Recetas de amor: Entre amores

Campo de aterrizaje
Será la espalda de ella como una pista de aterrizaje, sus pechos y vientres como colinas y valles, su cabello como la espesura del bosque, sus nalgas, dunas veteadas por el viento. Desde la altura circunde el territorio, divise oasis, desniveles del terreno, confluencias de planicies. Si algo aviva su curiosidad, aterrice y despegue infinitas veces.

Atracón
Que no haga nada, que sólo se tumbe en las sábanas y flote como en un mar tranquilo. Que sea tan flexible como la arena tibia y cierre, sobre todo, los ojos. Dése todo el tiempo y toda la premura; todo para usted de pies a cabeza. No déje ni una pulgada sin saborearla. Afortunadamente, él no tendrá derecho a decir… nada. ¡Hummmgnm!

Del fango
Recorran valles y montañas y encuentren algún lago perdido. Entre cañaverales, el lodo amasado por el tiempo. Con la solana revuélquense en el fresco barro hasta el cuello, orejas y frente. Hagan risas de homínido a homínido, jueguen a estatuas naturales, hagan masajes de alfarero. Cuando en reposo el sol agriete la arcilla ya seca recuerden que las inmaculadas flores de loto nacen del más puro fango.

Declaración de amor
¡Oh! Julieta, ¡Oh! Romeo. ¿No es verdad ángel mío que el amor nos atraviesa para dejarnos después heridos de por vida?. Amor mío, siento decirte que lo que más amo no está en ti pues grandes idealizaciones me mueven, sueños arquetípicos me desvelan. Sin embargo es gracias a ti que puedo amarlos, gracias por estar ahí y por esa disponibilidad y entrega acierto a amarte a ti, tal como eres, sin confundirme.
Mi corazón me dice que lo que yo amo es más grande que lo que tú y yo somos juntos, mi cabeza me dice que tú eres la más preciada elección de mi vida.
La punta de mi flecha busca dianas en el cielo pero el arquero que soy se reconforta con el arco que tu ser me posibilita. Por eso te quiero.

Oración
Completamente desnuda ante un gran espejo, sacralice el cuerpo.
Toque sus cabellos y sienta que son antenas que captan vibraciones; espumas desatadas que cabalgan sobre la ola del cuerpo; aureola seductora de energía vital.
Déje que los dedos recorran los pabellones de las orejas y diga que sus oídos son caracolas marinas que recogen los susurros necesarios del amor.
Toque sus ojos que son la luz del alma y que captan las formas sinuosas del cuerpo, las partes secretamente escondidas.
Acaricie la nariz que percibe antes que la forma la esencia, que deja entrar sin moralidades las fragancias voluptuosas que encierra cada rincón excitado del cuerpo.
Resiga la esponjosidad de cada labio que conjuga en cada beso pasión y ternura, y sienta la lengua que cómplice de aquéllos estimula recovecos insospechados. Lengua donde todos los hilos invisibles del cuerpo están atados.
Junte las manos en señal de oración. Dedos que gracilmente transforman la masa amorfa de sensaciones planas en aguas cantarinas de nuevas sensibilidades. Manos que esculpen olvidadas turgencias.
Palpe también los pezones que son estremecimientos de sendos volcanes. Y los senos que son promesas de placer, cabecera de dioses, sueños de leche y miel.
Redondee su vientre que es ante todo misterio, entrañas sabias cual tierra fecunda y recóndito ombligo donde todo tiende a centrifugarse.
Sienta las nalgas, cercano contrapeso y agarre de amantes; redondeces simétricas con despensa.
Toque el sexo y sienta los estratos de labios en sonrisa generosa y la húmeda acogida virtual que protegen. Acaricie su clítoris, efervescencia de placeres que las rugosidades envuelven; propio tesoro también de amantes expertos.
Y no se olvide de los pies que se arquean de puro placer componiendo arpegios con los mismos dedos.
Del cuerpo sagrado haga un templo de amor, y de la fugacidad de la vida un arte para los abrazos. Ore en cuerpo y alma.

Julián Peragón