabajo sumergido que le va bien al capitalismo pues abarata costes y elimina los derechos tan incómodos de los trabajadores.

· Que las diferentes disciplinas y los profesionales no compitan y se excluyan entre sí sino que trabajen hacia una interdisciplinariedad para abordar los conflictos o los diferentes conocimientos desde múltiples ópticas distintas y complementarias. Que, además, la especialidad de cada sector profesional y su jerga terminológica no sea usada como poder en contra del individuo necesitado. Tratando de dar más autonomía a la persona en cuanto a su autocuración, autodefensa jurídica, etc, y no de sustraerla.

· Que los desastres naturales sean sólo eso, y que no estén agravados por la especulación inmobiliaria que no construye sólidamente ante terremotos o huracanes. Desastres agravados también por la ineficacia, por el pillaje, por la corrupción y por la falta de previsión.

· Deseo que el motor del prestigio en una sociedad no sea el tener, la fama o el dinero, sino la solidaridad, la redistribución, el altruismo. Cambiar el cliché del tener al ser, de la riqueza conspicua a la riqueza de sabiduría.

· Que el ocio no sea sólo un ocio pasivo y consumista sino apostar también por un ocio activo y de participación donde la reina de los eventos fuera la creatividad.

· Que el cuerpo deje de ser una cosa para convertirse en un sentir. Que el cuerpo no tenga que soportar la pesada imagen social, la banalidad de las modas, la esteriotipada belleza y despertar a la sensibilidad, al movimiento, a la armonía y la salud.

· Que el marcar cuatro goles sobre el césped no tenga más valor que el descubrir un nuevo conocimiento para la humanidad o el escribir una loable poesía.

· Que no haya escondite en el mundo donde se puedan esconder dictadores, terroristas y criminales. Que una justicia mundial los persiga.

· Que el mundo no se convierta en una mercancia ni en un escaparate. Que el dinero no lo sea todo. Que no se pueda medir un bosque, un río o una selva por el rendimiento maderero o energético. Que perdiendo el alma del mundo perderemos nuestra propia alma.

· Deseo que nos demos cuenta que la vida es una oportunidad única para realizarnos como personas y para engrandecer la humanidad de la que participamos. Que nadie será verdaderamente feliz mientras haya un niño que muera de hambre, un enfermo desatendido, una persona en algún lugar torturada por sus ideas.

· Que sólo una invitación a la sabiduría salvará el mundo, que sólo una actitud amorosa allanará los obstáculos en la comunicación, que sólo una disponibilidad para mejorar el mundo creará las bases para florecer culturalmente.

· Deseo que esta modesta carta de deseos llegue hasta los poderosos con la misma velocidad con la que corren los rumores o los chismes más frívolos.

· Que esta lista deje de ser una mera enumeración para ponernos todos manos a la obra, para que este inmenso barco en el que todos estamos deje de ir a la deriva.

Julián Peragón




Ser uno y ser muchos

 

Quería hacer una cartita para despedir este año que arrastra un nuevo siglo que da su bienvenida a su vez a un gran milenio, entonces me alcé a las estrellas para decir cosas muy grandes o muy majestuosas y me di cuenta que ya me había perdido otra vez nada más empezar. Queriendo abarcar la inmensidad del universo me olvidé que yo era un ser minúsculo plantado sobre dos temblorosos pies y tuve que aceptar la pequeña huella de mi pie descalzo.

Me olvidé que cuando veo rara vez miro y que cuando oigo difícilmente escucho, tal vez porque mirar y escuchar requieren de una atención consciente y mi corazón infantil todavía se entretiene en el tiovivo de los colores y los sonidos. La vida pasa y ese pasar a veces hipnotiza, atonta o nos duerme.

Me di cuenta que la mitad de mis sueños recrean el vientre cálido y fusional de la madre (sí, volver al líquido tibio, a los ecos lejanos, a la ingravidez invertida), la otra mitad fantasea parajes inéditos, dimensiones desconocidas (proyectarse al infinito, conocer lo que conoce Dios). Podría decir que aquella fuerza grávida me tira hacia abajo mientras esta otra liviana reacciona hacia arriba. Es como si mi ser deambulara entre hacerse infinitamente pequeño en el vientre de la madre o infinitamente grande en la soledad de Dios.

