Recetas de amor: El juego del Amor

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Acantilado
Cuando el sol se haya ido encuentren un acantilado frente al mar. Aparque a escasos centímetros del precipicio. Tensen el freno de mano y esperen a que el silencio les lleve al gris nocturno del horizonte, al eco vertiginoso de las olas, a la profundidad de la misma vida que la imaginación no abarca. Reclinen los asientos, distingan en el todo continuum de la oscuridad las partes sensibles que se buscan del hueco temido en el vacío que el resorte del freno contiene.

Estrategias de baño
LLegue a casa a la hora de siempre. No responda a los saludos habituales. No mire, no sonria. Deje el bolso y el abrigo en el mismo sitio habitual y enciérrese en el baño. No responda a los interrogantes que vienen más allá de la puerta, dése un baño relajante, con espuma, con caricias infinitas. Póngase aceites y perfumes. No se dé prisa. Cuando salga vestida de noche apague las luces y encienda una sola vela. No le mire, no sonría. Deje que el mismo cuerpo en su movimiento irrespetuoso se desprenda de la ropa. Inocente, mire de reojo o deje escapar una sonrisa. ¡Ah! y no olvide apagar la vela si resulta ya un estorbo.

Un solo rostro
Encuentren una postura cómoda frente a frente. Si la ropa no se los impide miren simultáneamente al sexo del otro. No se entretengan sólo en las diferencias sino en los efluvios y magnetismos que irradian. Al poco, suban la mirada al vientre donde las emociones se entremezclan con las entrañas. Continúen viaje al pecho donde la hiedra de los sentimientos busca sensibilidad y afecto. Al tiempo suban ambos la mirada a los labios hasta que el cielo y la tierra de cada labio forme una sonrisa ancha como el horizonte. Por último aterricen en las miradas y calen más allá de la retina donde el alma encuentra guarida. Y así no se extrañen si en el fondo de la mirada no encuentren dos sino un solo rostro.

Ojos
Ojos matutinos que te miran desde detrás de una taza de café. Ojos que curiosean a través del tumulto de la gente, que te roban una expresión desprevenida en el trabajo. Ojos que escrutinan el contorneo de tu cuerpo cuando sales precipitada, que observan el revoloteo de tus faldas, la profundidad de tu escote. Ojos tímidos en la noche que se contentan con la belleza de tu sonrisa, que usurpan en su imaginación tu intimidad. Ojos que están enfermos de amor.

Partitura
Si sus manos fueran hojas secas llevadas por el viento, plumas remolonas o las primeras gotas de una fina lluvia. Si sus manos fueran como serpientes sinuosas, o como hormiguitas que transitan por un mismo sendero. Si sus dedos hábiles fueran de pianista, ¿a quién le importaría ser partitura?

Traje a medida
Boca arriba o boca abajo, desnudo y confiado, déjese hacer una traje a medida de los pies a la cabeza, sin botones, cremalleras o costuras. Permita que le pongan parches calientes de cinco dedos y que los amontonen en el cuerpo, que los distribuyan pausadamente sin dejar huecos por muy inaccesibles que éstos sean. Verá que los parches pentagonales se amoldan perfectamente a la piel percibiendo su tersura, suavidad y templanza. Es posible que encuentren olvidos, llamadas, urgencias, temblores, pudores, durícias, abandonos, fríos y calores que un traje bien hecho sabrá contemplar.

Allegro
Quien sabe si alguna vez tendríamos sólo diez minutos antes de la partida del tren, cinco antes de una despedida, un escaso minuto en el tránsito de un aeropuerto. Por eso a veces hay que practicar el amor medio vestidos, con el corazón sensible pero sin refinamientos, dispuestos a gemir en el trasiego apresurado de los cuerpos.

Inversión
A lo mejor tiene en casa una tabla de inversión de esas que te coge los tobillos almohadillados y te deja dulcemente caer hacia atrás liberando las cervicales. Tensiones del cuello que son una excusa perfecta cuando ella, sorprendida del artilugio, prueba inocentemente hasta que una vez cabeza abajo, cuando la sangre baja y la ropa se suelta por efecto grácil de la gravedad, tiene permitido hacer, sin interferencias, las presiones justas y los toques precisos que a cualquiera hacen perder la cabeza.

Animalejo
En el sótano de nuestro cuerpo habita un animal de deseo que ansía liberarse. Sácalo a paseo, que le dé el sol y el aire. Después de comer cepíllalo a menudo y acaricia de tanto en tanto sus ferocidades. Cuando ruja no saques el látigo ni le pongas cadenas pero tampoco le consientas sus veleidades. No le temas, es un animalejo amigable.

Chimenea
Si tu chimenea está triste pónle leña. Entre la rama fina, coloca tus manuales de sexualidad, los sesudos estudios clínicos de fisiología sexual, las encuestas de la normalidad genital y las supersticiones al uso. Para avivar la llama, una buena dosis de ese tremendo miedo a no hacerlo bien, y haz un buen fuego.

Julián Peragón

 

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