Un historia de amor

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Brahman imperecedero, en una dimensión más allá del tiempo y el espacio, atemporal, aespacial, aperspectival, sujeto incognoscible e inobjetivable, autoconsciente, sujeto puro, no dual, se aburre en su inmensidad, en su profunda e insondable soledad, siempre él mismo y replegándose sobre sí mismo. Y desea a otro. Desea compartir.

Así, en un profundo acto de amor y sacrificio, el Uno se multiplica y se manifiesta en los Muchos, aún a riesgo de saber que eso significa el nacimiento de los opuestos y de la dualidad; y , por ende, del sufrimiento y asume que así sea y lo sostiene. Y el Uno crea un tablero de juego de caótica e inconexa apariencia, donde los Muchos olvidan que son Uno y el juego consiste en recordarlo para seguir jugando, ya conscientes, en un nuevo tablero cocreativo.

Cuando se recorre el camino de ida, el camino que conduce al reconocimiento del Uno, ascendente a través de la autoindagación, se arriba a la conclusión de que somos el Uno y de que ésta es nuestra más íntima y verdadera naturaleza.

Pero después hay que seguir. Porque el Uno sigue aburrido en su inmensa vacuidad, vacuidad estéril sino nos damos la oportunidad de creatividad, fecundidad y multiplicidad, sino nos brindamos la gloria de continuar con la manifestación, ahora ya conscientes de ella.

En el camino de vuelta, descendente a través del amor y la compasión, el Uno se solaza en una nueva multiplicidad creativa, original, consciente, responsable, ética, atendiendo a sus profundos anhelos ya conocidos. Y todo cobra sentido y todo se comprende interrelacionado. El tablero ya no es caótico ni inconexo sino que en él reposan profundos e intensos lazos que nos unen, pues el Uno es los Muchos y los Muchos el Uno. Y se descubre que el Uno no dejó de jugar en la primera parte, ni en realidad desea vivir de nuevo en su imperturbabilidad, sino que en esta nueva etapa ofrece la posibilidad de reconocernos a través del amor (amor entendido como cualquier tipo de relación).

El amor es el instrumento que utiliza la Conciencia Única para recordarnos constantemente su presencia en nosotros y el otro. El amor es la herramienta efectiva mediante la cual el Uno que habita en mí o en el Otro es reconocido y nutrido por el Uno que habita en el Otro o en mí, con la esperanza de que todos los Unos que habitan en los Muchos recuerden su naturaleza y la experimenten.

El amor es saber que ése o ésa de ahí fuera soy yo. Y que en cualquier acto de amor sólo el Uno se ama a sí mismo, regocijándose y celebrando su reencuentro, en un absoluto e intenso acto de comunión..

¡Qué hermosa estrategia! Haber elegido el sufrimiento primero, padecerlo, consumirse en él, morir de dolor, morir por él… y luego, luego reconocer de golpe tu verdadera naturaleza unitaria y aún después volver y amar… Amar…

¡Qué enstática y extática recompensa! Dar, entregar, ofrecer en hermosa dádiva lo recibido…

Es indescriptible… Es inefable… Experiencia Pura.

Por eso el Amor es el hálito que une toda la red interdependiente de la vida, porque fue el amor y no otra cosa la que el Brahman imperecedero decidió que fuese el hilo dorado entretejido que nos mantuviera unidos y asegurara que todos los Muchos arribarían al Uno.

Y no sólo a nivel personal: en la manifestación, cualquier forma de vida se mueve hacia otra. En el camino descendente, nada existe por sí mismo. Todo es en relación a algo. Todo es intensamente relacional.

Es a través del amor que nos conectamos y nos enviamos esta información los unos a los otros. El amor en acción es lo que convierte la información en energía. En energía creadora, verdadera, bella y bondadosa. Amor a la Vida, a las gentes, a la Tierra, al Cielo, al Kosmos, a cualquier forma de existencia. Expansión y disolución de límites en la verdadera expresión del corazón, del corazón abarcante, que se fusiona con todo, pues es todo porque es Uno. El espacio infinito del corazón, donde todo es contenido, sostenido, abrazado y aceptado, pues es lo mismo; donde todas las galaxias nacen y mueren una y otra vez, una y otra vez, a cada segundo, en una constante creación, en este ahora infinito fuera del tiempo que es la experiencia fusionadora del amor.

Profunda comunión. Común unión. Sin tú ni yo. Con nosotros.

Es a través del amor que podemos mirarnos a los ojos y reconocernos: reconocer el Uno imperecedero que habita en ti y en mí. Es a través del amor que Dios se hace visible en el mundo. El amor es la pura celebración de la Vida y de Dios. El amor es lo Divino encarnado.

El amor es inmenso, tan inmenso que no tiene nombre.

El amor es lo más grande y lo más simple, lo más natural y espontáneo, lo más radical, lo más transformador, lo más satisfactorio, la recompensa después del sufrimiento y el sacrificio de la encarnación.

El amor es nuestro destino y nuestra gloria y nuestro profundo agradecimiento y complacencia.

El amor es la Gracia.

Las gracias y la compasión, la pasión de los Muchos en el Uno, la del Uno en los

Muchos.

El amor es Dios.

Aquí y ahora.

Todo.

Por siempre, desde siempre y para siempre. Siempre ya.

Periodista, colaboradora de Conciencia sin fronteras, redactora del blog Todo es lo Mismo, organizadora de Síntesis en Catalunya y profesora de yoga, taichi y qi gong.

 

Aranzazu Corrales



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