Pero normalmente me quedo a medio camino. Aún así me doy cuenta que soy simultáneamente dos, siempre uno más uno, a veces uno detrás del otro, arriba o abajo, dentro o fuera pero siempre dos. Y de esta dualidad me doy cuenta porque lo que pienso y lo que digo no son lo mismo como si dos personas dentro de mí tuvieran poderosas razones para pensar o decir lo que dicen. También hay diferencia entre lo que digo y lo que hago, entre lo que hago y el por qué lo hago. Se abre entonces una brecha entre mis convicciones fuertemente arraigadas y mi manera de ser, entre lo que yo creo ser y lo que realmente soy; es como si estuvieran peleados el corazón y la cabeza.

Por ejemplo, cuando mi corazón se calienta con bellos sentimientos, mi cabeza se enfría con poderosas razones, y al revés, cuando mi cabeza se calienta en oposiciones irreconciliables, mi corazón se desacompasa, pierde ritmo y se resfría. Casi nunca van al unísono.

Ahora bien, no es nada fácil la tarea del corazón a medio camino entre las altas filosofías y los bajos instintos. Cuando el deseo empuja el corazón lo desmiente creyendo que no estará a la altura de las circunstancias. Cuando el corazón se inflama, el deseo por el contrario se deshincha, decae o se desorienta sin decir por qué. Cuando el corazón ha recreado una situación en armonía va el deseo buscando riesgo, caos y aventura.

Llega un momento, lo entenderéis que me siento dos, o tres, o cuatro, y no sé a quién hacerle caso. Pienso pero también tengo sentimientos, intuyo pero también percibo. Amo, actúo pero también reflexiono, ¿puedo hacerlo todo a la vez?.

A veces creo que soy un centauro pues troto como un caballo, oteo el horizonte cual humano y disparo mis flechas queriendo alcanzar lo más divino. El animal que hay dentro de mí ruge y reclama, el dios que me habita me envía señales de humo a través del alma, de los sueños y de los disparates con los que tropiezo en la vida, ¿y yo?. A veces aullo, otras canto y también rezo.

Diría que estoy hecho de tierra y agua, de aire y fuego, que soy un trozo de montaña, una flor que germina, un animal que se despereza, una persona que conoce signos y símbolos con los cuales se comunica. Con esos mismos signos me pregunto ¿quién soy yo?. Me digo que soy también un niño, un viejo, un loco, un salvaje, un extranjero. Soy hombre y mujer, soy amante y amigo. He cruzado mares, he atravesado desiertos, he subido cumbres, he dormido bajo las estrellas, como todos vosotros. Podría ser un nómada, un indígena, un campesino. Podría navegar por la red informática, podría retirarme en el silencio del bosque.

No atino a encontrar señales de identidad que me reconforten, ser de un país, ser patriota, ser de tal o cual partido. Y es que, como decía, no soy uno sino muchos. Sin ser uno, me parece que el egoísmo no es más que un temor infantil. El etnocentrismo una falta de miras. La xenofobia o el racismo pesadillas colectivas de la razón. Me gusta pensar que las fronteras que ponemos los humanos no se divisan desde las alturas donde el planeta silencioso intercambia luces y sombras, mareas que van y vienen, bandadas de pájaros que atraviesan todas las nacionalidades sin pasar aduanas.

Cuando mi yo se empeña en una bandera, en un partido, en una familia y en una tierra, mi ser se siente exiliado. Pero sí, estas navidades, como todos vosotros, estaré con mi familia, en mi casa, en mi tierra, y comeré las recetas de la abuela, pero también me gustaría estar con vosotros, y cantar con todos aquellos que canten, y estar con todos aquellos que no puedan comer las recetas de ninguna abuela que son la mayoría en este mundo.

También sé que esto lo dice uno de mis yoes y otro dice que son meras palabras bonitas, y otro más que la realidad es como es, y aún otro habla de no caer en ilusiones. Quería daros un mensaje unitario y me ha salido una multiplicidad de intenciones. Quizá sea posible vivir en paz con la pluralidad que nos rodea por dentro y por fuera.

Julián Peragón